Sherri Crichton, viuda de Michael Crichton, le ha puesto un pleito a The Pitt. Alega que la nueva serie de Max es un calco de Urgencias, creada por su difunto marido en 1994. Tanto se parecen que hasta comparten a Noah Wyle, el protagonista de The Pitt que se hizo famoso por haber participado en Urgencias. ¿Es la primera un calco de la segunda? Sí ¿Es eso malo? En absoluto.
La reclamación de Sherri Crichton quizá termine en la clásica disyuntiva entre lo legal y lo elegante. ¿Es legal utilizar ciertos elementos de la serie de Michael Crichton sin pagar a sus herederos? Probablemente sí. ¿Es elegante? No. Según la señora Crichton, The Pitt nació justo cuando las conversaciones para recuperar Urgencias fracasaron. Qué feo todo.
Y es que Urgencias no era su trama, sus personajes o sus subtextos, que los tenía y eran importantes. No, Urgencias era su ritmo, su manera de mover las cámaras, su crudeza, su negativa a ser un drama porque sí y su forma de abrazar la comedia cuando ésta surgía. Aunque de fondo otro alguien se estuviese muriendo.
Porque en Urgencias se moría gente. Como en The Pitt. Y como en cualquier hospital del mundo. ¿Es todo lo anterior susceptible de ser registrado como una creación artística? Será interesante ver lo que dicen los jueces al respecto. A menos que los productores de la serie y Sherri Crichton lleguen a un acuerdo extrajudicial.
Movidas como la de la viuda del autor de Parque Jurásico y Westworld son relativamente habituales en Hollywood. Sherri, además, ya protagonizó otra demanda, digamos, exótica en 2008: cuando Michael Crichton murió, ella, su quinta esposa y viuda, estaba embarazada de seis meses. Serri luchó para que el bebé aún en su vientre fuese también heredero de la fortuna del escritor. Lo logró.
Lo del nonato de Crichton parece sacado de The Good Wife. Los casos de The Pitt son otros. Y rara vez son divertidos. Pero la serie, igual que Urgencias (última vez que escribo esto en este texto), no se recrea en el dramatismo extremo de unas urgencias hospitalarias. Sus trabajadores son personas normales y corrientes, con sus miserias y sus grandezas, con días buenos y días malos que no necesariamente coinciden con los días buenos y malos del hospital en el que trabajan. Básicamente porque de los primeros hay pocos. ¿Quién va a urgencias a pasar un buen rato?
Igual que Urgencias (mierda, ya se me ha vuelto a escapar), The Pitt crea una música extrañamente armónica mezclando cadencias que, en teoría, no deberían de encajar: mientras una camilla entra a toda velocidad, dos médicos reflexionan sobre el paciente al que acaban de visitar y, por detrás, Dana (Katherine LaNasa), la enfermera jefe del departamento, intenta que las cosas funcionen con una serenidad que en otra serie, en una serie peor, estaría fuera lugar, pero en ésta tiene todo el sentido del mundo. ¿Qué enfermera aguanta la presión de urgencias si se toma todos las tragedias que ve ahí como propias?
El adictivo ritmo de The Pitt se potencia todavía más con su decisión de cortar episodios en medio de las tramas. El siguiente ya recogerá lo que el anterior dejó a medias. Funciona como un trabajo por turnos, una rueda que nunca se para porque no se puede parar. Y sin embargo sabe desarrollar sus personajes. No tanto como para que termines olvidando a veces a qué se dedican (como pasaba en Anatomía de Grey) pero sí lo suficiente como para que no creas estar viendo la versión hiperlujosa de Centro médico. Uno crees estar viendo Urgencias y eso es bueno.