Del reservado niño ostra a los expansivos marcianos verdes de Mars Attacks!, sin olvidar al barbero diabólico de Fleet Street —navaja ensangrentada en la mano—, la triste novia cadáver, la Reina de Corazones, el Pingüino enemigo de Batman, los oompa loompa, y, por supuesto, al melancólico Eduardo Manostijeras. A todos ellos y muchos más te los encuentras en los mágicos espacios de la exposición Tim Burton’s Labyrinth que puede visitarse (hasta junio) en el palacio Victoria Eugènia de la Fira en Montjuïc y que constituye una gran feria oscura creada a imagen y semejanza del universo creativo y la mente del cineasta, con sus criaturas, recovecos y obsesiones. Los productores (Letgo) destacan que es una muestra inmersiva pero analógica (de objetos reales, con mucha obra original), con detalles digitales.
Tim Burton inauguró él mismo —con la ayuda del alcalde Collboni y el mago Pop, que ya son curiosos Tweedledum y Tweedledee (los gemelos de Alicia)— el jueves la exhibición, que desprende sentido de la maravilla desde su misma entrada: una gran boca de monstruo dentado con un telón rojo. Detrás, engullido por el misterio, el visitante ha de pulsar un botón para optar aleatoriamente a una puerta numerada a través de la cual hará su recorrido (uno entre varios posibles) accediendo a habitaciones secretas y a otras puertas sucesivas. Cada habitación está planteada como un ámbito temático (La vida y la muerte, Monstruos incomprendidos, Lugares extraños, Amor, fantasmas y cementerios, Amigos y enemigos, Malvados y salvajes, Payasos, marionetas y muñecos de ventrílocuo, Esperanzados y desesperados, Apasionados y engañados, Atormentados y enloquecidos, Mascotas, Juguetes trágicos…) y un rincón de la cabeza del creador. Y en cada una se exhiben dibujos originales de Burton, 200 bocetos —que se animan mágicamente en pantallas—, reproducciones a tamaño natural de sus personajes, vestuario de los filmes —¡el traje del Joker de Jack Nicholson!, aunque no su cara porque el actor y el director no han acabado muy amigos— y elementos escenográficos. Todo ello inmerso en una atmósfera sugerente, muy burtoniana, creada a través del juego de luces y de una banda sonora que mezcla la música de distintas películas y efectos especiales. La sensación de deambular por esos espacios sorprendentes, sugestivos e inquietantes, sintiéndote perdido y abocado al asombro tras cada puerta, es similar a visitar una mansión encantada o la casa del terror o de la bruja de un viejo parque de atracciones.
“Así es”, ríe Tim Burton (no parará de hacerlo todo el rato), durante una entrevista con este diario a la entrada de la exposición. “¡Me encanta!; solo echas a faltar las vagonetas”. Burton, aunque amable y cercano, tiene un aire extravagante e irradia una simpatía un pelín excesiva, rara, de forma que recuerda a alguno de sus propios personajes. Viste de negro excepto por unos vistosos calcetines rojo sangre (!) y lleva el pelo de manera que no le irían mal los servicios de Eduardo Manostijeras. ¿Conoció a Ray Bradbury, con el que parecen compartir un mundo que mezcla la inocencia, la melancolía y lo macabro?, le pregunto de entrada. “Es curioso, estuve en una cena en la que le otorgaban un premio, pero no llegué a saludarlo; el galardón se lo entregó Charlton Heston, ¡que él si que daba miedo! Bradbury ha sido uno de los grandes maestros del fantástico. A mí me influyó especialmente, claro, The Halloween Tree (El árbol de las brujas). ¿Qué hubiera pensado otro gran clásico, H. G. Wells, de sus marcianitos gamberros y descerebrados (¡!) con los que todos nos identificamos cuando dicen “no corráis, somos amigos” y se cargan a Jack Nicholson? “Habría pensado que eran una broma”. Los de La guerra de los mundos no lo eran para nada, daban mucho miedo. “Bueno, según como se mire”. Burton desde luego manifiesta una relación con lo oscuro que parece distinta a la de los mortales usuales. “La vida es un equilibrio entre la luz y la oscuridad, lo tenebroso y lo cotidiano, para mí no son cosas separadas o lejanas”, señala. Le gustan los cementerios. “Me parecen lugares de paz, no los veo como lugares de terror y oscuridad sino espirituales”.
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¿Observa Burton algún parecido entre su universo y el de Stephen King? “No. Son mundos distintos, aunque valoro mucho sus libros, su conexión con los sueños. Las novelas de Stephen King son los modernos cuentos de hadas estadounidenses”. Reconoce la influencia de Cementerio de animales, no en balde Victor, el protagonista de su peli de animación Frankenweenie, resucita a su mascota, el perrito Sparkie (que espera tras alguna puerta de la muestra), arrollado por un camión. Pero si uno lo que quiere es un gato como el Church de King, por ahí andan también muchos de los dibujos de felinos oscuros de Burton (¡Cat Woman!) y el de Cheshire de su versión de Alicia en el país de las maravillas al que puso voz Stephen Fry.
No está en cambio el jersey de Ed Wood, le reprocho a Burton. “Lo tengo en el hotel”, responde. ¡¿De verdad?! “No, qué va”, ríe encantado el cineasta cada vez más parecido al sombrerero loco. “Faltan muchas cosas en la exposición, por supuesto; también faltan dentro de mi cabeza”. Aparecen personajes de otras pelis de su actor fetiche Johnny Depp. “Me encanta trabajar con él, es muy colaborador, compartimos muchas cosas”. La exposición exhibe el dibujo original de Eduardo Manostijeras con el que Burton convenció a Depp de encarnarlo. “Soy muy afortunado de haber podido trabajar con tanta gente de talento”.
¿Qué le interesó de Batman? “No era un gran fan, porque me costaba leer cómics, entender las viñetas, debía ser algo de dislexia, pero me atrajo que los personajes tuvieran doble personalidad. Y de Batman que era una figura de la oscuridad y el miedo como el Fantasma de la Ópera”. ¿La IA? “Algo me preocupa, no tengo miedo a las nuevas tecnologías, las uso, pero eso, tiene algo de que te sacan el alma. Prefiero las cosas que puedes tocar”.
¿Cuál es su vampiro favorito?, le suelto a bocajarro. “Oh, me encanta la pregunta, podríamos estar hasta la madrugada debatiéndolo. Así, de entrada, me viene a la cabeza el de Klaus Kinski”. ¡El Nosferatu de Herzog! “No digo que sea mi favorito, piensa que conocía a Christopher Lee, que trabajó en cinco de mis películas y al que admiraba muchísimo. De las suyas de vampiro para la Hammer Drácula 72 es mi favorita”. Y está Bela Lugosi… “¡Claro!”. ¿Qué consejos da para visitar la exposición? “Saber dónde están las salidas de emergencia, jajaja. Ir con el espíritu de quien visita una vieja casa del terror, como decía. Recuerdo con mucho cariño cuando lo hacía de niño”. Es un poco tenebroso todo, ¿recomienda llevar niños? “Por supuesto, yo he visto muchas pelis de monstruos de pequeño”. Y no le ha ido mal. “No me ha ido mal. Los cuentos tradicionales, como los hermanos Grimm, son terroríficos. En la vida hay terror”. Ahora se adaptan los cuentos, el lobo ya no es malo. “¡Y da más miedo ahora!”. ¿Qué le daba miedo a Tim Burton? “Odiaba el colegio”. ¿Teme a la muerte? “He tenido la percepción de que iba a morir desde los cuatro años. La muerte es una cosa que nos pasa a todos. Menos a Drácula”.
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