El autócrata es más peligroso cuando está acorralado y siente el aliento de la justicia en la nuca, y la prensa desvela la trama de corrupción mientras la oposición aprieta. Ese es el momento en el que el tirano corrupto pone en marcha la máquina del autoritarismo agitando al populacho y eliminando los controles democráticos. Es su forma de seguir adelante. Esto no lo habíamos visto antes en España, sino en Hispanoamérica, especialmente en Argentina, Venezuela y México, cuyos populismos de izquierdas son los modelos de Sánchez.
La conexión entre el Gobierno, los fontaneros del partido, la Fiscalía, una parte del Ministerio del Interior, y determinada prensa es inédita en nuestro país. No hay más que oír los audios filtrados por miembros del entramado, y constatar la falta de escrúpulos legales y morales para ver el alcance de la organización. Entre todos han construido una mafia; es decir, la promoción del delito de forma organizada para enriquecimiento personal a través de una trama que pretende garantizar la impunidad, y que cuando es pillada recurre a la comisión de más delitos. Ni siquiera la corrupción durante el felipismo, o la familia Pujol, o los ERE del PSOE andaluz, o la trama Gürtel llegaron a este nivel.
La verdad es que lo vimos venir. Muy pronto Sánchez se mostró como un ambicioso sin escrúpulos ni respeto al marco legal que lo elevó a la presidencia. A continuación llegaron la anulación de las Cortes y la suspensión de los derechos con la excusa del Covid, la violación de la Constitución, y los ataques a los jueces y a la prensa libre. Creímos que podíamos echarlo con las urnas en 2023, pero no funcionó.
Mientras tanto vimos cómo gota a gota, jeta a jeta, iba colocando a sus peones en los puestos clave del Estado, desde Red Eléctrica hasta el Tribunal Constitucional y RTVE. Después vinieron los primeros avistamientos de la punta del iceberg, como fueron las maletas de Delcy, los negocios monclovitas de Begoña Gómez o la contratación del Hermanísimo. Así, a medida que pasan los días, casi las horas, el hedor que sale de Moncloa demuestra que está todo podrido.
En tan solo siete años el sanchismo ha conseguido cumplir el tópico de que un gobernante con ínfulas tiránicas construye un sistema cleptocrático y mafioso como garantía de su poder. Nos debería servir de lección para rastrear cualquier otro intento de organizar el crimen desde el Gobierno. A estas alturas somos capaces, o eso creo, de describir la personalidad del autócrata en una democracia del siglo XXI y reconstruir los pasos que emprende para fabricar su negocio político.
«Un gobierno autoritario y cleptócrata necesita estar en el poder, lo que explica que Sánchez ceda al chantaje de los independentistas»
El camino para la simbiosis entre autoritarismo y cleptocracia es haber colonizado antes el Estado, en concreto, el Poder Judicial y las fuerzas de orden público. El objetivo es la impunidad presentando como «justicia» lo que en realidad es arbitrariedad o un delito, y que venga corroborada por la inacción o la información tergiversada de la Guardia Civil que debe investigar los casos de corrupción. De ahí que se proyecte que la UCO dependa del ministerio fiscal, para que jamás investigue de verdad a los miembros del Gobierno y aledaños.
Un gobierno de este tipo, autoritario y cleptócrata, necesita estar en el poder, lo que explica que Sánchez ceda continuamente al chantaje de los independentistas. Cuánto mayor es la corrupción y, por tanto, hay más miedo a ser pillado, juzgado y encarcelado, mayor es la capacidad para entregar el Estado y su Constitución a cualquiera que le asegure seguir en Moncloa, como Junts o Bildu. Es el precio del corrupto. Esa es la explicación de las contradicciones y cesiones del sanchismo: evitar el peso de la justicia. De hecho, han sido Santos Cerdán y Leire Díez, los fontaneros supuestamente corruptos, los que iban a negociar con Puigdemont en nombre del Gobierno. Todo encaja: la corrupción política y la económica.
Vivimos un momento que exige estar más alerta que nunca, y así deberían estar el PP y Vox. Cuando el gobernante corrupto y su mafia están a punto de ser atrapados, más riesgo existe de una vuelta de tuerca autoritaria y de venta del país a sus enemigos. Los jueces y los medios libres están haciendo su trabajo. Ahora le toca a la oposición. No estamos para nimiedades programáticas de los tiempos democráticos normales. Es hora de que los defensores de la democracia liberal y justa, incluidos los socialistas antisanchistas, trabajen en el mismo sentido. Es cara o cruz. No hay medias tintas.
