Gastar en Defensa es bueno pero no contra los Estados Unidos o contra Rusia. La caricatura de sí misma en que Europa se ha convertido no la vamos a remediar peleando con nuestros vecinos ni despreciando a nuestro principal aliado, sobre todo si hemos … aprendido de la Historia que es siempre el que tiene que correr a salvarnos.
Usar el odio al presidente Trump para proclamar que ha cambiado el paradigma y ya no podemos contar con América no va a revertir nuestra baja productividad, la inseguridad ni el descontrol migratorio. ¿De verdad cree Europa que su súbito rearme le va a propiciar alguna ventaja geopolítica? No aprovechamos para mejorar el espejo que el vicepresidente Vance nos ofreció en su conferencia de Múnich, y vamos de frente contra él creyendo que si lo rompemos ya no seremos lo que vemos y no nos gusta. Forma parte de nuestro atraso no darnos cuenta de que la solución no es enfadarnos sino crecer y ser capaces de pactar una política tributaria coherente, un control migratorio eficaz y más seguridad física y jurídica, entre otros tantos asuntos.
El compadreo con Hamás es parapentismo sobre nuestro modo de vida libre y otra demostración de que nuestro sistema aspiracional está roto. Israel es la última frontera civilizada y los Estados Unidos el primer e irrenunciable aliado. Diferencias las hemos tenido siempre y hemos sido fuertes porque las hemos trabajado y resuelto. Trump ha planteado una negociación agresiva, pero negociación al fin y al cabo, y nuestra reacción histérica no es la propia de una articulación política que esté en la realidad ni entienda los mapas. Del mismo modo es poco sólido poner de excusa a Putin para vivir de espaldas a Rusia, que la tenemos al lado y no en Oceanía, en lugar de buscar formas estables de colaboración para establecer juntos una relación de más peso con los Estados Unidos. Una nueva y gran alianza europea sólo la podemos conseguir con Rusia y no contra ella. Los aspavientos armamentísticos del dos por ciento y tratar de majadero a Trump es más decadencia todavía mientras todo el mundo se va poniendo más o menos de acuerdo, deja de matar y negocia sus mejores condiciones en un delicado juego de equilibrios.
Europa no puede condicionar su diplomacia ni sus alianzas al aprecio que sienta por los líderes de turno de las demás potencias. La arrogancia de decir a los demás cómo tienen que conducirse y con quién nunca nos ha dado resultado. Tampoco la comedia de buscar siempre malos para hacernos los buenos o las víctimas, ni agitar el espantajo de Hitler cada vez que tenemos un problema. Demasiado bienestar nos ha vuelto cínicos y nos ha atrofiado de regulación, burocracia y manierismo: éste es nuestro problema y la culpa es nuestra.
Europa contra los Estados Unidos no existe y será siempre débil sin Rusia. Todo lo demás son pretextos para retrasar nuestro ingreso en la edad adulta.