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Encontrarse otra vez con Luis Cernuda

by Marko Florentino
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A veces pienso en un momento malo dentro de una vida que casi siempre fue cuesta arriba, difícil. Y entonces veo a Luis Cernuda, tantas veces solo, durante los años que, en plena Segunda Guerra Mundial, fue lector de español en la universidad de Glasgow, Escocia. Una ciudad húmeda y gris, neblinosa (¡a él que tanto le gustaba el sol y el sur!) y con todas las restricciones y el espanto de una guerra… Parece que Luis estuvo tentado y con ganas de dejar su puesto y sino lo hizo -creo que hubiese sido capaz- fue porque un joven amor lo retuvo… La editorial Visor acaba de publicar una Poesía completa de Cernuda, porque tal cosa no existía en nuestro mercado librero desde hacía veinte años. Es verdad que debió especificarse La Realidad y el deseo, titulo de la obra lírica total de Cernuda, desde la celebrada edición de abril de 1936. Claro que esta nueva edición incorpora los dos libros de prosa lírica (poemas en prosa, aunque a veces narrativos) que son Ocnos-última edición, al borde de la muerte del autor, en 1963- y en esa misma factura estilística Variaciones sobre tema mexicano (1952), donde Cernuda expresa bellamente su fascinación sobre ese país, esa tierra que derechamente lo entroncaba con la suya perdida. 

Luis Cernuda comenzó su carrera literaria (expresión que le hubiera horrorizado) con un libro, sin duda con influencia del primer Guillén, Perfil del aire (1927). Tanto le molestó esa coincidencia a Luis -hombre siempre puntilloso y exacto- que en sus poesías completas, Perfil del aire se borró para dejar sólo, lo rescatado como Primeras poesías, con evidente y sin duda querida humildad. Poco después Cernuda, siempre inconforme y rebelde, el primer poeta declaradamente homosexual de la lírica española, se adscribe a un surrealismo, nunca de escritura automática (descreía de ese modo, como Aleixandre, amigo entonces) con dos libros hermosos, juveniles, atrevidos, que desgraciadamente se publicaron después de su fecha de escritura, Un río, un amor (1929) y singularmente Los placeres prohibidos (1931), libro plenamente revolucionario en su momento: «Los marineros son las alas del amor»… Esos libros (como el siguiente, Donde habite el olvido, título becqueriano) sólo alcanzan su coherencia al publicarse, se ha dicho, con el nuevo Invocaciones a las gracias del mundo, como La realidad y el deseo en abril de 1936. Malas horas ciertamente, aunque en el banquete homenaje -con la generación del 27 casi en pleno- García Lorca, presentador, dijera cálidas palabras encomiásticas sobre Luis. Lo que sigue es tristemente sabido. La brutal guerra civil y la aparentemente necesaria toma de partido. Cernuda optó claramente por la leal República y ahí permaneció hasta su marcha sin retorno a Inglaterra en 1938. Con el tiempo -tercera España- Cernuda comprendió como antes el también sevillano Chaves Nogales, que ambas Españas sin excepción habían sido cainitas y salvajes. Luis se referirá a la España franquista como a ese país en “el que hoy manda y regentea la canalla”. Pero recordará al Partido Comunista de la guerra (que suprimió lo homosexual en su oda a la muerte de Lorca) como el siniestro paseo: “Ambos, en el hotelucho/ en que parabais,/ oíais a medianoche/ el ascensor, subiendo / al piso donde algún sacripante del Partido/ subía por nueva víctima.” Cernuda entendió, como no pocos más, que si el fascismo franquista era nauseabundo, no menos lo era -y con pariguales crímenes- el estalinismo soviético y bárbaro que se había adueñado de la República española, por desdicha, que los progres actuales no ven.

«Luis Cernuda, por su exquisitez coloquial, es uno de los grandes poetas del 27 y acaso el más actual»

Exilado en Inglaterra durante la Guerra Mundial Cernuda vivió con clara tristeza en Inglaterra y en Escocia y ayudado por su vieja amiga Concha de Albornoz, se marchó a EEUU en septiembre de 1947, para ser profesor en una distinguida universidad del norte, que cuidaba el hispanismo, Mount Holyoke College. Pero el gran cambio a esa vida nórdica y anglosajona, para él “vivir sin estar viviendo”, llega cuando va a México de vacaciones estivales en 1949 y entonces (y un año después) encuentra, de otro modo, pero no tan distinto, no sólo su lengua sino muchas cosas y costumbres que le avecinan a su tierra española y andaluza. Cernuda se enamora de México (donde hallará el último amor de su vida, el culturista Salvador Alighieri, “Poemas para un cuerpo) y con escasas idas laborales a San Francisco, nunca abandonará ese México -donde está enterrado- viviendo en la casa de Concha Méndez, viuda de Altolaguirre, en Coyoacán, casa heredada de la segunda mujer cubana del poeta malagueño, María Luisa. Cernuda muere allí de un infarto en 1963 -61 años- poco después de la publicación de su último gran libro, “Desolación de la Quimera” (1962) y de la salida del primer notable homenaje que se le dedica en España, en la revista valenciana “La caña gris”. 

Luis Cernuda, por su exquisitez coloquial, es uno de los grandes poetas del 27 y acaso el más actual. Mucha nueva poesía española empieza con él, y su vida truncada es imagen del destino trágico y brillante de la España sin extremos, que muchos deseamos ahora mismo.   





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