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¿Quién es Alberto Ruffoni y por qué gana todos los concursos de cata de vinos?

by Marko Florentino
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«Casi me olvido de poner mi nombre en una de las pruebas más complicadas», cuenta Alberto Ruffoni sobre su experiencia en la competición Spanish Wine Master organizada por Ramón Bilbao el pasado mes de octubre. Se trataba de construir un vino final mediante cuatro vinos base de diferentes variedades, añadas, crianzas y estilo. «Había que anotar el nombre del concursante en una etiqueta que colgaba del cuello de la botella y casi la entrego sin identificar. Es un error que me persigue y que resultará familiar a quien me conozca. Varias personas del público se rieron recordando que ya en 2023 nos descalificaron a Boris Olivas y a mí en la Cata por Parejas de Vila Viniteca, que habíamos ganado el año anterior, por no poner nuestro número de identificación en la corrección anónima», recuerda este español nacido en Venezuela. «En realidad, nos descalificamos a nosotros mismos, porque el rigor de los jurados en estas decisiones es fundamental para legitimar los concursos y sus resultados».

Afortunadamente, en esta ocasión, el sumiller puso su nombre y terminó coronándose como el mayor experto mundial de vino de España en un concurso de cata que conoce especialmente bien. «A nivel individual, gané la edición española del Spanish Wine Master de Ramón Bilbao en 2023, y ahora, su versión internacional contra representantes de Gran Bretaña, Estados Unidos, México, República Dominicana y Colombia. Pero la mayoría de lo que aprendo y practico no viene solo, sino en compañía de grandes amistades y colegas: el vino une, y hay personas muy generosas de las que se puede aprender muchísimo», defiende.

Hagamos recuento. En 2022, Alberto Ruffoni y Boris Olivas ganan la Cata por Parejas de Vila Viniteca, uno de los concursos más prestigiosos de Europa, que consiste en dos fases de siete vinos donde hay que intentar acertar la variedad de uva, la añada, la región y el país, así como la etiqueta y la bodega. Este año, la pareja de cata gana la Batalla de Sumilleres que organiza el Instituto Galego do Vino en el Galicia Forum Gastronómico, rodeados de grandes profesionales. Y hace unos meses, el dream team formado por el propio Ruffoni, Álvaro Alcalde, de la importadora Alma Vinos Únicos, y Jacobo García, colaborador del afamado prescriptor James Suckling, queda segundo en el Campeonato de España de Cata a Ciegas por Equipos.

¿Quién es Alberto Ruffoni y por qué gana prácticamente todos los concursos de cata a los que se presenta?
Nací en Caracas en 1988 y mi familia, de origen ítalo-gallego, me trajo a vivir a A Coruña con tres o cuatro años. Mi acento me delata. Siempre me ha gustado probarlo todo y comer: mi madre cocina maravillosamente bien y mi familia paterna es del Ribeiro (Laias en Cenlle, Orense), así que el vino siempre estuvo a mi alrededor. Hice el bachillerato artístico y me vine a Madrid para estudiar Publicidad y Relaciones Públicas y me licencie en Antropología Social y Cultural, con un Erasmus de Relaciones Internacionales en Liubliana, Eslovenia.
¿Cuándo se produce tu llegada al mundo del vino?
Entré en el mundo del vino en 2013 como becario de comunicación y eventos en Peñín. Me quedaba por las tardes a aprender con los compañeros de cata e hice un curso de sumillería. Carlos González, director de la guía, me invitó a formarme como catador y pasar al ‘lado oscuro’: estuve más de cinco años aprendiendo con él y con Javier Luengo, probando vinos de España, México, Chile y Argentina. Allí hice el WSET3, me apunté al WSETDiploma, que estoy a punto de terminar, y conocí a Boris Olivas, mi pareja de cata y compañero de aprendizaje».
Y de ahí a los concursos de cata. ¿Cuál es vuestra técnica para ganar este tipo de pruebas?
Preparación. Además de que cada uno viaja, estudia y prueba por su cuenta con experiencias profesionales a título personal, quedamos a menudo para beber y comer hasta altas horas de la noche. Nuestro punto de encuentro actual es Black Pepper & Co, la tienda de especias de Luis Alcázar. Allí nos reunimos con muchos colegas de la gastronomía con quienes charlamos y catamos a ciegas relajadamente, porque en una tienda de especias nadie espera catar bien ni dar lo mejor de sí. Nos entrenamos jugando, porque es fundamental sintonizar con tus compis y su lenguaje».

¿Cómo te sientes tras haber sido nombrado el primer Spanish Wine Master mundial?
Afortunado, agradecido, a veces orgulloso y otras abrumado, ¡pero feliz! Había finalistas con títulos envidiables y mucha experiencia en vino español que habían destacado entre más de 3.000 aspirantes. El equipo de Ramón Bilbao lo tenía todo muy bien organizado, hubo muy buena asistencia, un premio sustancioso y pruebas muy innovadoras diseñadas por Elisa Errea y The Wine Studio. Estoy muy contento con la repercusión que está teniendo, pero me da apuro ser mencionado como el mejor del mundo en algo: hay personas maravillosas y mejores en esta profesión que pasan desapercibidas por una razón o por otra
Durante la competición, tuviste que enfrentarte a pruebas relacionadas con los cinco sentidos. ¿Cuál fue la más desafiante para ti?
La más complicada fue la prueba del oído. Consistía en identificar una operación de viña o bodega escuchando una grabación. Reprodujeron una serie de ‘soplidos mecánicos’ intermitentes, e imaginé las tijeras hidráulicas que se usan para podar y otras labores de campo. Anoté ‘podar’ y lo taché por ‘vendimiar’, pero como no escuchaba ruido ambiental como viento, hojas o pisadas, lo cambié por una actividad de bodega como el encorchado, y fallé. Las opciones que descarté eran correctas. Una clara muestra de mi inexperiencia urbanita en el sector primario. Algo que me encantaría solventar.
¿Cuál crees que fue tu mayor fortaleza, el «superpoder» que te llevó a ganar el concurso?
Creo que la cata a ciegas, y sonará a fantochada, pero diría que las tablas sobre el escenario. Catar a ciegas consiste en identificar un vino sin ninguna pista salvo tus sentidos y el líquido que hay en la copa. Es un juego que se me gusta, me divierte y donde no me sobreexijo: siempre (repito, siempre) se falla más de lo que se acierta y estoy acostumbrado al error. Y en cuanto a las tablas, mi hermano, Alejandro Ruffoni, es director de escena y siempre ha contado conmigo para actuar. Gracias a él me he atrevido a hacer cosas en público que sonrojarían a cualquiera. Creo que esto me ayuda a mantener la calma en directo.
¿Qué significa para ti ganar el título de Spanish Wine Master y cómo puede impactar en tu carrera?
Está teniendo mucha visibilidad. Medios especializados y generalistas de dentro y fuera de España os estáis haciendo eco de ello, y recibo mucho cariño y felicitaciones. Mi teléfono y redes sociales están más activas que nunca. Ya había ocurrido algo parecido, aunque a menor escala, el año pasado con la edición española de esta competición. Gracias a ella y, por recomendación de la sumiller Pilar Cavero y los Master of Wine Sarah Jane Evans y Pedro Ballesteros, participé por primera vez como jurado en los Decanter World Wine Awards de Londres, el concurso de vino más completo del mundo. Creo que ahora, habiendo ganado frente a representantes de otros países en esta edición internacional, se podrían abrir más posibilidades en el extranjero.
El galardón viene acompañado de una dotación económica de 15.000 euros. ¿Cómo planeas utilizar el premio en metálico? ¿Elaborando tu propio vino, quizás?
Espero ponerme al día con varios gastos relacionados con mi formación. Pero, además (y esto no quiero decirlo muy alto), me gustaría dar forma a un proyecto de gastronomía, especias, vinos y fermentos de la mano de uno de mis mejores amigos, Luis Alcázar de Black Pepper & Co. En cuanto a elaborar vino, este año he tenido la suerte de que Rosana Lisa, enóloga de la bodega Lalomba, me ayudara a hacer realidad un clarete de guarda riojano como parte del premio del Spanish Wine Master nacional. Es una persona talentosa y estoy muy feliz con el resultado. ¡Pronto podremos probarlo!».

¿Qué otros retos tienes en mente tras este logro?
Por lo pronto, seguir dando clases de sumillería en MACC (Universidad de Comillas) y escribir sobre vino a nivel nacional. En el futuro me gustaría hacerlo también en inglés y, si cojo ritmo, en un formato más largo. Creo que hay asuntos sociales y culturales muy interesantes en la gastronomía que todavía no se han tratado, algo que me motiva mucho como antropólogo de formación. Y, por supuesto, volver a la Cata por Parejas de Vila Viniteca y al Campeonato de España de Cata por Equipos. Es un juego que nos encanta.
¿Qué consejo le darías a alguien que aspira a convertirse en sumiller profesional?
Que estudie mucho, que viaje y que pruebe todo lo posible, bebiendo con moderación, conservando la humildad y la honradez. Que no se centre solo en su gusto personal, sino que intente entender y satisfacer el del resto, empezando por sus seres queridos. Una de las cosas que más me ha enseñado es servir vino a mi madre, porque el foco está en pasarlo bien y en comunicar de manera clara y sencilla. Hemos bebido y gozado grandes vinos juntos. No hace falta grandilocuencia o estudio para disfrutar del vino.
¿Cuál es tu visión sobre el presente y el futuro del vino español dentro y fuera de nuestras fronteras?
Creo que en España vivimos un momento de transformaciones en el entorno, el mercado y la cultura del vino. Los efectos del cambio climático ya están aquí, con lluvias torrenciales y sequía. Suben los costes y los insumos. La demanda de vino baja generalizadamente (se bebe menos pero mejor) y la de tinto, especialidad patria, aún más. Incluso las regiones establecidas experimentan excedentes, con acumulación de añadas y ayudas a la destilación. Muchas empresas rediseñan su oferta y remodelan su negocio. Y hace meses que se menta la palabra ‘crisis’. Pero también se abren oportunidades. España está en un momento de ebullición de proyectos pequeños, en regiones emergentes, con variedades minoritarias… En el extranjero nos miran con expectación desde que una nueva ola de elaboradores ha despertado su curiosidad con vinos ricos, únicos, singulares y cuidados, que no buscan posicionarse o competir solamente desde el factor precio. A mí, que lo vivo desde el lado de la copa, me parece un presente dinámico y un futuro ilusionante.
Como sumiller y consultor, ¿Qué tendencias estás observando actualmente en el mundo del vino español?
No voy a ser muy creativo aquí. En general, en España veo tendencias parecidas a las del resto del mundo globalizado: vinos más secos, frutales y refrescantes, aligerados de cuerpo, madera, azúcar y alcohol. Blancos, espumosos y colores intermedios (rosados y naranjas que adquieren su tono del contacto con la piel de la uva) despiertan mucho interés; mientras baja el consumo de vinos tintos potentes. Además, se valoran las uvas autóctonas y las regiones menos conocidas ante el encarecimiento de las más establecidas, y las elaboraciones ecológicas y naturales (sin filtración ni aditivos). Bebemos menos de mejor calidad, y buscamos, con más o menos coherencia, vinos más frescos, sanos, locales y sostenibles.
¿Recomiendas un vino que te han llamado especialmente la atención últimamente?
Hay un blanco manchego que me encanta, que tiene una relación ‘placer-precio’ imbatible y que me sorprende en cada añada. Probé Ponce Blanco 2023 de mano de la sumiller Lucia Araque, en una cata en Caino (muy buena, por cierto), y me impresionó por su profundidad, mineralidad y contención. Este vino, elaborado por Juan Antonio Ponce en la Manchuela conquense con la variedad Albilla, es discreto y poco aromático, con fruta blanca muy fresca y una boca tensa, apretada y salina. Un regalo y uno de los mejores vinos blancos de la meseta sur española.





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