Hay un viejo truco en Silicon Valley que funciona como reloj: regalarte (o casi) un servicio, acostumbrarte a él hasta que no puedas vivir sin usarlo, eliminar a la competencia… y entonces subirte la factura hasta el techo. Es la versión tecnológica del «primer viaje gratis» de un camello. Y la historia está llena de ejemplos.
Uber es el caso de manual. En sus primeros años, un viaje de 12 dólares podía costarle a la empresa 20. La diferencia la ponían los inversores para que taxis y transporte público parecieran reliquias del pasado. El objetivo no era ganar dinero, era entrenar a los usuarios. Hoy, quince años después y ya en números negros, ese mismo trayecto cuesta el doble o el triple, con «tarifa dinámica» que a veces parece broma de mal gusto.
Amazon Prime arrancó en 2005 a 79 dólares al año con envíos gratis de dos días que costaban mucho más de lo que pagabas. Con paciencia inversora y precios de derribo, Amazon arrasó con medio retail físico. Ahora Prime cuesta 139 dólares, y vivir sin él es, para muchos, casi impensable. Netflix hizo lo mismo: en 2010, 7,99 dólares por un catálogo infinito. Hoy el plan tope en EE. UU. cuesta 22,99 con anuncios y persecución de contraseñas compartidas.
Las redes también usaron esta táctica. Facebook y Google ofrecieron alcance orgánico gratis: publicabas y llegabas a todos tus seguidores, o aparecías en Google sin pagar. Millones de empresas se hicieron adictas… hasta que el grifo se cerró y los anuncios se convirtieron en el único camino, a precio de oro. Apple, con su App Store, arrancó con un ecosistema barato y abierto; cuando iOS dominó el mercado, llegó la comisión del 30% y el control férreo de las compras dentro de las apps.
«Lo que pasa con la IA ahora mismo es idéntico, pero más peligroso porque no hablamos de transporte o compras, sino de pensar, escribir, programar y decidir»
La IA hoy: estamos en la fase «Uber 2012»
Lo que pasa con la IA ahora mismo es idéntico, pero más peligroso porque no hablamos de transporte o compras, sino de pensar, escribir, programar y decidir. Estos son solo cinco ejemplos de subsidio descarado en 2025:
- ChatGPT Plus: 20 $/mes por GPT-4 Turbo es un regalo. Microsoft ha puesto 13 000 millones y, con Azure, absorbe gran parte del coste real.
- Claude Pro: 20 $/mes por Claude 3 Opus. Amazon y Google han metido 4 000 millones para pagarle la factura de AWS y Google Cloud.
- Perplexity Pro: 20 $/mes por búsquedas ilimitadas con GPT-4 Turbo, Claude y más. Sin el dinero de los VC, costaría varias veces eso.
- Poe: Acceso a varios modelos premium por una tarifa plana, aunque un usuario intensivo puede generar más de 100 $ de coste al mes.
- Microsoft Copilot: 30 $/usuario/mes integrado en Word, Excel y Teams, escondiendo parte del coste en los márgenes del resto del software.
El día que suban la persiana
Hoy la IA nos parece barata, incluso mágica. Pero si la historia sirve de guía, estamos en la fase de enganche: todo es asequible porque lo están pagando otros. Cuando la IA sea tan indispensable como el correo electrónico o Google Search, los precios subirán, y mucho. Igual que pasó con Uber, Prime, Netflix o la publicidad online, un día miraremos atrás y nos reiremos (o lloraremos) de cuando GPT-4 costaba 20 $/mes.
Y cuidado: la IA no solo está subsidiando comodidad, está subsidiando la idiotez. Cada vez delegamos más memoria, razonamiento y creatividad en una máquina. El día que se acaben las rebajas y nos presenten la factura real, muchos descubrirán que ya no saben funcionar sin ella. Y para entonces, será tarde para bajarse del coche… o del chatbot.