Desde el regreso de Trump al poder, la Unión Europea ha activado la cuenta atrás. El magnate estadounidense no solo se niega a seguir financiando la defensa europea, como ya advirtieron sus predecesores, sino que también ha dado un portazo al orden internacional liberal vigente desde 1945. El tic-tac de la defensa también acorrala a Pedro Sánchez, quien debe aumentar el presupuesto, pero busca evitar el Congreso para no exponer la fragilidad de su coalición y la necesidad de acuerdos con la oposición.
La vergonzosa encerrona de Trump y Vance a Zelenski anticipó la destrucción de las instituciones y valores liberales por parte de la nueva administración estadounidense. No solo se alineó con el invasor ruso, sino que también se negó a condenar la violación territorial de Putin en el que hasta ahora había sido el templo de la paz, el multilateralismo y la diplomacia: la ONU.
Ante esta amenaza para el modelo de vida europeo, la UE ya no puede confiar en el compromiso de Estados Unidos con la OTAN y no tiene más opción que acelerar el paso. Nuestra defensa sigue dependiendo de la Alianza Atlántica porque así lo decidimos en los años 50, cuando la Asamblea francesa bloqueó la Comunidad Europea de Defensa. En lugar de crear un ejército europeo, pusimos nuestra seguridad en manos de Estados Unidos y de la OTAN.
El problema es que la defensa no se improvisa de la noche a la mañana. Aunque es una carrera de fondo, la UE debe afrontarla como un sprint de 100 metros lisos. Estamos en un punto de inflexión hacia un nuevo orden internacional y, en los próximos cuatro o cinco años, debemos desarrollar nuestras propias capacidades de defensa antes de que Moscú vuelva a rearmarse, sin depender de Washington.
La tan mencionada autonomía estratégica en defensa debe ponerse en marcha de inmediato, y aun así, ya llegamos tarde. Podemos comprar aviones de combate, pero sin pilotos no servirán de nada. Lo mismo ocurre con la capacidad de mando, que sigue en manos de Estados Unidos y cuya sustitución es extremadamente compleja. No se trata solo de recursos militares, sino de liderazgo político y autoridad moral. Antes, esa responsabilidad recaía en Washington. Ahora, la gran incógnita es: ¿en qué país europeo recaerá esa coordinación?
«No podemos seguir con 19 tipos de tanques y 24 modelos de fragatas: dificulta la interoperabilidad y encarece los costes»
Europa invierte mucho en defensa, pero de manera ineficiente. Los Estados miembros deben gastar más, pero también coordinar mejor sus inversiones para aprovechar economías de escala, tal como propone el Libro Blanco de la Defensa, que se presentará mañana en Bruselas. Este documento abordará la financiación de la defensa de Ucrania, evaluará las amenazas y capacidades de los 27 para enfrentarlas y, sobre todo, definirá cómo se financiará la defensa europea.
El objetivo principal es crear un mercado único de defensa, eliminando la fragmentación de los mercados nacionales. No podemos seguir con 19 tipos de tanques y 24 modelos distintos de fragatas, una dispersión que dificulta la interoperabilidad y encarece los costes. Para corregir estas ineficiencias y activar una industria europea de defensa fuerte, será esencial garantizar una demanda sostenida desde el sector público. Además, es crucial convencer a la banca privada de que la inversión en defensa no es de alto riesgo ni perjudicará su calificación crediticia o reputación. Para ello, se necesita un cambio en la taxonomía financiera, reconociendo la defensa como un bien común global. El primer paso debe darlo el Banco Europeo de Inversiones (BEI), asumiendo un papel clave en la financiación del sector y marcando el camino para el resto del sistema financiero.
Ante la incertidumbre sobre la garantía de seguridad estadounidense, el rearme europeo es una necesidad inaplazable. Los Estados miembros deberán aumentar su gasto en defensa hasta el 3% del PIB, dejando atrás el umbral del 2%, que ya es cosa del pasado.
Hace apenas 15 días, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, presentó el plan ReArm Europe, una ambiciosa iniciativa para movilizar 800.000 millones de euros en los próximos cuatro años. ¿Cómo se financiará? La UE ofrecerá 150.000 millones en préstamos para financiar proyectos conjuntos de defensa, con el objetivo de que al menos el 35% de las adquisiciones militares se realicen de forma coordinada de aquí a 2030 (frente al 18% en 2022). Se priorizarán sectores estratégicos como la movilidad militar, drones, Inteligencia Artificial, guerra cuántica, ciberseguridad, guerra electrónica y sistemas de defensa antiaérea y antimisiles.
«España deberá contribuir con más de 30.000 millones de euros, dado que su gasto en defensa en 2023 fue de solo el 1,28% del PIB»
Los 650.000 millones de euros restantes deberán ser aportados por los 27 Estados miembros, con la particularidad de que no computarán en los límites de déficit impuestos por las normas presupuestarias de la UE durante los próximos cuatro años. De esa cantidad, España deberá contribuir con más de 30.000 millones de euros, dado que su gasto en defensa en 2023 fue de solo el 1,28% del PIB. Sin embargo, a diferencia de la ayuda recibida tras la pandemia, esta vez en Bruselas ya han dejado claro que el dinero no llegará en forma de subvenciones. España crece al 3%, mientras que otros países como Alemania están en recesión, lo que reduce su margen para exigir apoyos extraordinarios.
En este contexto de urgencia, lo lógico sería que el presidente Sánchez compareciera ante el Congreso para explicar cómo piensa cumplir con el 2% de gasto militar al que se comprometió. Sin embargo, el problema es que no quiere enfrentarse a sus socios de gobierno, quienes le visitan en Moncloa con camisetas del «No a la guerra» ni verse obligado a buscar el apoyo del Partido Popular.
Hablar con franqueza ante el Parlamento, reconocer los sacrificios que exige el momento y, quizás, plantear recortes en el gasto social no entra en los planes de Sánchez. No vaya a ser que la coalición se rompa antes de terminar la legislatura.
Mientras tanto, Trump ha activado la cuenta atrás para Europa y para Sánchez. En Bruselas han recogido el guante y parecen dispuestos a resolver el problema de la defensa. Pero en España, quizás haga falta que Trump apriete con la amenaza de retirar tropas desde la base de Rota a Marruecos o que Mohamed VI vuelva a poner Ceuta y Melilla en el punto de mira, para que Sánchez se decida a dar la cara en el Congreso.