¿Qué tienen las mujeres atractivas que las hace diferentes y más ‘apetecibles’ de cara al sexo opuesto? Pues, al parecer, todo radicaría en aspectos puramente biológicos. Las investigaciones recientes sugieren que hay una relación directa entre la belleza y la fertilidad.
Diversos estudios han hallado que las mujeres consideradas más atractivas tienden a presentar niveles más altos de estrógeno, la principal hormona sexual femenina. Esta conexión no es solo superficial, ya que el estrógeno influye directamente en rasgos físicos que tradicionalmente se asocian con la feminidad, como labios carnosos, ojos grandes, mejillas redondeadas y proporciones corporales específicas. Estas características, al parecer, no solo resultan agradables a la vista —para la mayoría—, sino que también podrían funcionar como señales visibles de salud y capacidad reproductiva.
La relación entre el estrógeno, el atractivo y la fertilidad

Un estudio de la Universidad de St Andrews (Escocia), liderado por Miriam Law Smith, analizó a 56 mujeres jóvenes (18–25 años) midiendo los metabolitos de estrógeno y progesterona en muestras de orina recogidas en una fase fija del ciclo menstrual. Paralelamente, 14 hombres y 15 mujeres evaluaron fotografías pidiendo calificaciones de atractivo, feminidad y salud. Así, se demostró que niveles elevados de estrógeno se correlacionaban de forma significativa con rostros valorados como más atractivos, femeninos y saludables.
Además, rasgos como labios carnosos, ojos grandes y mejillas más redonditas —asociados a un desarrollo óseo facial reducido causado por niveles altos de estrógen— fueron identificados como señales visuales de fertilidad.
Desde una perspectiva evolutiva, esto es muy llamativo, ya que las mujeres con altos niveles de estrógenos suelen tener más grasa en regiones como caderas y glúteos, características que históricamente se asocian con buena salud reproductiva. Law Smith señala que «las caras femeninas funcionan como anuncios de fertilidad general», lo que explica la preferencia masculina por rostros con estos rasgos. Y del mismo modo, la testosterona en hombres promueve rasgos masculinos como mandíbula pronunciada y frente más marcada, lo que sugiere que las preferencias por feminidad en las mujeres están contrapuestas a esas señales masculinas.
Maquillaje y operaciones

Uno de los aspectos más interesantes del estudio de St Andrews es el papel que juegan las operaciones estéticas —tan de moda ahora— y la cosmética en la percepción del atractivo. El uso de maquillaje, por ejemplo, puede enmascarar las señales visuales naturales asociadas a niveles altos de estrógeno, como el enrojecimiento de las mejillas, el brillo o la simetría facial. Esto sugiere que las pistas biológicas que podrían indicar fertilidad o salud pueden verse distorsionadas por el «camuflaje» que ofrece el maquillaje. Y lo mismo sucede con las operaciones: unos labios carnosos o unas mejillas más carnosas pueden conseguirse a golpe de inyecciones.
Además, es importante tener en cuenta las limitaciones del estudios en cuanto a su representatividad. La mayoría de las investigaciones se han realizado con muestras muy homogéneas, en su mayoría mujeres jóvenes, blancas y universitarias. Esto plantea interrogantes sobre la posibilidad de generalizar los resultados a otras edades, grupos étnicos o contextos socioculturales.
No obstante, la evidencia disponible hasta la fecha respalda la idea de que niveles más altos de estrógeno en las mujeres están asociados con rasgos físicos que suelen percibirse como más atractivos, femeninos y saludables. Aun así, no podemos pasar por alto que la belleza también está mediada por factores culturales, influencias sociales y diferencias biológicas individuales. Estos hallazgos no solo despiertan curiosidad científica, sino que también nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza: por más sofisticados que seamos, seguimos respondiendo —al menos en parte— a códigos ancestrales grabados en la biología.