Cuando se despide de la entrevista, Gervasio Iglesias (Sevilla, 58 años) se resiste a felicitar la Navidad a sus contertulios. Por militancia aconfesional prefiere utilizar la fórmula Feliz Año y confirmar así la paradoja de que una de las personalidades más destacadas de la contracultura y el underground andaluz, productor de algunos de los éxitos más rotundos del cine español (Modelo 77, La isla mínima…), haya elegido como protagonista de su segunda novela a la venerada monja Ángela de la Cruz, canonizada por Juan Pablo II y fundadora en Sevilla de la congregación conocida como las hermanitas de la Cruz, dedicada a ayudar a los pobres. Murió en 1932, en plena efervescencia anticlerical de la II República y sin embargo, fue un concejal de izquierdas y ateo quien pidió su reconocimiento: “Obrera en la fraternidad”. El calado social de este personaje ha servido a Iglesias para construir Ángela (El Paseo Editorial).
Pregunta. ¿Qué hace un ateo como usted escribiendo una novela como esta?
Respuesta. Soy totalmente ateo. No creo en Dios, pero creo en Ángela. Lo que me llamó siempre la atención es el grado humano, humanitario y solidario que tiene su historia.
P. Es que su primera novela, Enteógeno 2312, fue un viaje alucinógeno por el mundo de las drogas… podría pensarse que esta Ángela es el resultado de otra alucinación.
R. No, la primera novela, que era mucho más crítica, realmente es un viaje a lo desconocido del cerebro. Y esta nueva es un viaje a lo desconocido de la potencia del alma humana para ayudar a los demás.
P. ¿Cómo la descubre?
R. Investigando para un documental, encontré las crónicas de lo que pasó en Sevilla los días siguientes a la muerte de Ángela. Más de 60.000 personas pasaron a honrar su cuerpo expuesto. Ahí leí que un concejal de la mayoría de izquierdas en el Ayuntamiento de Sevilla había convocado un pleno para hacerle un reconocimiento. Reconocía en Ángela de la Cruz unas virtudes humanas excepcionales.
P. Se reunió con las hermanas de la Cruz para contarles su intención de escribir una novela biográfica sobre su fundadora. ¿Les confesó su ateísmo?
R. Me reuní con ellas por respeto y porque siguen realizando la labor de Ángela al 100%. El comienzo de mi reunión con la madre superiora fue así. Lo primero que le dije fue: soy ateo, no creo en Dios. Se sonrió, me cogió de la mano y me dijo, hijo mío, eso a nosotras no nos importa nada.
P. ¿Y qué tenía esta mujer para encandilar a la Sevilla obrera y anticlerical?
R. Ángela tenía una enorme motivación religiosa y una enorme creencia, sin eso no puede entenderse al personaje. Ella tuvo una ensoñación de joven en la que vio a Cristo crucificado en la cruz y al lado una cruz vacía, y entendió que ese era el lugar que ella debía ocupar, el lugar del sacrificio por los demás, que era que para ayudar a los pobres había que hacerse pobre con los pobres, que creo que es revolucionario en la época en la que lo dijo.
P. La novela tiene un mensaje claramente feminista.
R. Soy feminista. Primero por convicción, pero también porque creo que desde comienzos del siglo XX es la única revolución que permanece activa y sigue avanzando. En la lucha de Ángela vemos a lo que hoy en día llamaríamos una mujer empoderada. O sea, que es una persona de clase humilde, sin recursos, mujer que nace en 1846 y que empieza un camino donde ella tiene muy claro lo que quiere conseguir y cómo conseguirlo. Y la forma de conseguirlo era creando su propia orden. Esto nadie lo había hecho hasta ese momento. No hay que olvidar que Ángela con 30 años monta una escuela nocturna para prostitutas y obreras y eso imagínate lo que supuso la ciudad.
P. ¿Es también una novela política?
R. No, yo no tengo ninguna postura política activa. A mí me gusta analizar el pasado, entender las estrategias políticas, contar la Historia. Me gusta mucho el thriller político, pero nunca he sido político ni me he dejado llevar jamás por el cortoplacismo de la política.
P. Una época apasionante: la ciudad de Sevilla de principios del siglo XX, la que recibe a los poetas del 27, la que se prepara para la Exposición Iberoamericana de 1929 y la de la Corte Chica de los Duques de Montpensier.
R. Es un periodo muy interesante porque es muy convulso. Ángela vivió las dos repúblicas, curiosamente, y entre otros muchos periodos, vive el Sexenio revolucionario, donde cayó la monarquía borbónica, cayó Isabel II, y donde realmente parecía que España podía haber cambiado hacia un país más dentro de la modernidad que en ese momento se estaba implantando en Europa. Una época en la que se está creando una burguesía, se está consolidando la revolución industrial y están surgiendo los sindicatos en toda Europa. La labor de Ángela no puede entenderse sin contar ese momento.
P. Le gusta contar el mundo desde Sevilla. Sus películas eligen lo local para acercarse a lo universal.
R. Desde lo local se cuentan las grandes historias universales. Y entonces encuentran su acento, su carácter. Una amiga mía siempre dice que esta es la única ciudad donde conviven hippies y capillitas. Esa es la forma de denominarlo en el siglo XXI. Pero realmente siempre ha habido una ciudad con un gran poder económico y una ciudad con un underground potentísimo desde los siglos XVI y XVII. Gente que venía a buscarse la vida. Cervantes lo retrata perfectamente. Porque creo que al final es la concordia, es la solidaridad y eso Ángela lo representa totalmente.
P. El cómico sevillano Manu Sánchez dice: “A Madrid hay que ir, pero no hay que irse”.
R. Lo corroboro totalmente, a Madrid no hay que irse. Madrid es una ciudad con una personalidad diluida y Sevilla es una ciudad con una personalidad fuerte. Pero los jurdeles están en Madrid, jajaja.