“Cuatro rambladas de agua seguidas. Cuando limpiamos una, sacamos la tierra y el barro, hasta 20 toneladas cada vez, y llega otra que vuelve a inundar el pueblo”. La que se lamenta con impotencia es María José Rubio, la alcaldesa de Báguena, en Teruel, que el pasado fin de semana tuvo que desalojar a las 500 personas que disfrutaban de la verbena de las fiestas patronales en su pabellón por culpa de la inundación que provocaron la dana y las tormentas. Su municipio es uno de los epicentros de este volcán de agua, piedra y barro que azotó Aragón. Y ahora llega otra. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha lanzado para este viernes y sábado el aviso naranja, esta vez para el Pirineo, por lluvias fuertes que pueden alcanzar los 100 litros por metro cuadrado y que pueden provocar crecidas en ríos del norte y subidas importantes de caudal en los barrancos, según advierte la Confederación Hidrográfica del Ebro. Este viernes a media tarde había cauces como el Ara, en el Pirineo oscense, que ya iban muy cargados de agua a su paso por Broto.
Esta comunidad del noreste de España vive desde el pasado 28 de agosto amenazada por las trombas de agua. Los avisos de Aemet por las tormentas no han hecho más que cambiar de color sin apenas tregua en las tres provincias aragonesas. El resultado, un paisaje de carreteras cortadas, caminos destrozados, pueblos con sus calles inundadas, cortes de luz, tuberías atascadas y vertidos a reventar. Como de otro planeta.
“Hay muchas situaciones que en Aragón provocan tormentas de mayor severidad”, explica el meteorólogo de la Cadena SER, Jordi Carbó. “Las vaguadas, o aire frío en altura, aquí nos asustan porque sabemos que pueden tener un comportamiento muy peculiar”, añade. Lo corrobora Miguel Ángel Clavero, director general del servicio de Protección Civil del Gobierno de Aragón: “Aquí estamos acostumbrados a padecer fenómenos climáticos adversos con frecuencia y ya sabemos qué tenemos que hacer”.
Por primera vez, la semana pasada se activó el plan especial que el Ejecutivo aragonés ha puesto en marcha para este tipo de episodios, según su nueva Ley de Emergencias. Este nuevo plan tiene como objetivo conseguir una mayor coordinación entre todas las instituciones y también mejorar la información sobre los fenómenos meteorológicos adversos a todos los ciudadanos. Incluye avisos a través de redes sociales del Gobierno y del 112 Aragón dando consejos y pretende avanzar precisando por zonas el territorio, mejorando la planificación y los procedimientos para intervenir, integrando en uno todos los planes anteriores.
Las tormentas en esta zona son especialmente virulentas, con vientos más fuertes, gran cantidad de agua concentrada en poco rato, crecidas de ríos y, por tanto, en barrancos, y todo acompañado de piedra, incluso de gran tamaño, o granizo. Además, lo explica Carbó, “el Pirineo hace de barrera natural, lo que provoca que las tormentas se queden más tiempo en este territorio, de hecho estamos detectando que las borrascas ya no cruzan toda la Península y se estancan en esta cara sur de los Pirineos antes de llegar al Mediterráneo”.
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“Todo lo que supere un litro por minuto genera problemas, es lo que llamamos lluvia torrencial”, recuerda Carbó. Y es justo lo que volverá a ocurrir este fin de semana y ha ocurrido estos días en numerosos pueblos aragoneses, sobre todo de la provincia de Zaragoza y de Teruel. Hasta 67 litros por metro cuadrado cayeron en lugares como Burbáguena (Teruel), cuyo alcalde, Joaquín Peribañez, lo describía así: “Hemos vivido una pesadilla porque nadie imaginaba la que iba a caer, con viento y piedra, y con mucha mala leche”.
En este municipio hubo que cortar la Nacional 234 por la tromba y los árboles caídos. No ha sido la única. En la provincia de Huesca, en la sierra de Guara, las lluvias se llevaron más de metro y medio de la carretera A-1227, lo que dejó aislados a los dos núcleos de Yaso y Bastarás. Se prevé que se tardará tres meses en reparar uno de los tramos. Cimballa, en Calatayud, se quedó aislada varias veces en una semana por la crecida del río Piedra. Incomunicados se quedaron más de cinco horas 160 viajeros del tren a Valencia, en la estación de Ferreruela de Huerva (Teruel). “Había niños y personas mayores e hicimos bocadillos a toda prisa para llevarles”, apunta su alcalde, Óscar Gracia. Incluso en Huesca capital se cortó una de sus salidas, hacia la N-240, por los desprendimientos que provocaron las trombas.
Las afecciones de estas lluvias torrenciales están todavía cuantificándose, pero el parte meteorológico no da tregua. Por eso, los alcaldes han mostrado estos días su impotencia y escasa capacidad, sobre todo económica, para hacer frente a las reparaciones y los daños, y han pedido ayuda. No solo son cultivos echados a perder, son también “tuberías, desagües, acequias… porque el agua se ha filtrado y ahora a ver cómo lo desatascamos”, se queja la alcaldesa de Báguena (Teruel), lo mismo que el primer edil de Anento (Zaragoza). Las diputaciones provinciales han dado un paso al frente y se han ofrecido a hacerse cargo de los daños. La de Zaragoza celebrará un pleno la semana que viene, en la que pedirá al Gobierno central la declaración de zona catastrófica.
No solo es lo que habrá que invertir para reparar, sino también lo que se ha dejado de ingresar. A muchos pueblos les han pillado estas trombas en plenas fiestas patronales y todavía en campaña turística. Como a Aínsa (Huesca), que se vio obligada a suspender su tradicional Morisma; o en Plenas, en la comarca de Belchite, donde una docena de coches de visitantes se quedaron sin luna por culpa del granizo. Solo en la provincia de Teruel hay, según datos de la Diputación, 40 municipios afectados, y en la de Zaragoza, una veintena. Y este fin de semana, con el suelo húmedo todavía, en Aragón seguirán mirando al cielo.
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