Cualquiera que haya usado una app de citas habrá comprobado que es una experiencia embrutecedora. Los hombres heterosexuales suelen pensar que no valen nada: salvo si eres un pibón, los likes escasean. Las mujeres heterosexuales tienen muchos likes, pero más que nada porque los hombres tenemos muy poco filtro (son ellas las más selectivas). La experiencia homosexual es muy diferente, y al mismo tiempo no tanto. En Too match, la periodista Inma Benedito escribe sobre las apps de citas desde su experiencia como joven lesbiana en una gran ciudad. Es un libro divertidísimo, una galería de personajes estrafalarios, humor self-deprecating (la mejor manera de reírse de los demás es primero reírse de uno mismo), sociología del amor en el siglo XXI y referencias que van desde lo más pop hasta la alta literatura.
El amor hoy no consiste en dejarse caer (fall in love en inglés o tomber amoureuse en francés), sino en saber elegir. Y la oferta es amplísima. La de Benedito es inmensa. Hay una chica que trabaja en el circo, una señora con título nobiliario «que vivía en una finca perdida en algún lugar de La Mancha con un hijo preadolescente y un perro con ansiedad social», una famosa, una poeta, varias punkies y hippies que visten de Decathlon y escuchan grupos que sustituyen la c por la k, dos gemelas, una chica que se autodenomina ecléptica (sic) (como esa gente que dice que algo es subrealista), una restauradora de arte que trabaja en una tienda erótica de un centro comercial de Leganés, la tarotista de Felipe González (con esta no tiene una cita sino que acude a ella para olvidar a una chica), una dentista que dice que «tiene licencia para sacarte una sonrisa» (y lo que provoca en la autora no es una sonrisa sino una mueca).
«En las ‘apps’ hay una decisión racional y no una valoración intuitiva, que es lo realmente importante: el deseo no se elige»
La referencia a Carrie Bradshaw es inevitable. Benedito, como la protagonista de Sexo en Nueva York, tiene un blog sobre su vida romántica/sexual, que se titula igual que su libro. En un momento dado se lo confiesa a una cita, y la cosa no acaba del todo bien. Pero Benedito es mucho más divertida que Bradshaw; y también mucho más precaria. En Too match no hay solo fracasos amorosos, también fracasos inmobiliarios. Es un libro generacional por doble partida. La rabia por su situación queda atemperada por una especie de resignación melancólica («la única forma de sobrevivir a la precariedad pasa por gastar dinero para sentir que lo tienes», una frase que me recuerda a un ensayo de Natalia Ginzburg en el que dice que el «el dinero, cuanto más pasa el tiempo, más sucio es», y que por eso hay que gastarlo).
Las apps de citas tienen muchas cosas negativas («hay gente que habla contigo y gente que solo te responde»). Una que suele pasarse por alto es que nos obligan a esencializar a la gente. En dos o tres vistazos, nos formamos una idea de la otra persona (normalmente para descartarla). Pero quizá esa persona que responde sin carisma a las preguntas por defecto que ofrece la app es luego muy carismática en persona; y como ocurre con Idealista, hay gente que realmente se le da fatal hacer fotos. En las apps hay una decisión racional y no una valoración intuitiva, que es lo realmente importante: el deseo no se elige.
«Las ‘apps’ de citas tienen algo democratizador. En Tinder, Hinge o Bumble se nos ofrece toda la variedad que hay en el jardín del señor»
Al mismo tiempo, las apps de citas tienen algo democratizador. En general, uno se empareja con los de su clase social y cultural. Es difícil traspasar determinadas fronteras. En Tinder, Hinge o Bumble, en cambio, se nos ofrece toda la variedad que hay en el jardín del señor. Si uno está dispuesto, como lo está Benedito después de una ruptura dolorosa, puede acabar quedando con gente con la que no coincidiría de otra manera; con alguien que trabaja en el circo o con una aristócrata de rancio abolengo.
Too match no es simplemente un libro sobre citas, es también un libro sobre la curiosidad por los demás. En eso Benedito es una gran periodista. Su mirada registra lo que otros ignoraríamos y construye personajes vívidos y a menudo delirantes. No es tampoco un libro de recetas, soluciones o epifanías. Es un libro de acompañamiento. Su ironía y melancolía te hacen sentirte menos solo (y menos loco).