
Me gusta sacar el esmoquin del armario un par de veces al año. Si encima te invitan a una cena en La Borda del Mentidero, a este gato le dejan sin excusa posible para quedarse en casa. Así que allá fui en busca del nuevo … personaje del año de una conocida revista de moda y estilo. La homenajeada era Gloria Estefan que, aunque siempre fue un poco coñazo, ha resistido modas y envites y es tiempo de homenajes varios. El domingo pasado llenó la plaza de Colón en el concierto de la Hispanidad y ya que está estos días en Madrid, pues personaje del año, cantante del mes y hasta corista del siglo. Uno no sabe si los premios se entregan por méritos propios o por cuestiones de agenda, pero allí estaba la Estefan con su marido, Emilio, su hija, y buena parte de su núcleo duro.
De la cena podría destacar varias cosas, como el poder de convocatoria de la marca o, si me apuran, del poder de la cuenta bancaria de la misma. Pero hay algo completamente obsceno e imperdonable que demuestra el aburrimiento al que nos están sometiendo con tanta gala, evento, presentación o funeral: el uso del caviar.
Ya basta de ponerle caviar a todo. En esta bendita cena de personaje del año nos pasaban platos de jamón ibérico con cucharadas de caviar encima. No solo es algo bastante hortera, sino que además es una mezcla de esas que es mejor no cruzar. El caviar se toma sólo o con blinis, pero últimamente me topo con esas huevas en tantos formatos que parecemos oligarcas de medio pelo. Pero allí estaban todos encantados. Manu Carrasco, que cantó desde la mesa, no dejaba de pedir una cucharita más. Otro compañero de velada llegó más allá, y cuando nos sirvieron los cafés pidió que le pusieran en vez de azúcar, caviar. También cantaron Beatriz Luengo, Marlon o María José Llergo, que versionaron temas de la homenajeada.
Uno no sabe ya si un homenaje es un castigo o una celebración. Pero ahí estaban todos dándolo todo porque una marca de tabaco vapeado, que ya no huele tanto a pedo, pagaba DJ y todo. Gala González, Lorenzo Castillo, Boris Izaguirre, Agatha Ruiz de la Prada, Ana Guerra o Antonia Dell’Atte, miraban así, como de lado, por si eran los famosos con más caché de la fiesta o simplemente es que alguien organizaba algo en paralelo y no habían sido convocados. La envidia siempre luce en estos saraos porque de pronto, alguien dice:
–No, no me puedo quedar a la cena porque tengo lo de Hermès.
¿Lo de Hermès? Por eso me pasé media gala diciéndole a todo el mundo que a las doce tenía que irme corriendo a lo del zapato de cenicienta en el Palacio de Liria. Todos desquiciados, pedían más y más caviar para paliar lo que les molestaba no saber nada de tal evento.
–Por eso no ha podido venir Dúa Lipa. Está allí ya, contestaba.
Incluso alguna me contestó que ella había declinado su asistencia porque no puede atender tanta demanda. Si supiera que era todo mentira.
Así, tuve que cumplir con mi compromiso ficticio y aproveché para dejar el Mentidero atrás. Ahora que Madrid está de moda en bares de autor y cócteles varios, decidí poner rumbo a uno de ellos. En la puerta me crucé con Juan Luis Cebrián, histórico director de periódico que no sé si comió o no caviar, porque no le vi hasta mi escapada de cenicienta. Aunque algo me dice que él ya comía caviar cuando el resto tomábamos croquetas o tortilla de patatas en los eventos de la ciudad. Llevaba una pajarita divertida, de lunares y todo. Siempre fue un coqueto.
Uno no sabe ya si un homenaje es un castigo o una celebración. Pero ahí estaban todos dándolo todo
Madrid está que arde, Madrid en llamas, Madrid en octubre es una fiesta perpetua en la que se sirve caviar como antes se comía solomillo a la pimienta. Hay conciertos y se celebra en Las Ventas un homenaje a Antoñete que promete. Pero eso será el domingo, cuando los asistentes al desfile se queden afónicos porque el puto amo los ha colocado a la altura de Villaverde Alto. Ya ni siquiera uno protesta en libertad. Aunque seguro que sí come caviar.
