El Fòrum de les Cultures, el que prometía “mover el mundo” en 2004 en Barcelona, ha cumplido esta semana 20 años. Un evento que se prolongó entre mayo y septiembre de ese año con debates, exposiciones, espectáculos, conciertos… y un balance cuestionado. Tuvo menos público del previsto, las aportaciones millonarias de los patrocinadores salvaron a la organización (Ayuntamiento, Generalitat y Gobierno) de presentar números rojos, y la Sindicatura de Cuentas detectó irregularidades en los números del coste (los 215 millones de euros previstos acabaron en 240), de los ingresos por entradas, la contratación de personal o la selección de patrocinadores. Con furibundas críticas de los movimientos sociales, las administraciones corrieron un tupido velo y no celebraron el décimo aniversario. Tampoco el vigésimo. Pero el Fòrum tiene una herencia en piedra: el parque que lleva el mismo nombre. Son 20 hectáreas de espacio público delante del mar, al final de la Diagonal, a caballo entre Barcelona y Sant Adrià, y que se construyeron para cubrir una depuradora instalada en el lugar donde estuvo el Camp de la Bota, un espacio marcado por la memoria histórica: entre 1939 y 1952 ahí se ejecutó a la mayoría de las de 1.700 personas represaliadas por el franquismo en Barcelona.
El parque del Fòrum tiene fans y detractores. ¿Funciona como espacio público o está infrautilizado? ¿Lo utilizan los vecinos o solo sufren el ruido de los festivales? ¿Es un mar de asfalto o una suma de posibilidades de uso? El espacio lo gestiona la empresa municipal BSM, que asegura que en 20 años el recinto ha rozado los 20 millones de espectadores (concretamente 19,7) en conciertos, festivales o eventos. Pero la empresa no facilita cifras sobre visitantes espontáneos, los costes de mantenimiento (deficitario en algunos puntos), o los beneficios que le reporta alquilarlo para eventos. BSM sí presume de que el parque ha sido escenario de 500 rodajes o sesiones fotográficas, sobre todo anuncios.
Los autores del parque son los arquitectos José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres, y la ingeniería Esteyco. Este miércoles, hablaban en la biblioteca de su despacho de Barcelona, ante una pared donde cuelgan pruebas de volúmenes y bocetos del proyecto. “Aquella zona era el desguace de la ciudad y el encargo era tapar la depuradora con el argumento del Fòrum”, evoca Martínez Lapeña. “Es un lugar especial, el final de la Diagonal y frente al mar. Lo que hicimos fue desplegar una alfombra de asfaltos de colores, salvando el desnivel de la ronda y la depuradora para ver el mar, y ligando como una mayonesa con la diversidad de edificios que hay alrededor”, añade Torres. Se refiere al puerto (ya en Sant Adrià del Besòs), los edificios del Museu Blau y el Centro de Convenciones; o el mismo litoral. “El parque dibuja los dedos de una mano: cada dedo funciona como un acantilado y el más próximo al mar está rematado por una pérgola gigante fotovoltaica, que de algún modo culmina la Diagonal”, apunta Torres. El espacio está lleno de detalles: césped que acaba con vistas por encima del asfalto y el hormigón, un mirador hacia el litoral y las playas de la ciudad, escalinatas, rampas, peraltes, un puente metálico suspendido sobre el puerto, o piscinas de agua salada.
Además del conjunto, otros equipos diseñaron espacios concretos. La zona de baños la firmaron Beth Galí y Jaume Benavent; y los auditorios, Alejandro Zaera. “Los límites los diseñamos conjuntamente”, explican los dos arquitectos, activos a sus más de 80 años de edad. Martínez Lapeña y Torres ponen en valor que el parque del Fòrum ha albergado con “naturalidad actividades inesperadas”. Y creen que los años le han sentado bien: “Los espacios públicos son los salones de los ciudadanos en el exterior”. Eligieron la “versatilidad” del asfalto, y señalan la “apariencia industrial” del conjunto, que tiene zonas a distintas escalas que funcionan en conjunto o por separado. “Es un ejemplo de cómo la gente se adapta a la arquitectura y al revés”, concluye Torres.
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Para Beth Galí el proyecto del parque del Fòrum fue “de los que queda muy buen recuerdo”. “El cliente (Bimsa) estaba motivado, tuvimos libertad absoluta, no hubo prisa y salió bien. El reto era difícil, porque todas las ventajas que tiene hacer espacio público en un entorno urbano, donde la gente lo coloniza, aquí no están. Los espacios públicos no urbanos pero cerca de la ciudad siempre serán espacios donde la gente espera que pase algo”. El geógrafo Francesc Muñoz celebra el parque: “Genera sorpresas, lugares que no esperas”. Y coincide con Galí en que no se le puede exigir lo mismo que al espacio público insertado en la ciudad: “Siendo el final, no puedes esperar un confort de urbanidad. No podemos caer en la nostalgia de evaluar el espacio público solo por los niños que juegan o el banco para leer el diario, hay otros usos alternativos como el patinaje, las bicis BMX o el parkour. No lo podemos evaluar como una plaza de Gràcia”. Muñoz apunta a otro reproche que se hace al parque sobre la falta de vegetación o sombra: “No se puede ser injusto con un proyecto de un momento en que nadie se creía el cambio climático; como las rondas para los coches, cada plan es hijo de su contexto”, concluye.
El experto en urbanismo sí señala como problema el ruido de la música que impacta sobre los barrios del entorno. “Ocurre como con el turismo: vecinos que sufren los problemas y no les llega el beneficio”. “Es un problema no resuelto, si aceptamos grandes eventos, por lo menos que se actúe de saque, o se compense”. Enrique Navarro, vecino y e integrante de STOP Concerts, relata “20 años sufriendo un ruido inaceptable, inasumible e incompatible con el descanso de las personas, de todo el mundo, pero sobre todo mayores, bebés o enfermos”. La música suena hasta las tres de la mañana en la pasada Feria de Abril, y hasta las 6 horas en festivales como el Primavera Sound, dice. Navarro recuerda que el ruido de los conciertos ha llegado hasta municipios del Maresme, asegura que con un máximo legal de 61 decibelios han llegado a registrar más de 100 y reprocha a las administraciones “no solo inacción sino que niegan la evidencia” y dificultan el acceso a los datos.
Teresa Pardo, de SOS Besòs, asegura que el vínculo con el barrio “es entre escaso y nulo”. “Ya no por la distancia sino por las barreras que hay hasta llegar, no está conectado con la Rambla Prim. Además de que en los periodos que serían de mayor uso está cerrado, como los fines de semana de mayo a octubre”. Desde el Col·lectiu Punt 6, que trabaja para mejorar el espacio público desde una perspectiva feminista y cotidiana, Sara Ortiz, ve pros y contras al espacio. Entre las cuestiones positivas destaca que es accesible, incluso en la zona de baños, aunque la distancia con el transporte público o los barrios del entorno es larga. Ortiz también echa de menos verde y sombra, señalización para ubicarse, y más baños públicos. Y otra cuestión que clama al cielo, señalan algunos de los expertos consultados, es que en 20 años desde que se construyó el parque del Fòrum no se haya avanzado en la conexión por el litoral: ni al sur, desde la playa de Llevant y la plataforma de cemento donde tenía que ubicarse el zoo marino; ni hacia Sant Adrià, donde sigue sin urbanizar el entorno de las Tres Chimeneas.
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