Las estadísticas que maneja el Ayuntamiento de Sevilla hablan de que en la capital hispalense se celebran casi un millar de eventos cada año que están organizados directamente por hermandades, agrupaciones parroquiales y asociaciones. La media que sale de esta ecuación es cercana a … las 2,5 actividades al día, lo que representa un esfuerzo extraordinario de los servicios municipales que deben participar en ellos (Policía Local, Lipasam, movilidad, etc.). Lo cierto es que esta tónica cada vez más habitual en la ciudad se ha visto arrollada en los últimos años, especialmente tras la desaparición de las restricciones implantadas durante la pandemia del Covid, con el desbordamiento de las procesiones extraordinarias, cada vez más frecuentes y con más peso en el ya de por sí apretado calendario de actos de la ciudad.
La situación ha llegado a tal límite que ha ido surgiendo entre la ciudadanía un debate sobre la conveniencia de estas salidas y la posible necesidad de ponerle coto a las mismas por parte de las autoridades competentes, pero ninguna parece dispuesta a asumir ese trance. La controversia está servida al respecto y así lo confirma el hecho de que la mitad de los sevillanos dicen ser partidarios de limitar las salidas extraordinarias en la ciudad. Ese es el sentir mayoritario de la encuesta encargada por el PP y realizada por la empresa ‘Dialoga’, entre el 20 y el 31 de enero de 2025, a través de 2.400 entrevistas a personas mayores de edad empadronadas en Sevilla, en la que se asegura que el 49,5% de la población apoyaría que se restringieran estas procesiones de las cofradías fuera de su fecha habitual. Un porcentaje que sale de la suma del 11,83% que vería «muy bien» y del 37,67% que vería «bien» esta decisión.
En el bando contrario se sitúa un 27,44% de los sevillanos que no estaría conforme con esta propuesta restrictiva y la califica como una opción que es «mala». Hay, además, un 8,50% de ciudadanos que se oponen con claridad a la idea de esta limitación y señalan que sería una alternativa «muy mala» en caso de llevarse a cabo. En tierra de nadie se queda en torno a un 2,32% de los encuestados, quienes afirman que sería «regular» que se llegara a este extremo. Un porcentaje que es prácticamente insignificante y que deja a las claras que la situación de las extraordinarias es un debate que interesa y mucho a la ciudadanía hispalense. Completa el cuestionario un 12,24% de los empadronados en la capital hispalense que prefieren no contestar en el momento en el que se les plantea esta cuestión.
No existe mucha diferencia en la valoración de estos datos si se tienen en cuenta los tramos de edad. En los cuatro que se plantean hay una mayoría que apoya la limitación de las salidas extraordinarias en Sevilla, siendo la franja comprendida entre los 35 y 49 años la que más respalda esta posible iniciativa, con el apoyo del 51,44%. También supera el 50% en el caso del grupo de los sevillanos mayores de 65 años, mientras que el apoyo más tibio, que aún así alcanza un 46,37% de los encuestados, se sitúa entre los más jóvenes, los que tienen entre 18 y 34 años. En este colectivo hay casi un 10% que lo vería «muy mal», aunque son los que se encuadran entre los 50 y los 64 años los que más se oponen a la idea de poner coto a estas procesiones.
El decreto de Asenjo
Hace ya una década que el por entonces arzobispo Juan José Asenjo firmó un decreto para regular las salidas extraordinarias, después de una época de cierto frenesí en el que estas procesiones se desbordaron. El documento, que todavía sigue vigente a día de hoy, fijaba una serie de criterios para su autorización, entre los que se encontraban los aniversarios múltiplos de 25 años de la erección canónica de una hermandad o de la coronación de su dolorosa. Había un tercer condicionante, mucho más abierto, que las hacía viable en caso de que existiera un interés pastoral manifiesto. Y este ha sido el argumento al que se han agarrado muchas corporaciones para solicitar al Arzobispado la salida de sus titulares fuera de lo ordinario. Un extremo que ha visto con buenos ojos el actual prelado hispalense, monseñor José Ángel Saiz Meneses, desde su llegada a la Archidiócesis.
Es a él al que le corresponde, llegado el caso, establecer nuevos límites en este sentido, aunque por ahora ha manifestado que no ve necesario que se modifique el decreto en vigor. En sus tres años en Sevilla ha autorizado un total de 76 procesiones extraordinarias, teniendo en cuenta lo ocurrido hasta el 31 de diciembre de 2024, a las que habría que sumar las que ya están previstas para este año. En 2022 fueron 15, ascendiendo hasta las 26 en 2023 y multiplicándose aún más el pasado año con un total de 35, de las que 14 se celebraron en la capital hispalense. Por su parte, el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, ya ha avisado en varias ocasiones que «no es bueno convertir lo ordinario en extraordinario», pero que son las hermandades «las que tienen que hacer ese análisis».
Por lo que si ha abogado Sanz, como señaló en un foro organizado por ABC de Sevilla, es por «reforzar alguna fórmula de coordinación entre el Ayuntamiento, el Consejo de Cofradías y el Arzobispado para que las fechas se planifiquen con más tiempo». Al respecto, señaló que «una vez que pasara la Magna» del pasado 8 de diciembre sería una buena ocasión para hacerlo. Sí descartó implantar una tasa cofrade para que las hermandades fueran las que asumieran en primera persona el gasto de los servicios públicos que se activan para este tipo de eventos y que suponen un desembolso bastante importante para las arcas municipales. El alcalde fue muy gráfico a los pocos días de que la Estrella saliera a finales del pasado mes de octubre por el XXV aniversario de su coronación canónica: «Lo que le ha costado a Sevilla, no hay tasa que lo pague», afirmó.