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Trasladarse de un lugar a otro es una de las actividades más cotidianas en una persona, ya sea para ir a su lugar de trabajo, de estudio, o hacer compras y diligencias. Pero ¿qué sucede cuando el miedo a conducir un vehículo es mayor que la necesidad?
Solo en el año 2023, unos 1,949 dominicanos perdieron la vida en accidentes de tránsito, la segunda cifra más alta desde 2019, año en el que se registraron 2,100 defunciones.
En su anuario, la Oficina Nacional de Estadística (ONE) establece que los domingos y en las madrugadas de los lunes son los días en los que registran el mayor número de siniestros en las calles y autopistas.
De acuerdo con la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (Digesett), solo entre los meses de abril a junio de este año 2024, se han reportado 506 fallecidos en accidentes viales, 350 de ellos a bordo de motocicletas.
Tomando en cuenta estas estadísticas, Diario Libre conversó con el médico psiquiatra Oscar Sánchez, del Centro Calma Alma, quien explicó que la falta de educación vial es el principal factor que predispone a los conductores a sentirse en peligro, sumado a un sistema de tránsito desorganizado y ciudadanos que se irritan con gran facilidad.
- «Tenemos miedo y es la verdad. Nosotros no solamente no tenemos educación vial, sino que no tenemos educación emocional y debemos aprender a regular la toma de decisiones, somos una sociedad caracterizada, muchas veces, por impulsos», afirma el psicoterapeuta.
El especialista en salud mental explica que, para conducir, la persona debe tener todas sus áreas en niveles óptimos: «Tengo que tener una buena capacidad de atención de vista, de escucha, pero también tengo que tener una buena capacidad de regular el estado de ánimo, porque si no tengo una buena capacidad de regular mis emociones o mi estado de ánimo, eso puede dispararme a tomar una muy mala decisión».
«En nuestro país para nadie es un secreto que la mayoría de los accidentes de automóviles se dan bajo la influencia de alcohol y otras sustancias psicoactivas y que para ser un país tan pequeño somos uno de los países en el mundo que tenemos más accidentes de automóvil», agrega.
¿Y si nos vemos envueltos en un accidente?
Ante esa pregunta, el doctor Sánchez señala que, «un accidente de tránsito, dependiendo de la complejidad, así como la vulnerabilidad de las víctimas involucradas, puede generar muchos síntomas e incluso llegar hasta un trastorno depresivo, ansioso, estrés agudo, e incluso, estrés postraumático. Puede durar hasta semanas y hasta meses con esta sensación».
Explica que ante un siniestro vial, «lo primero que sucede es el shock, que puede ir desde no creer lo que está sucediendo, no procesar la información, sentirse asustado, totalmente paralizado o con una gran ansiedad, dependiendo de nuestro sistema nervioso».
Indica que, tanto si la persona fue responsable del accidente o simplemente una víctima, puede crear un sentimiento de remordimiento y de culpa. Ante la ocurrencia de alguna lesión temporal o permanente, va a generar un estado de ánimo triste, una sensación de ya no querer hacer las cosas que antes le gustaban, aislamiento o evadir ese tema y no querer hablarlo, «al punto tal, que muchas personas tienen miedo a volver a tomar un auto o a transitar por una vía en la que tuvieron ese accidente«.
«Hay personas que tienen un accidente en tal horario o al entrar a un sitio, esas personas deciden ya no salir en ese horario, ni tampoco circular por ese por esa zona», recalca.
El galeno comentó que, «si en un mes, una persona con una buena capacidad de resiliencia, no ha podido solucionar esto, si estos síntomas siguen siendo intrusivos, esta persona toma conductas de aislamiento, tiene recuerdos constantes, pesadillas, miedo a tomar el guía, entonces ya debe buscar apoyo profesional en el área de salud mental«
«Si estos síntomas continúan e interrumpen áreas importantes de nuestro sistema fisiológico como el sueño o nuestro apetito, o nuestras facultades cognitivas, como la concentración, la atención, o en nuestro estado de ánimo, pues entonces necesitaría apoyo de un profesional tanto de la psiquiatría como de la psicología. Esta es la parte más importante», insiste.
Sánchez detalla que el primer paso es someterse a una evaluación para determinar la magnitud del evento y ver si necesita algún proceso de psicofármacos y farmacoterapia en un proceso conjunto entre el psicólogo y el psiquiatra. «Se mide la severidad, qué tan grave es lo que tiene».
El diagnóstico puede incluir estrés agudo, un trastorno adaptativo, una lesión al perder algún un miembro de su cuerpo, trastorno depresivo, ansiedad y quizás, un consumo de sustancias psicoactivas porque esta persona se siente muy triste.
«Para el sueño, estado de ánimo o niveles de ansiedad se toman medicamentos inhibidores de la recaptación de serotonina, hasta pudieran ser algún somnífero, todo va a depender de lo que se encuentre», dijo Sánchez sobre el tratamiento farmacológico.
Del lado del psicólogo, este interviene con terapia cognitiva conductual o terapia MDR, que se basa en el procesamiento de los efectos traumáticos cuando ocurren catástrofes muy complejas.
Manejando la culpa
Sánchez afirma que es normal que se despierte un sentimiento de culpa en el conductor con muchas interrogantes sobre qué hubiese podido hacer diferente en el momento para evitar el accidente. Algunos estudios estiman que hasta tres meses luego del incidente, el paciente puede desarrollar trastornos depresivos.
«El psicólogo explora que pudo haber sido así, si tenía todos los factores para controlar ese escenario, entonces, con esas creencias se van reestructurando cognitivamente, pues esta persona ya comienza a aceptar lo que sucedió, comienza a buscar otra perspectiva y entonces puede acercarse más a esa recuperación«, indica.
El psiquiatra destaca que hay personas que tienen trauma y no estuvieron involucradas en el accidente, pero lo atestiguaron y eso también puede afectarles. En el caso de niños involucrados en un accidente, estos no suelen comprender la magnitud del hecho y deben ser tratados por un psicólogo o un psiquiatra infanto juvenil.
Red de apoyo
Sánchez considera importante contar con una red de apoyo que sea sensible y empática con el accidentado.
«Nosotros debemos ser sensibles y empáticos con la persona que tuvo un accidente ya que sobrevivió o ya que tuvo una lesión o hubo pérdida trágica. A veces, nosotros como sociedad, podemos ser un poco punitivos, cuestionando lo que esta persona debió o no debió hacer. No es un momento para cuestionar, es un momento para resguardar, para ser empáticos y sensibles con lo que sucedió, porque al final todos somos víctimas en un accidente donde alguien tiene más o menos responsabilidad», expresa el doctor.
En caso de que la persona decida no volver a tomar un volante, destaca que, amigos y familiares no deben presionar al accidentado para que retome el manejo.
«Hay que ver si es que no quiere volver a conducir o es que no quiere volver a sentir como se sintió el día del accidente. Quizás es que no tiene las herramientas para procesar ese trauma«, puntualiza.
Cambio abrupto o gradual
Una vez ocurrido el accidente, Sánchez apunta que los cambios en los hábitos del conductor pueden ser abruptos o graduales.
«Antes conducía en cualquier momento, ahora solamente conduce de día. Antes conducía y no importaba si estaba acompañado o no, ahora solamente cuando es de día y acompañado. Ahora sí está lloviendo, no elige hacerlo», cita como algunos ejemplos.
Tips para mantener el control emocional
Al momento del choque, el especialista sugiere buscar asistencia, mantener la seguridad y alejarse del otro conductor si está alterado y esperar a que lleguen las autoridades. «A veces, si se forma un tapón es mejor porque acerca la ayuda de las personas que van pasando», dice.
«Cuando suceden siniestros, nuestro sistema nos puede indicar: huir, pelear o paralizarnos. Va a depender de nuestra capacidad de regulación lo que entendemos que podemos hacer. Somos una gran población que estamos expuestos a una gran vulnerabilidad emocional«, concluye.
Tiene licencia pero no maneja
Laura Ortiz tiene 27 años de edad y su licencia de conducir al día. En el año 2020, la joven oriunda de Villa Mella se compró su primer vehículo con la esperanza de aprender a manejar sobre la marcha y lograr mayor libertad para desplazarse por la ciudad.
«Al principio, me daba mucha ansiedad, sudaba, me ponía nerviosa, entendía que era normal por la inexperiencia, pero, cada vez que salgo en el carro, algo pasa», comenta sobre sus días en la escuela de choferes.
La joven, quien ya ha asistido a dos sesiones de terapia, reconoce que más allá de la motivación que ha recibido de amigos y familiares para que tome el volante, su caso requiere de ayuda profesional.
«Nunca he salido de noche, mi mayor miedo son los motoristas«, confiesa.
Analizando su situación familiar, entiende que el miedo a conducir vino infundado por su propia madre, quien prefiere hacer trayectos cortos y le recalca constantemente el peligro que puede existir entre patanistas, motocicletas, conductores de guaguas públicas y peatones que cambian de carril repentinamente, hacen giros inesperados o cruzan por donde quieren.
Laura tiene dos hermanas, una mayor y otra menor, y ninguna de las dos conducen.
«Estoy en mi zona de confort y no quiero salir de ahí», admitió.