Canta Álvaro García en Imaginación política: «¿Te imaginas que fuera posible otra vida? ¿Que hubiera alternativa a esta deriva? ¿Y si fuera verdad?». En El entusiasmo: «Cuando el desencanto es tradición, el entusiasmo es una disidencia contra la sumisión del ánimo que impera. Una extraña flor crece en las cunetas». Y en Ocupar el ahora: «Si el ayer es una deuda y el mañana un tipo de interés, ocupemos el ahora el tiempo que nos queda por vivir».
Sin renunciar al punk ni a la carga política, algo ha cambiado en Biznaga. La rabia se ha rebajado, la frustración ya no se destila en la barra del bar. El nihilismo ha muerto y así queda plasmado en ¡AHORA!, el quinto disco de la banda que verá este viernes la luz. Atravesado por las batallas sociales de nuestro presente –el acceso a la vivienda como estandarte, la precariedad de los riders o el consumo masivo de ansiolíticos-, el futuro, por primera vez, existe y no está teñido de negro.
«Centrarse en el momento actual como escenario es ilusionante, no podemos estar achacándole siempre todo al pasado ni pensar que el futuro no existe o es aterrador. Siempre hemos sido más pesimistas y aquí hay tranquilamente cuatro o cinco canciones con el entusiasmo como máxima bandera. Describimos la problemática actual, pero también planteamos la duda razonable de si esto es todo a lo que podemos aspirar o si podemos conseguir algo mejor».
El planteamiento lo hace Jorge Navarro, letrista y bajo del grupo, pero lo comparten sus otros tres integrantes: Álvaro García (guitarra y cantante), Milky (batería) y Torete (guitarra). Cuatro chavales de barrio, que llegan a esta cita con el resfriado disparado tras unos días de bolos propios y ajenos en Londres, sentados en la terraza sobre su local de ensayos en el barrio madrileño de Carabanchel que, en pleno bajón de la música de guitarra, se pusieron a hacer punk y ya va para diez años. «Siempre ha habido bandas tratando temas de la calle, de lo político, de lo que nos afecta, pero nunca en el mainstream. La música social y política no sé cuando estuvo de moda, pero desde luego ahora, no. Y la sensación es que cada vez menos bandas hablan de ello a pesar de que sigue habiendo muchas ahí en la retaguardia y en el underground«, asegura Álvaro.
Un underground, el de los garitos llenos de gente que les doblaba en edad, en el que todo comenzó y desde el que han ido poquito a poco arañando un futuro de éxito en lo que bien podría funcionar como metáfora de su actual realidad. Idénticas intenciones, nuevas formas de afrontarla. «Entiendo que a la gente se le quiten las ganas de todo, nosotros también hemos estado ahí y por eso ahora tenemos un punto más positivo. Hemos estado sin ganas de cambiar nada por toda la mierda que nos rodea, por un curro súper precario, gastando el tiempo que teníamos en evadirnos a base de alcohol y de salir por ahí. Hemos mamado demasiado eso, pero es que tienes dos opciones: o mandarlo todo a tomar por culo, que esto se vaya a la mierda y reviente todo, o centrarte en cambiar pequeñas cosas, no hace falta grandes revoluciones», resume el vocalista.
Biznaga ha elegido lo segundo en lo moral, pero ahora también en lo musical. No busquen, al menos por el momento, su nombre en macrofestivales porque no lo van a encontrar. Si quieren verles en directo, cerveza en mano, y tendrán que ir a alguna de las menguantes salas de conciertos que aún hay por el territorio nacional. «En Madrid te cierra una y te quedan cinco o seis, pero girando por ahí, en Cáceres, Huesca o León, encontrar una es como agua de mayo. Y que cierren es un drama porque es el único reducto para la gente que le gusta esto. A nivel nacional se carece de un tejido sólido de espacios correctamente habilitados para un concierto«, asume Milky.
Y sigue Álvaro: «Parece que la única manera de conocer bandas es comprándote un abono de 300 pavos en un festival y al final no estás conociendo una mierda porque solo estás viendo una pantalla. La música no se puede convertir en un puto maratón para 50.000 personas donde ni dios presta atención. No digo que en una sala esté todo el mundo callado, el público español habla mucho, pero en los festivales deja mucho que desear el disfrute hasta para los que estamos tocando».
Estos cuatro chavales montaron su banda con esa única intención: disfrutar la experiencia colectiva, hacer canciones y ya lo que viniera, que no fue otra cosa que una carrera musical anclada a unos ideales. El acceso a la vivienda, ahora como prioridad, hasta el punto de llamar a la movilización en la protesta que se celebrará en Madrid el próximo 13 de octubre y a la que no acudirán por un bolo en Barcelona la noche previa. Porque el problema ya ha llegado a las estrellas del rock. «Si mil personas de las que piensan que tenemos dinero para comprar un piso me dan un euro igual me ayudan a comprármelo. Estamos lejísimos de eso», expone Milky.
Y, aunque lo político sea parte innegociable de este grupo, el goce aún está por encima. «Hay que pasárselo bien, tío, hay bandas políticas que son un aburrimiento tremendo porque son chabacanos y panfletarios. Si vas a hacer música política, tienes un trabajo importante para que no suene a un panfleto tremendamente manido, maniqueo y simplón«, arranca Álvaro. «No somos realismo soviético, tú, aquí no todo tiene que contribuir a la perpetuación del Estado revolucionario. Yo me pongo temas que hablan de banalidades, me encantan los disfruto y los bailo», aporta Milky. Cierra Jorge: «Otra cosa es que merezca la pena coger cada canción y hacer un análisis, que eso es muy de esta época. Cada vez que la gente mainstream hace algo que medio suena a político se le sobredimensiona, se dice que es increíble el grado de intertextualidad y eso es puto marketing. Basta ya de estar haciendo ese juego, no perdamos tiempo en sobredimensionar todo».
Que vuelva la música: «Nuestro horizonte de futuro es un fondo de pantalla, la experiencia 360 de una disociación».