Los Corpus de los barrios de Sevilla cierran unas semanas muy intensas en las que ha habido de todo, desde procesiones de gloria, sacramentales, el Rocío, extraordinarias y la fiesta grande del pasado jueves. El calendario así lo quiso en un año propiciado de esta manera al haber caído la Semana Santa en marzo.
Una decena de procesiones eucarísticas, sin contar con la de los conventos, repartidas por varias feligresías, hubo en la mañana de la fiesta litúrgica del Corpus Christi. La primera en salir, la de San Román y Santa Catalina desde la parroquia de ubicada en la calle Sol. Sin público, con un cortejo iniciado con la agrupación de Santa Cecilia, seguido de las hermandades de la collación, los niños de comunión y el Santísimo bajo palio acompañado por los cánticos con guitarra de los feligreses.
Muy cerca salía el Santísimo en San José Obrero, San Roque o San Bartolomé, éste último está acogiendo poco a poco auge de asistentes por tener un recorrido por la Judería sublime, por engrandecer al Señor por las calles, con un exquisito gusto digno de ver en alguna ocasión. En esas procesiones está la esencia de Sevilla.
Mientras tanto, en la Magdalena y Triana, cada uno a su estilo, con su personalidad, es donde estuvo la mayor concentración de público en la mañana del Corpus Christi, esplendorosa como siempre.
Decir Magdalena es decir majestuosidad, clasicismo, elegancia, sobriedad, tener todo cuidado al más mínimo detalle, hasta en la vestimenta. Todo lo organizado en esta parroquia es digno de elogio. Este Corpus arranca con la primera luz del día entrando por la calle Rioja, con el sonido de los vencejos, con el mayor silencio absoluto hasta la salida del Dulce Nombre de Jesús de la Quinta Angustia, una de las iconografías de mayor importancia de esta devoción, con ese personal templete en movimiento y el sonido de la banda del Maestro Tejera debería ser declarado patrimonio de la humanidad. Es otro de los días más importantes de la corporación del Jueves Santo, es otra procesión distinta enmarcada dentro del Corpus de la Magdalena.
Le sigue el paso de la Inmaculada, en el más absoluto silencio, llevada por una cuadrilla de amigos desde hace muchos años, una talla soberbia que el sol alumbra cada domingo de Corpus. Mientras tanto, en el interior el Santísimo es colocado imponente custodia ante una luz que entra por las vidrieras únicas. La música del Señor en la Magdalena es puesta por las feligresas.
Es la sacramental de la Magdalena, una de las pocas no fusionadas con un patrimonio digno de alabar, como también lo es el paso de la procesión por la plaza del Museo, una comitiva que es un cuadro más de todos los instalados el domingo en ese lugar. No faltó el altar del Museo o el de Montserrat montado de manera conjunta con el Amparo. La entrada, una fiesta, diferente a la salida. Ahí Tejera pone la música a los tres pasos, hasta que el párroco da la bendición en el altar mayor ante la lluvia de pétalos caída desde lo más alto del templo y con todos los estandartes alrededor.
Cruzando el río, lo que muchos hacían durante la mañana para ver procesiones, el Corpus chico, el segundo más antiguo tras el de la Catedral, con siglos de historia, una procesión popular de un barrio convertido en un pueblo con el paso del Santísimo por sus calles. Volvieron a echarse en falta esa gran cantidad de altares instalados, de mayor o menor envergadura, pero engrandecían aún más si cabe la procesión. El más bello, el colocado por Raúl, el primer premio del concurso, montado en su patio de vecinos. Madre de Dios del Rosario, después de algunos años, fue otro destacado. Eso sí, en balcones a Triana engalanados no le gana nadie.
Recorrido repleto de romero, con cinco pasos, cuatro de ellos al inicio, prácticamente pegados uno del otro, y la custodia el más retirado al ir la mayor parte del cortejo en el último paso. Los niños de Madre de Dios del Rosario volvieron a pasear al Niño Jesús, esa cantera iniciada hace más de medio siglo del mundo de abajo, andando a los sones de San Juan Evangelista que abríe el cortejo.
La banda de las Tres Caídas volvió a dar un recital, no hubo tambor, era marcha tras marcha, estuviese el paso de la Purísima levantado o no durante todo el trayecto, una formación de 45 años que inició su andadura en el Corpus chico de Triana.
Cerraba la procesión lo más importante, el Santísimo, sobre una custodia de un valor incalculable, a los sones de la banda de las Cigarreras, en la que casi todo el mundo se arrodillaba ante Dios, digno de mencionar. Todo ello unido a ser una salida que en los últimos años lleva un ritmo más acelerado. Una mañana de historia en Triana, un barrio que sacó al Señor en el día del aniversario de la coronación de la Esperanza y la Virgen de la O.