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Del Manzanares a un solar en Algete y ahora… ¿al Metropolitano?: la pasarela fantasma de la M-30 que lleva dos décadas buscando un hogar

by Marko Florentino
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En un recóndito solar de Algete reposan hoy con ojos entreabiertos los fragmentos de una estructura metálica colosal. No pasa desapercibido su robusto pilono blanco de 42 metros de altura y 1,5 de diámetro. Tampoco los formidables pedazos de las rampas circulares, enrojecidos por la agresiva mandíbula del óxido. Es lo que tiene vivir a la intemperie durante dos décadas. Con ese lamento se marchó, hace ya casi un año, el exuberante ingeniero Javier Manterola, eminencia en cuestión de puentes y dueño intelectual de esas 858 toneladas de acero (830 la pasarela y 28 los tirantes) desparramadas por el suelo, que un día fueron un símbolo de Madrid. Probablemente, el icono más efímero en la historia de la ciudad.

Hablamos de aquella escultórica pasarela peatonal, con dos rampas en U que dibujaban una X, sujetas con quirúrgica precisión por 104 cables de acero. Aquella creación, alumbrada con el fin de sustituir las dos pasarelas de hormigón existentes, fue ideada para abrochar las dos orillas del Manzanares, a unos pocos metros del puente de Segovia (paseo de la Virgen del Puerto y avenida del Manzanares), sorteando además aquella vieja M-30 que entonces campaba a sus anchas junto al río. Inaugurada en un mes de marzo como este, sólo que de 2003, en los últimos días como alcalde de José María Álvarez del Manzano, y tras una inversión de más de cinco millones de euros. El proyecto y la supervisión técnica de la obra corrieron a cargo de la empresa de ingeniería Carlos Fernández Casado S.L. (CFC), bajo la dirección de sus ingenieros Miguel Ángel Astiz y el propio Manterola.

Sin embargo, un año y medio después de su estreno, en el otoño de 2005, comenzaba el desmontaje (lo realizó Ferrovial y costó medio millón de euros), porque su cimentación estorbaba para construir los túneles de Calle 30. Manterola, que fue consultado para que el proceso se completara con la mayor precisión, contempló la despedida con el consuelo de una promesa municipal: contaría con un nuevo emplazamiento en un plazo razonable. En aquellos días el destino que sonaba más fuerza era la plaza Elíptica.

Quizás les resulte familiar la historia de esta infraestructura sobre el río Manzanares, que hasta tuvo tiempo de ser protagonista de un spot televisivo de Metro de Madrid. «Para que no se viera que se despilfarraba el dinero, se desmontó ordenadamente en trozos y se acopió, inventariando los trozos en una campa en Algete», es una de las versiones sobre lo que ocurrió, hace ya dos décadas. También la hay que pondera el buen criterio del Ayuntamiento de Madrid, ya con Alberto Ruiz-Gallardón al frente, para conservar una obra de gran valor arquitectónico e ingenieril, que tenía (y tiene) todo para disfrutar de una segunda vida, como paradigma de la economía circular. A veces conviene tener presente el pasado para dar más valor al futuro.

La pasarela, durante sus días sobre el Manzanares y la M-30.

La pasarela, durante sus días sobre el Manzanares y la M-30.CARLOS FDEZ CASADO SL

Curvatura similar a la del río

Según la información a la que ha tenido acceso GRAN MADRID, el plan para reubicar la pasarela, en el 20 aniversario de su desmantelamiento, no ha dejado de latir. Y, conforme al estudio de viabilidad que se realizó hace dos años, el enclave ideal se encontraría en la avenida de Arcentales. Es decir, de nuevo con vistas al estadio del Atlético de Madrid. Si en 2003 fue instalada no muy lejos del desaparecido Vicente Calderón, ahora esta prospección, realizada por la compañía Ayesa en los primeros meses de 2023 (52.878,40 euros, según detalla la Plataforma de Contrataciones del Estado), habría desvelado que no habría mejor reubicación para esta vistosa infraestructura que sobre esa avenida junto al estadio Metropolitano, en la cornisa noreste de la capital, donde agilizaría el intenso tránsito peatonal durante los días de espectáculos futbolísticos y musicales. Hace tiempo que en el Atlético de Madrid conocen esas intenciones, aunque sostienen que desde hace tres años no han vuelto a tener conversaciones respecto a ese asunto.

El informe fue encargado por la entonces denominada simplemente Área de Medio Ambiente y Movilidad, con Borja Carabante al frente, en el ocaso de la anterior legislatura. Y, desde entonces, permanece aún dando vueltas por esas lentas cuestiones burocráticas que suelen acompañar cada movimiento de la Administración. En este caso concreto, que Calle 30, dueña de la pasarela, ahora está en manos del Área de Obras y Equipamientos, liderada por Paloma García Romero. Así que, en esas se encuentra este estudio de viabilidad que fue considerado «positivo». Y es que, no hay que olvidar que, en el año 2020, recién llegado a Cibeles José Luis Martínez-Almeida, la estructura llegó a caminar sobre el alambre del patíbulo, al considerarse la posibilidad de que fuera achatarrada.

Pero, volvamos al porqué de esa posible futura ubicación. A los motivos puramente técnicos que se desprenden del estudio. Porque la avenida de Arcentales no fue la primera opción, pero sí la más adecuada. Antes, se había llegado a estudiar su reutilización en un lugar próximo a la Caja Mágica o incluso en alguno de los puntos de Madrid Río. Tras el análisis de implementación, se concluyó que su ubicación en el distrito de San Blas-Canillejas era la más óptima, por su «viabilidad técnica, social y económica». Y es que, según los detalles que ha conocido este diario, la curvatura en planta de la avenida es casi idéntica a la de aquellos cajeros del río Manzanares donde vivió apenas dos años. Previamente a ese estudio, encargado por el consistorio madrileño, se habían medido con un metro los peldaños de la pasarela, para ver si contaba con el gálibo suficiente para que los autobuses pudieran acceder al estadio.

La pasarela desmontada en una campa de Algete.

La pasarela desmontada en una campa de Algete.E. M.

Uno de los puntos más calientes pudo ser que una de sus cuatro patas aterrizaba sobre la parada de Metro Estadio Metropolitano. En un análisis técnico, previo a ese encargo municipal de 2023, ya se anticipó que la cubierta de la estación contaba con unos pilares lo suficientemente potentes como para que no se viera afectada. El anteproyecto, tras infinidad de cálculos numéricos estructurales, y a partir de la documentación del propio suburbano, demostró que la afección resultaría mínima.

Ese estudio topográfico, geotécnico y económico, desarrollado por la compañía Ayesa, propone también mejorar la permeabilidad transversal de la avenida de Arcentales, «mejorando la conectividad peatonal con los ramales del sector oeste, se da continuidad a los itinerarios ciclistas con los ramales del sector este y la solución se integra en el entorno y potencia uso de modos de transporte menos contaminantes».

El cantón en construcción

Desde el Área de Obras del Consistorio sostienen que, como es lógico, el documento no contempló los actuales cambios urbanísticos de la zona. Ni tampoco que uno de los cuatro accesos de la pasarela tendría que desembarcar hoy en una parcela donde actualmente se está construyendo un cantón de limpieza. Sería otra piedra a sortear en la hipotética redacción de un nuevo proyecto, cuyo coste ascendería a 100.000 euros.

Y luego estaría la ejecución, que ascendería a unos 4,2 millones, donde se incluye el aumento de superficie para mejorar la accesibilidad de la estación de Metro, conectando con la escalinata actual. Se prolongarían las rampas de la pasarela para bajar a la explanada y unir el anillo ciclista. Es decir, que 2,5 millones de euros se destinarían a la reconstrucción de la infraestructura «utilizable y en buenas condiciones», que incluyen, por motivos de seguridad, la sustitución de los cables de acero (de tipo cerrado), por otros nuevos. Los 1,7 millones restantes se destinarían a la ampliación de la superficie, con actuaciones complementarias de mejora de accesibilidad en el entorno.

En esa nueva encrucijada, con otro cantón como protagonista, se encuentra la fugaz pasarela sobre el río Manzanares, que muchos llegaron a dar la categoría de escultura. Sin ir muy lejos, el desaparecido Manuel Melis, mente imprescindible de los túneles de la M-30 que interrumpieron la biografía de una infraestructura creada para salvar los 100 metros que ocupaban entre el río y la autopista. Con aquella obra que alumbró Madrid Río, allí no quedó asfalto ni cauce que salvar. Sí lo habría en la avenida de Arcentales, con hasta siete carriles. Allí, tras más de 10 millones de inversión a sus espaldas, podría encontrar un hogar para el resto de sus días. Eso sí, el proyecto de 2023 necesitará algún retoque.





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