El término aporofobia —odio al pobre—, acuñado por la filósofa Adela Cortina, ha cambiado la forma de abordar, o de mirar, al fenómeno migratorio. “Sí, lo creé yo”, ha reivindicado el término este miércoles en Benicàssim en la clausura del Foro Social 2024 del festival internacional reggae Rototom Sunsplash. “Pensando en los temas de migración, se hablaba de racismo, de xenofobia, y me pregunté, más allá de eso, ¿nadie va a hablar de algo tan fundamental como es el odio al pobre?”. Cortina, catedrática emérita de Ética y Filosofía Política, doctora honoris causa por diferentes universidades nacionales e internacionales, y columnista de EL PAÍS, ha despedido este espacio de debate junto a Federico Mayor Zaragoza, exdirector general de la UNESCO, que ha intervenido por videoconferencia en la charla ¿Valor o precio? La utopía de una sola humanidad.
“Hay cantidad de gente que me ha dicho que el término aporofobia ha cambiado su forma de ver la vida. Y es que siempre atendemos a quien nos puede devolver algo a cambio y no al que no puede hacerlo. Eso es la aporofobia. El desprecio al marginado, algo totalmente en contra de los derechos humanos. Nos falta el sentido de la justicia y la compasión: si lo tuviéramos, nos iría mucho mejor”, ha defendido la filósofa.
Al dilema valor o precio se ha referido Adela Cortina en su intervención: “Todo ser humano tiene dignidad y no un simple precio. El precio se fija por el intercambio y el valor, por la dignidad en sí misma”. “A los seres humanos no se les puede intercambiar ni instrumentalizar porque no tienen precio. Valen por sí mismos. Cuando un inmigrante viene en una patera no le damos el mismo valor que a otro, igualmente extranjero, que llega cargado de millones”, asevera.
“Si no captamos el valor de las personas y lo ponemos en el centro de nuestra cultura, esto no tiene ningún arreglo”, sostiene. Y recuerda, en este sentido que, para empezar, “somos una sola humanidad”. Un conjunto de seres con emociones, racionalidad y una capacidad de sufrir y amar “semejantes”. “Debemos organizarnos política, económica y socialmente para mostrar que somos iguales y que no puede haber uno mejor tratado que otro”, defiende.
Desde este punto de partida, el de la desventaja que plantea en sí misma la aporofobia y ese débil equilibrio entre el valor y el precio, Cortina ha abordado el “desafío mundial” que supone la emergencia migratoria y que, insiste, “debe implicar a todos los países”. Esa migración “forzada” de gente que no puede vivir dignamente en su tierra y está absolutamente atenazada en ella es “dramática”, ha denunciado.
Pero a pesar de que es un “desafío mundial tan grande como puede ser el cambio climático”, no se le está plantando cara porque “no existe la voluntad”. Alaba algunos pasos, como el pacto migratorio firmado por Naciones Unidas en 2018, en el que se involucra a toda la humanidad e incide en que la migración es un proceso que debe estar vigilado en todas sus fases a nivel mundial. Pero falta una marcha más. “Hay declaraciones buenísimas. La de derechos humanos es de 1948 y no ha pasado de moda. Pero deben sustentarse en realizaciones, y para eso se necesita la apuesta de todos”.
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Socorrer esta emergencia de forma justa y digna pasa, a su juicio, por dos primeras acciones básicas: aumentar el poder económico y el poder democrático de la gente. “Están ganando las autocracias y es desastroso”, sostiene. Y también “trabajar diplomáticamente para que las relaciones de poder que hacen que los tiranos actúen sin freno obligue a que la gente se tenga que marchar. La diplomacia es clave, hay que prevenir”.
Utopía de un mundo sin fronteras
En una edición del festival reggae que ha reivindicado el poder de la utopía para cambiar el mundo, la pregunta era inevitable. ¿Se puede construir la utopía de un mundo sin fronteras, constituirnos como una sola humanidad?
“La utopía quiere decir no lugar”, advierte Cortina. “Lo que se ha de construir no es una utopía, que es algo que, por definición, no tiene lugar y frustra”. Y ha retado al público, reconociendo con ironía su “provocación”, a dejar de hablar de utopía. “Es un término que me gusta relativamente”. Si sirve para indicar hacia dónde hay que ir, “porque no nos gusta lo que tenemos y no lo vemos a la altura de lo que los seres humanos merecemos, está bien”, pero si “miramos a la utopía como aquello que nunca vamos a poder alcanzar, nos sumimos en la desesperanza”.
Por ello, Cortina propone hablar de ideal común de humanidad. “Tender a ser esa sola humanidad, a alcanzar un mundo cosmopolita en el que todos los seres humanos sean incluidos, donde puedan seguir sus planes de vida y tener el derecho a buscar sus proyectos de felicidad. Ese es un ideal de la humanidad. No es una utopía. Tiene que poder tener lugar”.