FAES, la fundación de José María Aznar, ha emitido en el 20 aniversario del 11-M un bulo sobre el bulo, es decir, sobre la teoría de la conspiración que impulsó desde los atentados para atribuir su autoría a ETA. Según FAES, el PP no mintió. Los “profesionales del embuste” son quienes acusan a José María Aznar y su gobierno de entonces de mentir. Las afirmaciones de FAES pueden desmontarse con las declaraciones y movimientos del Gobierno en aquellos días, así como los testimonios de la investigación:
1. “Veinte años después, reiteramos que aquel Gobierno no ignoró ningún informe policial o de inteligencia que contradijese su actitud o su política de comunicación durante aquellas jornadas. La dirección del CNI desmintió en su día informaciones que le atribuían, ya para el jueves 11 o el viernes 12, un conocimiento sólido de la pista islámica. Nunca, jamás llegó a manos del Gobierno ningún documento oficial que descartase definitivamente la autoría etarra y afirmara sin titubeos la responsabilidad yihadista”.
Cuatro meses antes de los atentados, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) advirtió al Gobierno del PP del riesgo creciente de atentado islamista en España, e incluso identificó al argelino Allekema Lamari, uno de los siete terroristas que se suicidaron el 3 de abril de 2004 en Leganés (Madrid). El 16 de marzo de 2004, cinco días después de la masacre, el CNI, que dirigía Jorge Dezcallar, responsabilizó a Lamari de la matanza: “Tiene las suficientes dotes de liderazgo y grado de fanatismo para dirigirlo”, señalaba el escrito, que reclamaba su detención “urgente y prioritaria”.
TVE ha emitido, 20 años después, íntegra, la entrevista que el periodista de la cadena Lorenzo Milá hizo al presidente de Estados Unidos George W. Bush al día siguiente de los atentados y que el ente público, presidido entonces por José Antonio Sánchez con Alfredo Urdaci como director de informativos, censuró en su momento. En ella, Bush apuntaba a otro tipo de terrorismo, no el de ETA.
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2. “Se está queriendo imputar (de nuevo) al Gobierno del presidente Aznar y, por extensión, al Partido Popular, la responsabilidad por haber mentido deliberadamente tras la masacre; por puro cálculo electoral, habida cuenta que el atentado tuvo lugar tres días antes de unas elecciones generales. Insistiendo en la autoría de ETA cuando —se dice— le constaba que la hipótesis yihadista era la correcta, aquel Gobierno habría querido perpetrar un engaño masivo desconectando los atentados de la participación española en la intervención en Irak, causa de los mismos según esta narrativa, relato o, mejor, cuento”.
En un informe del CNI del 27 de octubre de 2003 sobre el riesgo de atentado islamista se explicaba que la “visibilidad de España en el mundo árabe” se había incrementado en los últimos meses por varios factores, entre los que especificaba el apoyo del Gobierno español a la invasión de Irak en los debates del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; el despliegue de tropas españolas en el sur de Irak, a partir de agosto de ese año; la desarticulación de células integristas en España (como la detención del llamado comando Dixán, en Cataluña, en enero de 2003), o la celebración en Madrid de la Cumbre de Donantes para la Reconstrucción de Irak, entre el 23 y el 24 de octubre de ese año.
Curiosamente, en el gabinete de crisis que Aznar convocó tras los atentados, no incluyó al CNI, pero sí al secretario de Estado de comunicación, Alfredo Timermans, lo que da idea de cuáles eran las prioridades de gestión (informativa) de la masacre. El entonces director del Centro Nacional de Inteligencia explicaría después en el Congreso que quedaron fuera de juego porque no les dieron información.
FAES niega ahora que el Gobierno de Aznar hubiese insistido en la autoría de ETA a sabiendas de que no era así. El día de los atentados, a las 13.30, el ministro del Interior, Ángel Acebes, afirmó: “ETA buscaba una masacre en España (…) Me parece intolerable cualquier tipo de intoxicación que vaya dirigida por parte de miserables a desviar el objetivo y los responsables de esta tragedia”. A las 14.40, Aznar comparece ante la prensa e insiste: “El terrorismo no es ciego. Han matado a muchas personas por el mero hecho de ser españoles. Todos sabemos que este asesinato masivo no es la primera vez que se intenta. Las fuerzas y cuerpos de seguridad han impedido varias veces que viviéramos esta tragedia. Gracias a su espléndida tarea, los terroristas tienen su capacidad operativa más debilitada que nunca. Su instinto asesino y su voluntad de someter a España a sus dictados, permanecen, sin embargo, trágicamente activos. Les derrotaremos. Lograremos acabar con la banda terrorista (…) No hay negociación posible con estos asesinos que tantas veces han sembrado la muerte por toda la geografía de España”.
Para entonces, Arnaldo Otegi ya había negado la participación de ETA y apuntado al fundamentalismo islamista.
3. “Esa tarde del jueves día 11 aparece una furgoneta en Alcalá con siete detonadores y una cinta en árabe. (…) El presidente vuelve a hablar con los medios para informar acerca del descubrimiento de la furgoneta y la valoración que se daba al hecho: el de abrir una nueva línea, manteniéndose la pista de ETA como prioritaria. Poco después, comparece el ministro para dar cuenta de la ampliación de las investigaciones añadiendo la hipótesis yihadista”.
Desde los andenes del horror, el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón conversó aquella mañana del atentado con mandos policiales. No era el modus operandi de ETA. La información que le llegaba de la policía, relata, era absolutamente contradictoria con la que estaba dando el Gobierno. “La hipótesis oficial, de ETA, no era la que manejaba la propia policía. Tuve la ocasión de comentarlo con [Agustín, entonces director general de la policía] Díaz de Mera y con el propio ministro del Interior, Ángel Acebes. Y recuerdo que Díaz de Mera me contestó: “Las instrucciones de Moncloa es que ha sido ETA. Eso es lo que se dice”.
El comisario Jesús Sánchez Manzano, ha explicado que a las 15.00 del 11 de marzo de 2004, cuando inspeccionan la furgoneta utilizada por los terroristas, ya saben que ETA no ha tenido nada que ver. “No obstante”, añadió en una entrevista con este diario, “antes ya surgieron indicios sobre la autoría yihadista, pues a primera hora de ese día, cuando se encuentran las bolsas-bomba en la estación de El Pozo y en la de Atocha, los Tedax (unidad de desactivación de explosivos) ya comprobaron que la materia explosiva era blanca, no de color rojizo como la dinamita Titadyn, que era la que ETA usaba habitualmente”. Pese a todo, Acebes mantiene en su comparecencia posterior a estos hallazgos que la hipótesis principal sigue siendo ETA.
4. “Tres días que cambiaron el rumbo de España”. (…)“ante el bochorno de ver a profesionales del embuste, disfrazados de vestales, insistir en lo de “las mentiras de Aznar el 11-M”, no guardamos silencio para que nadie diga que quien calla otorga. Ni callamos hechos ciertos ni aceptamos mentiras reiteradas”.
Las “mentiras” y los “embustes” fueron, efectivamente, reiterados. Comenzaron el mismo día de los atentados y se prolongaron durante años, pero quienes las urdieron y difundieron no son los medios a los que en el 20 aniversario de la matanza señala la fundación de Aznar, FAES —entre ellos, este diario—, sino dirigentes del PP. Empezando por el expresidente del Gobierno y sus medios afines que, en su afán por vincular a ETA con los atentados, llegaron a confundir una cinta de la Orquesta Mondragón con una tarjeta del Grupo Mondragón o un remedio para el olor de pies, el ácido bórico, con una prueba irrefutable de la vinculación de la banda terrorista a los atentados.
El comunicado de FAES reconoce que “el presidente Aznar se puso en contacto con varios directores de periódicos” el día de los atentados. Pero trata de desvincularse del cambio en el titular de la edición especial vespertina de este diario: “Antes de conversar con el director del diario El País, ya se había publicado una edición especial a la una de la tarde. Media hora después, a la una y media, el ministro Acebes sostiene, por primera vez, la autoría etarra en rueda de prensa desde Moncloa. Como se ve, no fue precisamente el primero en hacerlo”.
El entonces director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, ha dedicado un libro recientemente publicado, La llamada (Debate) y un artículo en este periódico, para explicar cómo Aznar le telefoneó el 11 de marzo, a las 13.06 de la tarde —era la primera vez que le llamaba en ocho años de mandato— para transmitirle su absoluta certeza sobre la autoría de ETA y restar cualquier crédito al desmentido de Otegi. En los mismos términos se lo había manifestado unos minutos antes el secretario de Estado de Comunicación, Alfredo Timermans, motivo por el cual el titular de la portada de una edición especial vespertina de EL PAÍS, que hasta ese momento era “Matanza terrorista en Madrid” pasó a ser “Matanza de ETA en Madrid”.
El PP perdió las elecciones, pero siguió alimentando la teoría de la conspiración que ahora niega FAES. En la comisión parlamentaria de 2004 y posteriormente, en 2007, Aznar insistió en que “los que idearon” los atentados no estaban “ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas” y que en todo caso, habían logrado su objetivo: “cambiar el curso político de España”. El PP dedicó años a extender la idea de que los terroristas pretendían cambiar el color del Gobierno de España, una forma de deslegitimar al Ejecutivo que salió de las urnas el 14 de marzo de 2004. El periódico francés Le Monde, como recuerda Ceberio, tituló al día siguiente de los comicios que España había castigado la mentira de Estado. Y la versión alemana del Financial Times puso en boca de los servicios secretos alemanes que Aznar había puesto en peligro la seguridad europea al mantener la autoría de ETA cuando había pruebas materiales que apuntaban al terrorismo islamista.
5. “Es verdad que el 11-M, durante todo el día, España entera pensó que ETA había sido la responsable”
El comunicado de FAES utiliza como prueba de descargo declaraciones de políticos de otros partidos y de medios de comunicación atribuyendo la matanza a ETA, obviando que era el propio Gobierno presidido por Aznar el que se había esmerado —con un frenesí de llamadas privadas y comparecencias públicas— en que así fuera. El expresidente del Gobierno, a través de una fundación, trata de desvincularse ahora de la mentira colocándose al mismo nivel que cualquier ciudadano, cuando en ese momento disponía, lógicamente, de la información de los servicios de inteligencia españoles, también de EE UU y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
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