Otra vez este atípico pensador, maestro en cuestionarse y cuestionarnos, va mucho más allá de la mirada sociológica. Su curiosidad, su cercana erudición, su capacidad para reinterpretar la cultura y la vida, la política y el arte, nos hacen pasar unas horas deliciosas de … lectura dónde recorremos lo desafiante y perturbador del mundo visto como si fuera un escenario.
No somos tan diferentes del melancólico shakesperiano Jaques de ‘Como gustéis’, ni del romano Juvenal cuando decía «toda Grecia es un escenario y todos los griegos son actores». Hace siglos vivimos interpretando nuestro pequeño papel en este teatro del mundo.

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Autor
Richard Sennett -
Editorial
Anagrama -
Páginas
328 -
Precio
23,90 euros
Quizá nunca más que ahora seamos actores de reparto en una obra de representación global, emitida en tiempo real y de resultados muchas veces irreales. El último libro de Sennett, ‘El intérprete’, es lúcido, irónico, agudo y de una erudición tan amena que es capaz de disimular sus profundos conocimientos sobre nuestras máscaras e interpretaciones. Después de su lectura no diremos que «el pasado es un país extranjero», el pasado somos nosotros. Ayer, hoy y mañana.
Ya no rezamos a Jano para un futuro más tranquilizador. Ni rezamos a Jesús. Ni seguimos a Maquiavelo. Sin embargo nos siguen acompañando en este mundo más peligroso e incierto desde que los demagogos han dominado la vida pública. Se llamen Sánchez o Trump. Esperando que estos accidentales mandatarios, con sus impredecibles actuaciones, no consigan perpetuar su papel en este escenario y esta obra que nos toca interpretar, recuerda Sennett a Max Weber: «La mayoría de las figuras carismáticas son perturbadoras del Estado o de la religión establecida». Los carismáticos sin carisma son los peores.
Recuerda el poder de las «palabras vacías», las consignas en la Guerra Civil española, donde su padre y un tío estuvieron con las Brigadas internacionales
Todo se amansa pero en el camino podemos dejar convulsiones no deseadas ni deseables. Sennett nos ayuda a saber interpretar mejor este mundo de máscaras y carnavales. Todo el año es carnaval. Nosotros, intérpretes de nuestras vidas, necesitamos aprender el papel y su interpretación. Necesitamos saber decir nuestra propia vida y librarnos de vivir en la farsa, el engaño y la evasión de nosotros mismos. De eso también va este libro, saber cuál es nuestro anclaje, no anular nuestro yo en la apariencia «como en el caso de Sylvia Plath: sonriente por fuera, buena en su papel de madre y esposa y ciudadana responsable… mientras que por dentro está deprimida y llena de una rabia homicida» Queremos a Plath. No queremos su vida.
Ni queremos ser engañados por buenos intérpretes de la mentira. Se nos avisa de esos políticos que conocen el arte de la manipulación. El racista confeso que fue George Wallace, gobernador de Alabama, engatusaba desde la televisión con su discurso segregacionista y conseguía que trabajadores ‘blancos’, precarios estibadores, aplaudieran sus tópicos. Wallace, al igual que Trump, era un excelente intérprete. La verdad no importa. La actuación era el secreto. Recuerda Sennett el poder de las «palabras vacías», las consignas en la Guerra Civil española, donde su padre y un tío estuvieron con las Brigadas internacionales.
Lo desilusionador de aquella ‘épica’ para la izquierda y los demócratas. Vivieron en primera persona las luchas intestinas entre anarquistas y comunistas. Se defraudaron, como Octavio Paz y George Orwell: «Los eslóganes del comunismo soviético estaban tan vacíos como los del fascismo». Hay una lúcida desconfianza en Sennett contra las palabras huecas que hasta le apartaron de Hannah Arent, por excesiva en su fe en la palabra. «El teatro visceral llena la ausencia que dejan las palabras vacías».