Su última recta en la final del 4×400 de los World Relays de Cantón, esa sonrisa al saberse ganadora a falta de 50 metros, es ya una de las imágenes más icónicas del atletismo español. Blanca Hervás (Madrid, 2002) se colgó un oro histórico … el pasado mes de mayo junto a sus compañeras y amigas Daniela Fra, Eva Santidrián y Paula Sevilla. Un éxito acompañado, además, por la plata del 4×100 femenino, en un día redondo para los relevos nacionales. Aún digiriendo lo conseguido, Hervás se prepara para un nuevo reto, el Campeonato de Europa por Equipos, que en esta edición se celebra en el Estadio de Vallehermoso (Madrid). Allí no habrá relevo largo femenino, pero sí mixto, y Hervás no se lo quiere perder por nada del mundo. Tal y como explica a ABC antes de uno de sus entrenamientos en el CAR de Madrid, correr y ganar en casa es de las cosas que más ilusión le hacen.
-Hágame un resumen de lo que han vivido usted y sus compañeras en las últimas semanas.
-Ha sido como empezar una vida nueva. Evidentemente, seguimos con nuestras rutinas, pero no estamos acostumbradas a tanta visibilidad. Estamos adaptándonos a nuevos horarios, entrevistas, actos… Estamos encantadas, pero cuesta compaginarlo con los entrenamientos, el trabajo, los estudios… Aun así, estamos muy agradecidas y con ganas de exprimirlo al máximo.
-Le escuché decir que el subidón de seguidores en las redes sociales había sido tremendo. ¿Nota también que la conocen más por la calle?
-En la calle es distinto. Nunca me habían reconocido, solo dos veces en mi vida. Pero después de esto sí noto que la gente me mira más, que pregunta si soy la del relevo. Me cuesta asimilar que alguien me reconozca solo por haberme visto correr. Pienso que deben ser amigos de mis padres o alguien que me conoce por otra razón.
-A usted encima le tocó cruzar la meta y todo el mundo vio cómo se le escapaba la sonrisa al entender que iban a ganar. ¿Qué pensaba ahí?
-La frase que repetía en mi cabeza era: «campeonas del mundo». Me lo dije como cinco veces hasta cruzar la meta. No me lo creía. No me lo esperaba. Vi que tenía fuerzas para adelantar y en la pantalla observé que no me estaban alcanzando. Crucé, lloré con mis compañeras y lo celebramos. No era algo que hubiese imaginado. Yo pensaba en luchar por un bronce, no por un oro.
-«Han ganado porque no estaban ni Femke Bol ni las americanas buenas». ¿Qué se les dice a los ‘haters’?
-Que lo bonito del atletismo es estar cuando hay que estar. Es cierto que no estaban Países Bajos ni el equipo A de Estados Unidos, pero es su decisión. Nosotras estuvimos con el equipo más fuerte porque quisimos, y lo aprovechamos. No hay que quitarle mérito. Tokio será otro escenario y lo sabemos. Pero hemos ganado respeto internacional y confianza en nosotras mismas. No significa que vayamos a ganar en Tokio, pero sí que merecemos estar en la final y luchar con las mejores.
-¿Qué papel juega la relación que tienen entre las cuatro relevistas?
-Es fundamental. Ganamos no solo por nuestro trabajo, sino por la conexión que tenemos. Nos conocemos, confiamos unas en otras, y eso marca la diferencia. Sabes que no corres solo por ti, sino por todas tus compañeras. Esa confianza extra es clave. En las pruebas individuales también lo notamos: batimos marcas porque corremos juntas, una empuja a la otra. En el relevo, eso se multiplica por diez. Durante las concentraciones estamos siempre juntas: comemos, cenamos, dormimos, jugamos… Todo eso crea una unión que se nota en la pista. En otros países las atletas apenas se conocen. Nosotras somos un equipo.
-Para cuadrar esta entrevista dependíamos de sus entrenamientos y su trabajo al margen del atletismo.
-Estoy en una consultora de diseño de estrategia, y mi rol es ser el contacto entre el cliente y el equipo de diseño. Estoy encantada. Desde el principio, mi jefe me dio una flexibilidad enorme. De hecho, fui yo la que puso freno porque le decía que me daba miedo tener que irme tras un mes. Pero él quería dar oportunidades a deportistas y entendía la situación. Trabajo media jornada, lo que me permite entrenar, viajar y competir. Estas últimas semanas me he saltado días de trabajo, pero ellos han sido comprensivos. Por eso, cuando tengo tiempo, saco el ordenador aunque sea un sábado o por la noche.
-Ahora va a necesitar más días de permiso para competir en Vallehermoso.
-Al menos es en casa. Solo Tokio implicará viajar con diferencia horaria. Las concentraciones que vienen son en España, así que podré teletrabajar.
-¿Qué recuerdo se llevó de su primera experiencia olímpica en París?
-Fue cumplir un sueño. Siento que fuimos un poco a recoger el premio de todo el año. A nivel deportivo no lo hicimos tan bien como esperábamos, pero a nivel personal fue inolvidable. Ver el estadio, estar en los tacos, cruzar la meta… Recuerdo estar llorando con mis compañeras durante media hora frente al estadio. Pudo venir mucha gente: mis padres, mis tíos, mis amigas… Fue el día más especial de mi vida. Lo mejor fue ver la emoción de los demás. Pensar que yo podía provocar ese orgullo en mi familia y amigos me hizo aún más feliz.
-¿Cómo empieza en el atletismo?
-En mi familia no hay deportistas profesionales, así que nunca me planteé hacer atletismo a ese nivel. Todo empezó con una amiga de la familia. Estábamos un día en la playa con sus hijas y mi hermana, y me vio correr. Les dijo a mis padres que yo tenía una forma distinta de moverme, que destacaba. A mis padres les costaba verlo, pero yo siempre estaba corriendo, ganaba todas las carreras del cole… Por mi comunión me regalaron mis primeras zapatillas de correr, me apunté al club de atletismo de Majadahonda, y ahí empezó todo.
-¿Desde el principio se nota quién tiene talento?
-En mi caso fue poco a poco. Y lo prefiero así. Nadie me metió la idea de ser profesional. Yo hacía muchos deportes: esquí, tenis, voleibol… Todos me gustaban. Pero con el atletismo hice un grupo de amigas muy bueno. Para mí era un juego, una desconexión. Me encantaba entrenar, me lo pasaba bien. Luego empezaron las competiciones. Me enganchó la sensación de mejorarme a mí misma. Recuerdo que no podía bajar de 9.2 en 60 metros, y el día que hice 9.1 fue como una droga. Fui dejando otros deportes sin darme cuenta.
-¿Eligió la velocidad o llegó por descarte?
-Un poco por descarte. Hacía pruebas combinadas y mi primer campeonato de España fue en triple salto. Un día hice un 400 en Tres Cantos, no sé por qué. Salí rapidísima y acabé con una pájara tremenda, pero marqué 54.17. Me dijeron que era récord de Madrid y mínima para el Europeo sub-20. Yo era sub-18. Fue un gran logro, pero estaba tan mal que le dije a mi entrenador que no valía la pena, que no quería volver a hacer un 400. Vomité, estaba enfadada. Pero poco después Madrid necesitaba a alguien para un 400 en el Campeonato de España de federaciones, y como yo tenía esa marca, me pusieron. Allí coincidí con Carmen Avilés y Lucía Pinacchio. Las tres hicimos 53.87, empatadas, y fue también récord. Ya empezaba a verse la generación que ahora forma el relevo nacional. Esa vez no tuve tanta pájara y pensé que no estaba tan mal.
-¿Cómo son esas pájaras de las que habla? ¿En qué momento llegan?
-Depende. A veces me ha pasado a 150 metros de la meta, y eso es horrible. Lo más común es que llegue en los últimos 50. Pero ha habido veces que en medio de la curva ya iba sin fuerzas, y otras, como en China, que terminé mejor que nunca. En los últimos cuatro años lo he sufrido mucho, daba igual el ritmo al que saliera, siempre moría al final. Pero en 2024 empecé a tolerarlo mejor. Creo que ese fue el clic que me faltaba.
-Pasó tres años y medio en Miami, estudiando con una beca deportiva. ¿Cómo fue esa experiencia?
-No la cambiaría por nada. Me dio una oportunidad que en España no existe. Pude vivirla al máximo, conocer a muchísima gente, aprender a vivir sola, afrontar problemas grandes y pequeños. Viví de todo y gracias a eso estoy donde estoy.
-En lo deportivo no fue tan bien…
-Apenas mejoré una décima. Creo que falló la cabeza. La relación con mi entrenadora allí era muy distinta a la que tengo en España. Aquí estoy acostumbrada a entrenadores que cuidan tu salud mental, que se preocupan por tu bienestar antes que por los resultados. Eso me hace disfrutar y rendir. En Estados Unidos era al revés: solo importaban los resultados.