Hugo Silva (Madrid, 1977) pasea por Lavapiés saludando a la gente como si fuera un vecino más del barrio… porque lo es. Una normalidad que hubiera resultado impensable hace 15 años, cuando la fama invasiva, las fans enloquecidas y su rechazo a esa locura que le rodeaba le hacían vivir a la defensiva. Aquel Hugo nada tiene que ver con el actual, el que ha rozado el Goya y ahora estrena ‘Buscando a Coque’, donde el fan es él (de Coque Malla), su pareja le engaña y se sigue alejando de aquel cliché de tipo que siempre ganaba. «Los años me han venido como Dios en muchos sentidos», resume.
- Esta vez, el galán es el otro.
- Sí, y me ha encantado sobre todo porque, aparte de que el guión me hizo mucha gracia y está muy bien construido, me enterneció la pareja. Una comedia romántica normalmente es chico conoce chica, pasa algo, hay desencuentros, pero el amor lo puede todo. Aquí no, aquí el punto de partida es una pareja que lleva un montonazo de años y ya son prácticamente familia, sucede algo que de repente lo desestabiliza todo y aun así hay algo muy bonito y muy sano que es intentar entenderse. Él lo pasa mal, tiene celos y todo eso, pero por encima de todo lo que quiere es comprender. Y eso, que no es lo primero que a uno se le ocurre cuando le engañan, tiene mucho sentido y es muy adulto.
- Más propio de esta edad a la que, de algún modo, hemos llegado.
- Exacto. Con los años hemos aprendido a relativizar ciertas cosas, a afrontar el amor de un modo más sano y más maduro.
- ¿Agradeces que esa madurez vaya destruyendo el estereotipo de principios de tu carrera?
- Sí, muchísimo. Los personajes de nuestra edad ya tienen permiso para tener contradicciones, estar equivocados y estar perdidos. Eso me gusta mucho porque, al contrario de lo que se suele decir de que un actor tiene que conocer muy bien a su personaje, yo prefiero no entenderles, disfruto más cuando no sé por qué hacen lo que hacen. Así no hay que pensarlo tanto, directamente hay que hacerlo. Al final todos tenemos contradicciones, lados oscuros y nos equivocamos sabiendo que nos vamos a equivocar. En realidad, madurar no es dejar de cagarla, es saber que lo vas a hacer: «Me la voy a dar, me la voy a dar, me la voy a dar y voy directo…». Y hostia al canto. Eso me hace mucha gracia.
- Veo que no eres el típico actor de método que se lleva el personaje a casa y asegura que ser actor le hace mejor persona porque vive muchas vidas.
- Soy muy poco místico, me gusta distanciarme del personaje nada más acabar la secuencia, pero reconozco que cuando estoy actuando sí tengo la sensación de estar en otra realidad distinta y eso es normal que te vaya enriqueciendo a pequeñas cuotas, pero sin fliparse. Si lo veo con distancia, sí que puede que viva extra, pero tampoco quiero que esto se entienda de una manera espiritual. Vivo extra, pero vivo extra en microdosis.
- La moda del misticismo no te ha captado.
- Me gusta moverme, o me gusta pensar que me muevo, entre las dos cosas: ni volverme un místico ni tampoco ser un frívolo. A veces me lo flipo también yo solo en mi movida, pero creo que lo más sano para mí es distanciarme e incluso reírme de lo que estoy haciendo. Hago mucho el payaso en los rodajes también por eso, es mi manera de destensar y quitarle importancia, para luego ir a saco.
- ¿Fuiste fan de joven?
- Sí, era muy fan tanto de bandas de rock como de productores de música electrónica. Soy justo de la generación que en los 90 unos días iba al Space [histórico club de electrónica] y otros, a la Canciller [el templo del heavy]. Mira, para mí la música sí que tiene algo de místico y de joven he idealizado a muchos músicos como algo religioso, aunque a día de hoy ya no me pasa.
- ¿Te cambió la perspectiva verte al otro lado: ser tú al que perseguían fans?
- La fama, cuando uno la vive, es muy rara por no decir absurda. Al final lo más sano es enfrentarte a ella, no darte la vuelta y decir : «Bah, paso de esto, esto no va conmigo». Es mentirte a ti mismo porque claro que va. Las circunstancias de uno hay que mirarlas de frente en la medida de lo posible y es lo que yo hice. Poco a poco, porque no es sencillo, pero al final tienes que aceptar que tú eres quien eres, en mi caso un actor al que conoce la gente, y empezar a darle normalidad, a convivir con lo que implica e incluirlo en tu día a día. No es fácil, pero se termina aprendiendo a hacer tu vida, tener paciencia y entender eso tan absurdo y bonito de que hay gente a la que realmente le hace ilusión saludarte o hacerse una foto. Al principio me generaba agobio o rechazo, pero ahora me da mucha ternura.
- Te has hecho mayor.
- No lo dudes [risas]. A lo mejor es por eso, pero he llegado a ese punto: no es que me haga ilusión, pero sí que me da ternura. Al final, mi trabajo es dar la cara en una película que se hace gracias a un equipo muy amplio sin el que no habría nada. Sé que cuando la gente se acerca a mí para decirme algo bonito de mi trabajo lo que me están agradeciendo no es una cosa que haya hecho yo solo, sino que lo he hecho gracias a un equipazo enorme que está detrás. Me gusta eso.
- Al final no pudo ser, pero has estado muy cerca del Goya por Un amor. Era tu primera nominación tras 25 años de exitosa carrera. ¿Ha tardado demasiado?
- Me lo han dicho, pero yo no me puedo quejar. Estoy teniendo una carrera fantástica, he tenido un montón de oportunidades de gente que ha confiado en mí y ahora ha llegado esto. Creo sinceramente que llega en el mejor momento y cuando debía llegar. No me puedo quejar de nada. Qué va, qué va. Soy un privilegiado en este negocio y soy muy consciente de ello.
- ¿Duele mucho no ganarlo?
- A ver, quieres ganar y estuve muy nervioso durante todos los días previos con tanta exposición y tantas sensaciones a la vez, pero no pasa nada. La nominación ya es un orgullo y, como dijo José Coronado al recoger el premio, aún tenemos tiempo.
- De nuevo el cine está bajo la lupa por abusos y agresiones sexuales, esta vez debido al caso de Carlos Vermut y la respuesta de la profesión en la gala. ¿Cómo lo valoras?
- Como cualquier persona sensata, me quedé totalmente impactado. Lo único positivoque saco de estos casos es que esos hombres que han cometido o están en posición de cometer abusos de poder ahora mismo estarán nerviosos y pensándoselo mucho. Si están preocupados, algo hemos ganado porque, por desgracia, estás situaciones terribles pasan en todos los sectores y que salgan casos en un colectivo tan expuesto como el nuestro puede servir de aviso: «Esto ya no se tolera». Hay mucho abusador con miedo ahora mismo y eso es muy bueno.
- ¿Crees que ha sido una práctica habitual en la industria audiovisual?
- Permíteme que me salga un poco de mi gremio porque creo que ha sido habitual en toda la sociedad. Los hombres estamos tomando conciencia por fin de cosas que hace unos años ni sabíamos ni nos planteábamos, incluso los que pensábamos que teníamos una cierta tendencia feminista. Yo pensaba que lo era y ahora sé que no. Tenemos que hacer un trabajo de honestidad y de sinceridad. Ahora lo que nos toca es callar y escuchar. Sobre todo, eso. Yo nunca he pasado miedo ni me he sentido realmente amenazado, he podido sentirme incómodo en algún momento, pero sabía que no me iba a pasar nada.
- Llegado a este punto medio en tu carrera…
- Me gusta mucho que digas punto medio.
- Soy de tu edad, considero que 40 o 50 años nos quedan.
- Totalmente de acuerdo.
- ¿Te pones nostálgico y haces balance?
- Lo que más recuerdo es a mi padre y a mi abuela. Cuando empecé en esto, mi padre no entendía nada. Cuando le dije que quería ser actor de verdad, me miró como si estuviera mirando a un extraterrestre, pero poco a poco se convirtió en mi fan número uno y era al que más ilusión le hacía todo esto que me pasa. Me da mucha pena que no haya visto la nominación. Y mi abuela igual, era fan de pósters y de recortes, que los heredé y los tengo guardados sin saber muy bien qué hacer con ellos. Me da pena, les echo de menos, pero ahí sigo en la lucha como el primer día.