Pedro Sánchez es un tirano que preside una democracia porque es la manera que ha encontrado para encaramarse al poder, dormir en la Moncloa y disfrutar del Falcon, pero eso no quiere decir que le gusten las democracias liberales. Salta a la vista que para él, la separación de poderes y el resto de contrapesos sobre los que se sustenta el Estado de derecho son un engorro que intenta eliminar. Le molesta tener que contar con el Poder Legislativo para gobernar, como él mismo verbalizó, y por eso cerró el Congreso durante la pandemia y evita pisarlo tanto como puede y no digamos ya el Senado.
Tampoco le gusta el Poder Judicial y por eso denigra a los jueces mientras intenta colonizarlo como ya ha hecho con todas las instituciones que ha podido para que estén a su servicio, aunque eso implique delinquir. Y, por supuesto, intenta acabar con la prensa libre acusándola de esparcir fango cuando, en realidad, toda la información que ha ido saliendo en medios como THE OBJECTIVE se ha acabado revelando como verdadera. Desde aquí, toda mi admiración por el valiente equipo de periodistas dirigidos por Álvaro Nieto y mi especial reconocimiento a Ketty Garat por el injusto linchamiento que ha sufrido durante todo este tiempo.
Sin embargo, como todos los tiranos, Sánchez odia la risa y le ha sucedido lo peor que le podía suceder a su descomunal narcisismo: que se están convirtiendo en objeto de burla tanto él como su mujer, Begoña Gómez, que ha pasado de catedrática de palo a la Pichona y de sus ínfulas académicas al choteo general por la viralización de vídeos de su actividad laboral que dejan claro que, la pobre, no es precisamente el lápiz más afilado del estuche.
Durante los años más duros del proceso separatista, cuando ellos dominaban todo el relato y su omnipresencia se hacía insoportable para la mayoría catalanes, el humor fue una de las grietas que logró resquebrajar la imponente maquinaria que habían construido ante la incomparecencia del Estado: Ramón de España, Albert Soler y la web satírica Dolça Cataluña, con sus mofas a unos personajes que, en realidad, eran bastante ridículos y con el cachondearse de su pretendida épica y retratarla como el delirio que realmente era fue demoledor para los independentistas y liberador para muchos ciudadanos.
Creo que la única política que ha entendido que el talón de Aquiles de Pedro Sánchez es la risa ha sido Isabel Díaz Ayuso, que trufa sus intervenciones en la Asamblea de Madrid de gracejo chulapo y, quizá por esto, Pedro Sánchez manifiesta un odio tan incontrolable hacia ella que no ha dudado en utilizar a la Fiscalía General del Estado para intentar destruirla y que, de momento, lo que ha conseguido es la dimisión del secretario general de la Federación Socialista Madrileña y que en una democracia europea se dé una situación tan inaceptable como el tener a un fiscal general imputado con muchos visos de ser condenado en vista de la información publicada.
«Utilizar los aparatos del Estado en contra de rivales políticos y personas anónimas es propio de repúblicas bananeras»
Y qué decir del montaje policial para acabar con Nacho Cano por haber apoyado a la presidenta madrileña, que también se les ha acabado volviendo en contra porque el artista lleva triunfando desde los 80 sin necesidad de subvenciones y eso lo hace libre y lo dota del dinero necesario para defenderse. El utilizar los aparatos del Estado en contra de rivales políticos y no digamos ya contra personas anónimas es más propio de repúblicas bananeras que de un país europeo por lo que parece que Delcy Rodríguez no solo importó maletas a España.
Es evidente que cumplir con las normas democráticas es un fastidio para Sánchez desde siempre, baste para ello recordar el bochornoso episodio de las urnas tras las cortinas por el que fue expulsado de su partido y como de ahí emprendió la reconquista con Santos Cerdán, Koldo García y José Luis Ábalos. Estos días se ha hecho pública una foto de él y esos tres mosqueteros talluditos de prominentes barrigas con los que se acabó haciendo con el PSOE y gobernando España.
Al igual que Begoña Gómez, ninguno de los tres tiene licenciatura y, también como ella, lo que les falta de formación les sobra de ambición y están siendo investigados todos por varios delitos. Resulta difícil creer que el nexo común que les une, su Persona, no fuera conocedor de estos. Y al margen de las posibles consecuencias de sus actos, que estos personajillos hayan estado a los mandos de España es para hacérnoslo mirar como país, de verdad, y por eso estamos como estamos: no es ya que vayamos a escándalo diario; es que cuando vuelves a conectarte a la actualidad después de cualquiera de tus actividades cotidianas, qué sé yo, del trabajo o del gimnasio, ya se ha destapado uno nuevo. Son ya tantas las personas del entorno de Sánchez imputadas o bajo sospecha que se podría crear un calendario de Adviento con sus nombres y sus fotos.
Este fin de semana hemos podido comprobar, estupefactos, Begoña Gómez era recibida como una estrella en el congreso socialista, pese a todas las sospechas que se ciernen sobre ella y la evidencia palmaria –solo hay que ver sus vídeos- de que medró profesionalmente por ser la mujer de Pedro Sánchez, lo cual no casa con el feminismo con el que se autodefinen. Pero vamos, que no podemos esperar mucho si el que acabó defendiendo el feminismo del partido, así como su lucha contra la corrupción, fue José Luis Ábalos, uno de los muchos socialistas que, por lo que parece, va a ir pa’adelante.
Veremos si logran que los cortafuegos se queden en las segundas y terceras líneas o también acaba arrollando al Uno. Pedro Sánchez está muy preocupado por cómo va a pasar a la Historia y me da a mí que el retrato que se va a hacer de él es más semejante al del esperpéntico Tirano Banderas que al de gran estadista mundial que pretende.