La fotosíntesis de una microalga ha activado el turismo medioambiental en las lagunas de Torrevieja y La Mata y, por extensión, en el conjunto de humedales del sur de la provincia de Alicante. Las condiciones climatológicas de la pasada primavera, sin episodios de lluvia y con el adelantamiento de las altas temperaturas, favorecieron la proliferación de los microorganismos de los que se nutre la artemia salina, un minúsculo crustáceo que, a su vez, es la base de la alimentación del flamenco. La presencia de esta ave, considerada de gran relevancia por su atractivo para el ser humano, atrajo a otras especies, que se han convertido en un señuelo para los turistas, principalmente extranjeros, interesados por la ornitología y la naturaleza. El conjunto formado por las lagunas torrevejenses, el Hondo de Elche, las salinas de Santa Pola y las de San Pedro del Pinatar (Murcia) se ha llenado de británicos y nórdicos con cámaras fotográficas y prismáticos.
La meteorología de la primavera en el sur de Alicante alineó todos los astros. “Al llover menos y anticiparse las altas temperaturas”, explica Rosa María Martínez, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Alicante (UA), “los microorganismos crecen y se reproducen a mayor velocidad”. Las lagunas de Torrevieja y La Mata se convirtieron en un paraíso para la microalga dunaliella salina, cuyo desarrollo genera glicerol, un componente básico para la vida de bacterias y arqueas, los dos componentes del menú de la artemia salina. “La mezcla de estos organismos, que son de tonalidad roja o rosa intenso, es la que da color al plumaje característico de los flamencos”, indica Martínez. Pero la cosa aún podía mejorar. “Los invertebrados necesitan que la concentración salina del agua no sea muy alta”, señala Germán López Iborra, catedrático de Ecología de la UA. Y ya avanzada la primavera, llovió.
“En el primer trimestre del año”, detalla Rubén Torregrosa, de la asociación de aficionados a la meteorología Proyecto Mastral, “en La Mata-Torrevieja se registraron apenas 25 litros por metro cuadrado”. Desde abril, sin embargo, ya van “30 litros, con junio como mes más lluvioso de lo que llevamos de 2024, con 16 litros” durante su primera quincena. Además, añade Juan Antonio Pujol, biólogo del Ayuntamiento torrevejense, “la empresa que explota las salinas ha permitido la entrada de agua marina a la laguna de La Mata”, donde se concentra la sal para después verterla a la de Torrevieja, con el fin de “mantener la flotabilidad de las barcazas desde las que se realiza la extracción de la sal”.
Los flamencos, que llevan desde 2020 criando en la laguna rosa, como se conoce a la de Torrevieja, “son muy selectos”, afirma López Iborra. “Eligen una zona de cría tranquila” y luego no les importa “recorrer centenares de kilómetros para comer”. En este caso, no hizo falta. El menú se les servía a domicilio.
La masiva presencia de flamencos en los tres humedales del sur de Alicante y el de Murcia, que forman un único espacio natural, produjo el mismo efecto llamada que encontrar muchos camiones aparcados en un restaurante de carretera. Al festín se apuntaron “la gaviota picofina, muy especializada en la artemia” y el “tarro blanco, un pato muy llamativo y grande que nidifica en las madrigueras abandonadas de los conejos”, apunta López Iborra.
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También, prosigue Pujol, “la gaviota de Audouin, las cigüeñuelas, las avocetas, el chorlitejo patinegro o el aguilucho cenizo”, especies con el hábitat radicado en la zona o que venían de paso en su migración estival hacia el fresco del norte. “Los humedales son muy fluctuantes, pasan por periodos muy secos”, declara el catedrático de la UA, “y las aves acuáticas son muy móviles, tienen una gran capacidad de adaptación”.
López Iborra advierte de que en los humedales se debe “alcanzar el equilibrio entre el cuidado de las aves, el de los invertebrados”, el resto de la fauna y la actividad humana. Aunque reconoce que el flamenco es una “especie bandera, de las que favorecen la actitud positiva hacia la conservación del medio ambiente”. Y así llegó el último eslabón de esta cadena. “La presencia de turistas en los humedales del sur de Alicante ha crecido considerablemente estos días”, certifica Fran Lucha, responsable de la empresa Oxytours, que organiza visitas guiadas por el parque natural de la laguna de La Mata por encargo del consistorio torrevejense. “Hace un mes no había tantos”, prosigue, pero la respuesta ante la exuberancia de “avifauna, quizá el valor ambiental más reconocido” es más que evidente.
La firma de Lucha organiza recorridos por el parque para 50 personas, a las que explican las características, las rutas migratorias e incluso, los sonidos que producen, con la ayuda de una tablet, de las aves que observan. Pero, tanto dentro como fuera de estos grupos, aparecen turistas “que se sorprenden del valor ambiental de Torrevieja”, más allá del sol, la playa y la paella. Sobre todo, los españoles. “Aquí pensamos en Pirineos, Picos de Europa, Doñana y Monfragüe” como núcleos de avistamiento de aves y fauna en general. La Champions League de la naturaleza, bromea Lucha. “Pero los extranjeros, que tienen más tradición y conocimientos en ornitología, sí conocen la riqueza del sur de Alicante, donde van a avistar 20 o 25 especies imposibles de encontrar en sus países”. La Europa League, siguiendo con la comparación futbolística.
El perfil tipo de estos visitantes es el de “extranjeros, sobre todo británicos y nórdicos, de entre 45 y 60 años, con un nivel cultural y económico medio-alto”. En cualquier caso, Lucha señala que el turismo natural, incluso entre los españoles, “va a más” y se extiende “a lo largo de todo el año”. Los únicos requisitos son quietud, paciencia y silencio. “Es importante que los turistas vayan por los lugares habilitados para el avistamiento, con las mascotas atadas”, subraya Torregrosa.
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