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La coautora de este artículo no había nacido cuando este periódico se fundó, una primera razón para sostener, piensa el coautor de este artículo, que el mundo, incluso EL MUNDO, fue a mejor. Pero la coautora no tiene tiempo para grandilocuencia, pues anda en una nueva mudanza, para seguir compartiendo vivienda, de una Alicia a otra Alicia, mientras remata un tema sobre mascotas para Economía, otro sobre multas para Gran Madrid y este mismo artículo para el libro del XXXV aniversario, en paralelo a un cambio de sección dentro del propio periódico.
Ella habla con su cuerpo de la precariedad, de un presente y un oficio que no rentan, y él insiste en que no hay mayor botín que contribuir a la continuidad de la vida, y del periódico, al entrar en su tercera generación, la de los que no conocieron al fundador, ni a su sucesor, ni al siguiente ni… Nacidos después del J. Fue el actual director, entonces un peldaño por debajo, quien al contratarla, aún con mascarilla de pandemia, celebró: «Tú y Vicente[Coll] sois los primeros contratos indefinidos y a jóvenes desde hace mucho».
El mundo pasa por EL MUNDO, lo atraviesa con sus pesares, pero también con sus claros y con sus perspectivas generacionales distantes. Eso, indudablemente, lo hace mejor. Y por ahí empiezan a comprenderse coautora y coautor. Y así, entre cesiones se encuentran, y consensúan una idea para 35 años: No nos va tan mal. ¡Extra, extra, no nos va tan mal! O, al menos, podría irnos peor.
En cualquier caso, se trata de ser leales también al sentido y al porvenir del mundo y de EL MUNDO, a un proyecto que en su origen se decía «del siglo XXI» con 11 años de adelanto. El periódico duro, ideológico, que construye su identidad sobre lo peor, sobre las (malas) noticias, sobre la investigación, de los GAL al espía Pablo González, del caso Juan Guerra al caso Begoña Gómez, pasando por los sobresueldos del PP de Gürtel, quiso ser popular, quiso ser avanzadilla y alegre, hasta lo temerario. Se presentó, de hecho, con una bola del mundo verde, tan verde como el segundo subtítulo de su primera portada: «Los ecologistas tendrán escaños si sus votos van a una sola lista». No ocurrió ni ha ocurrido nunca, pero nada resta a la audacia de querer situar debates en su tiempo, anticipándolos, para algo mejor, incluso chocando con la parroquia supuestamente más afín al medio, pero más reacia a esas novedades abanderadas.
Mili, homosexuales, tabaco…
Forzar costuras como principio: ocurriría de inicio con ese verde ecologista y hasta con el rojo de Anguita; ocurriría frente al verde con un no a la mili, allá por 2001, que aún defendíamos como un acierto de Aznar en un editorial de 2018; ocurriría con el matrimonio homosexual en 2005, que el 84% de los españoles aprobaba diez años después, según el Eurobarómetro; ocurriría en la defensa del derecho al aborto con sus plazos, la fórmula que aprobaba el 71,4%, según la encuesta propia más reciente, hace un año. ¿Qué dijimos de la ley antitabaco, lejano 2010? Poco importa, si hoy nadie echa de menos ese tufo en ropa y pulmones ajenos. Importa que la convicción de independencia llegó hasta el punto de sacudir a los propios si era por un bien considerado superior. Al cambiar de siglo, un «…contra la guerra» colgado de la cabecera de EL MUNDO con sus tres puntos suspensivos, doloroso 15 de febrero de 2003 para Aznar.
Veinte años después, andamos explorando sin vértigo potencialidades y riesgos de la Inteligencia Artificial, entrelazando imposibles: en portada, Yolanda Díaz y Pablo Iglesias agarrados por la cintura; a la vuelta, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo sonriendo, como quien espera turno en la barra del Toni2, y en el cierre de ese Primer Plano del 4 de abril de 2023, generado con Inteligencia Artificial, Iglesias del brazo de Santiago Abascal.
Educación, sanidad, mujer…
A nuestra manera, enlazamos llamadas al futuro y a un algo optimista. Porque sin necesidad de declararse apóstoles de Matt Ridley ni de esgrimir El optimismo racional como un libro sagrado, estas tres décadas y media, que empezaron con un «muro de la vergüenza» quebrado en Berlín, dejan un balance que ni tan mal: 10 millones más de españoles (48) y siete años más de esperanza de vida, con una preciosa media de 84 velas. Ya casi nadie muere de sida (0,9%), que suponía el 11,9% de fallecimientos cuando se le llamaba epidemia…
…La tasa de abandono escolar se redujo a menos de la mitad (del 37% al 13,6%); el 23% de la población adulta ha concluido el Bachillerato (4% en 1989); las mujeres son mayoría del 57% en la universidad (ya eran el 49% en 1989) y deberían ser, por ley, un 40% de las directivas (hasta 2003, ni cifras fiables había)…
…Hasta los abuelos wasapean (94,5% de población conectada) y hay ordenador en el 82,6% de hogares, 70 puntos más que en 1996…
…Los padres que disfrutaban de 4 días por paternidad tienen hoy 4 meses. Y eso es también liberación para ellas, ya madres sin prisa (32,61 años de media, cuatro más que en 1989), incluso no lo son, o lo son sin ellos, o…
…Habrá quien observe alarmado la caída de nacimientos (322.075 en 2023 frente a los 486.575 de 2010) o el incremento de la inmigración (más de seis millones cuando no llegaban al millón cuando se fundó este diario), pero son procesos de la contemporaneidad. En buena medida, se complementan…
…Y habrá pocos, ni el coautor se lo puede negar a la coautora, que cuestionen la cronificación de lo insoportable alrededor de la juventud: récord europeo de paro (pese a la leve mejora, fluctuante, en 4 décadas) y de dificultades materiales para su autonomía…
…Siguen asesinando a mujeres, demasiadas mientras sea una, pero aprendimos a nombrarlo un 22 de diciembre de 2004, con un Congreso votando en u-na-ni-mi-dad una ley pionera contra la violencia de género.
De héroes aislados a dioses
Sin depreciar el derecho a la denuncia ni negar el derecho al lamento, aceptemos, en definitiva, que no todo fue a peor, que estos 35 años dejaron muchos días que creímos irrepetibles, de pura felicidad o esperanza. Tal vez ningún ámbito sirve una prueba mayor que el deporte, un ingrediente pasional y una apuesta de este diario para conectar con el público más amplio, desde su primer número. En la edición nacional del 23 de octubre de 1989, la foto fue para «El juego sucio de Senna hizo campeón a Prost»; en la edición de Madrid, la foto cambió a «Toshack arremete contra los jugadores».
Cuestiones ajenas o menores, con los ojos de hoy, tan bien acostumbrados: 9 Copas de Europa más en blanco y las 5 azulgrana; España fue oro mundial en balonmano (2005), baloncesto (2006) y fútbol (ellos, 2010; ellas, en 2023); un español domó la F1, otro se hizo eterno en el tenis y un tercero, siendo amigos, ganó dos veces laNBA. El país que festejaba -y se anestesiaba- con no se cuántos títulos más uno, valiosos, pero en la categoría más modesta de motociclismo, hizo 11 veces suya Moto GP. El país que celebraba la simple presencia en los Juegos, «una experiencia», vio a Mireia Belmonte siendo reina en la piscina olímpica y a Ruth Beitia en el estadio olímpico. La España que fue de héroes es hoy una España, simplemente, de dioses. Y diosas, en un impulso aun más significativo.
Pasión sin hora de cierre
Este diario estuvo en París las 14 veces con Nadal campeón; el día que España ganó la Copa del Mundo unió de festín portada-contraportada y guardaba medio centenar de páginas especiales; apostó por un suplemento olímpico en 2016 casi sólo con mujeres (Muguruza, Belmonte, Beitia, Carolina Marín… enmarcadas) y ellas darían luego más medallas que ellos; la noche que Pau Gasol agarró el anillo de la NBA, en 2009, la edición de Madrid se desveló para acoger esa noticia de las 4.38 horas ya en España. Ningún otro diario la llevó al quiosco.
Cuando Peeeedro Almodóvar repitió Oscar, en 2003, hasta las seis de la madrugada se tuvo al ralentí la rotativa. Fue tan arriesgado que la tirada sólo llegó a Madrid ciudad y no queda rastro en Orbyt. Pero por intentar contar buenas noticias, tampoco, nunca queda.
De haber nacido tres días antes, habríamos dado todo por el Nobel de Camilo José Cela.
Hoy lo contaríamos en directo, como el último cuarto de siglo, reconocidos, más allá de las paredes de Pradillo o de San Luis, como pioneros en internet. Y a las 23.00 horas se podría ya leer el periódico en Orbyt, quiosco digital. Y en un rato tendría Javier Attard su podcast, premio Ondas.
Ninguna buena noticia se repitió más que el liderazgo mundial de España, 32 años seguidos, en trasplantes. Supimos de alternancia en Moncloa, bendita para frenar el caudillismo; Pedro Duque se puso en órbita y fueron portada, al germinar, el 15-M de 2011 («Miles de personas citadas por internet corean ‘no les votes’») y el 2018 morado («La mujer se abre paso en un 8-M histórico»).
No hubo en 35 años resignación ni debe haberla. En la coautora hay un excel, una precisión de neutralidad, y un traductor de Google a mano con 243 idiomas -acaba de incorporarse el occitano-; en el coautor hay restos de ideas que sirvieron a muros y el diccionario con traducción de cada palabra a seis idiomas, primera memoria de EL MUNDO, por aquel coleccionable que se lanzó a hacer, no sin resistencia familiar -nunca fue este diario algo cómodo-. Corría 1993, un año antes de nacer la coautora y cuando el coautor vislumbraba los 15. Él, ni así logró controlar más de un idioma; ella se movió bilingüe este verano por Canadá. Definitivamente, no nos va tan mal, si además podemos contarlo, además aquí. Aunque a todos debería ir mejor.