Hace unas semanas compartí mesa de debate con el exministro socialista Jordi Sevilla. Allí comentamos cómo él estuvo directamente implicado en la elaboración del primer programa electoral del PSOE que planteaba el cierre de las centrales nucleares españolas. Era el año 2000 y las cosas eran muy diferentes. La coyuntura social, económica y medioambiental de entonces divergía absolutamente de la que tenemos en la actualidad. Por eso, hoy, Jordi Sevilla aboga sin ambages ni sutilezas porque las centrales nucleares que tenemos en España continúen operando.
Esa es la diferencia entre un gestor y un telepredicador. Un político que gestione adecuadamente no puede permanecer aislado de la realidad, debe estar permanentemente evaluando las condiciones del entorno. Si el entorno cambia drásticamente, no es posible que tus políticas no cambien. Después de haber sufrido los precios de la electricidad más altos de nuestra historia, de haber sufrido un periodo inflacionario sin parangón y de tener unos compromisos climáticos extraordinariamente exigentes, es absolutamente imposible que una mente racional continúe defendiendo el cierre de nuestras centrales nucleares. A no ser que tenga otros intereses, ocultos, espurios o ilegítimos.
No podemos prescindir de la energía nuclear. De ninguna de las maneras. No se trata únicamente de que sea absurdo prescindir de una tecnología totalmente segura, estable y limpia que produce más del 20% de la electricidad en España y que tanto ha contribuido al desarrollo y el progreso de nuestro país. Es que el cierre nuclear arroja una sombra de incertidumbre sobre el futuro de la energía en España, sobre su seguridad de suministro y sobre el coste que los españoles vamos a tener que asumir. Su cierre implicará el aumento del consumo de combustibles fósiles, una red eléctrica más inestable y un desequilibrio inasumible en la balanza de pagos.
El apagón nuclear en España no responde a ningún criterio técnico. Responde únicamente a una política energética distópica, al irracional empecinamiento de un sectarismo alarmante y a una falta de miras inaceptable en cualquier dirigente de lo público. No se puede tolerar ni un segundo más esta inverosímil enajenación, esta indiferencia ante la realidad, esta nauseabunda soberbia y esta despótica incompetencia.
No se puede esperar más para combatir esta política energética contraria a los intereses de los ciudadanos. No podemos esperar más para exigir al gobierno un cambio de rumbo y un futuro energético verdaderamente sostenible para España.
El cierre de la central nuclear de Almaraz (la primera en cerrar) va mucho más allá de lo meramente económico. No es que se vayan a perder miles de empleos directos e indirectos, sino que Extremadura perderá su industria más preciada, se condenará a un destino incierto a muchos municipios de la región, se reducirá la competitividad de toda la industria nacional y se pondrá en peligro la seguridad de suministro, especialmente en momentos de alta demanda. Pero las consecuencias, como digo, van más allá. El cierre de Almaraz supone un retroceso inasumible en la lucha contra el cambio climático.
Ha llegado la hora. No se puede esperar más para combatir esta política energética contraria a los intereses de los ciudadanos. No podemos esperar más para exigir al gobierno un cambio de rumbo y un futuro energético verdaderamente sostenible para España. La sociedad civil debe movilizarse para exigir una energía limpia, segura, estable, disponible y competitiva que garantice nuestro bienestar y el de nuestros hijos. Y la sociedad civil ha decidido movilizarse.
Los ayuntamientos de las zonas cercanas a la central nuclear de Almaraz y la Plataforma «Sí a Almaraz, Sí al Futuro» han convocado una manifestación el próximo sábado 18 de enero a las 10.30 horas en el Ayuntamiento de Almaraz. Allí nos encontrarán, defendiendo la razón sobre el dogmatismo, la ciencia sobre la farsa, la verdad sobre la calumnia y la realidad sobre el relato. Allí nos encontrarán, donde haga falta y cuando haga falta, incluso en las barricadas si es necesario. Si ustedes quieren venir, me encontrarán en primera línea. Siempre.
