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«Al PSOE no le importa tener puteros, le importa que se sepa»

by Marko Florentino
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Se agradece escuchar a alguien a la que es difícil etiquetar. Paula Fraga (Lugo, 1988) es una de ellas, porque sí, es muy crítica con Irene Montero y todo lo que, bajo su criterio, ha representando al frente del feminismo en España, pero tampoco admite las tesis machistas que se alzan al otro lado de la barrera. Esta joven abogada penalista, experta en derecho de familia y protección de la infancia, lleva tiempo abriéndose hueco en los medios de comunicación, justamente por esa característica que tanto se echa en falta: libertad de criterio. Nada de rebaños que seguir, partidos políticos a los que aplaudir, ideas precocinadas que no aportan nada al debate público.

PREGUNTA.-  Por redes me ha salido, varias veces ya, un mensaje que dice: «el mejor líder de una nueva izquierda, sin Pedro Sánchez, sería Gabriel Rufián». Que el nuevo modelo de izquierda sería Gabriel Rufián. Y hay gente, al menos en esas redes, que se muestra muy a favor de eso. A usted, ¿qué le parece, Rufián?

RESPUESTA.- Hombre, a mí… Rufián… Los nacionalismos fragmentarios, en general, me parecen un dislate. Y, además, que eso sea acogido desde las izquierdas, me parece que es una izquierda que odia lo propio, que odia a España con un vicio endofóbico tremendo. Por eso son incapaces de hablar de Hispanidad, son incapaces de hablar de España y parece que su proyecto político es la ruptura de la nación. De la nación política, de la patria, y es que la patria y el Estado lo es todo.

O sea, yo puedo tener discrepancias, y las tengo por supuesto, con la derecha neoliberal, con la izquierda, pero lo primero que tenemos que tener claro es que la primera defensa, desde el sesgo o la opción política ideológica en la que estés, es la defensa de la patria.

Porque, además –esto es lo que me sorprende–, desde las izquierdas se asuma ese vicio endofóbica, ese odio a lo propio, ese querer destruir tu propia nación. Y eso, como digo, es un dislate, porque además no hay nada más comunitario que la patria, que es la casa de todos. Eso es lo primero que tenemos que defender como proyecto sobre el que luego se establece un Estado, que es la garantía de igualdad, la garantía de defensa de los derechos de los trabajadores. Y si quieres romper eso, ¿qué podamos debatir y discutir a partir de ahí?

Por tanto, Rufián y los nacionalismos fragmentarios, creo que son necesarios destruirlos a todos los niveles: político, ideológico, moral. Porque han sido parte de la destrucción de la izquierda y también han sido parte de esta polarización social, de este enfrentamiento entre los ciudadanos. Se han abandonado banderas clásicas de la izquierda, como es la patria, como es la clase social, para simplemente enfrentarnos entre españoles.

P.- Lo siguiente que pasó es que un activista de Podemos, puso ese tuit diciendo: «Rufián podría sonar como nuevo líder de la izquierda, como nuevo hombre que aglutine las sensibilidades de izquierda…». A lo que Rufián, que es muy dado a las redes sociales, respondió a esas palabras con una foto de Irene Montero.

R.- Irene Montero aún es peor, porque Montero, aparte de que ha asumido también esas tesis endofóbicas de ruptura de la patria, aparte de todo eso, es que también es la mejor representante del feminismo –o pseudo feminismo– institucional absolutamente desnortado, que además ha supuesto la vulneración de los derechos de las mujeres y de la infancia a través de la ley trans, de la ley del «solo sí es sí».

O sea, todo aquello que advertimos que iba a pasar desde otro feminismo, desde el feminismo como ahora llaman clásico –un feminismo sin más, racionalista, normal, si es que es lo que quiero una izquierda normal, un feminismo normal–… algo que no te haga avergonzar de ser de izquierdas. Por tanto, hay que construir esa alternativa. Y, desde luego, la alternativa no está ni en Rufián ni en Irene Montero. Además, ¿qué alternativa? Si llevan destrozándolo todo no sé cuántos años.

P.- Siempre preguntamos, Paula, por la relación con la fe de los invitados. ¿Cómo es la suya?

R.- Ahora mismo soy agnóstica. Cierto es que yo vengo del materialismo, y además entiendo la tesis del ateísmo. Lo que pasa es que creo que la tesis del ateísmo puede llegar a ser ciertamente soberbia intelectual, en el sentido de que hay mucho que desconocemos de la realidad, que no tenemos la explicación de todo.

Entonces, bueno, por eso desde el punto de vista filosófico estoy más en ese agnosticismo. Y, en todo caso, ante todo, yo me defino como culturalmente católica, independientemente de que no sea creyente. No creo en Dios o en la idea que se ha elaborado alrededor de Dios.

Sí soy culturalmente católica y, además, creo que lo culturalmente católico puede ser incluso un bastión de resistencia frente a problemáticas como la islamización de Europa que estamos viendo ahora mismo.

P.- Viendo un poco y leyendo su trayectoria, a veces tengo claro cuándo a alguien se le puede poner una etiqueta. Con usted me pasa que no sé muy bien, –y creo que eso habla bien de usted–, qué etiqueta poner, en esta época donde parece que hay que elegir bando corriendo y tener determinadas marcas… Es muy libre en ese aspecto. Supongo que le habrán dicho «Paula Fraga es poco etiquetable»

R.- Sí, eso me suelen decir, la verdad. Y luego, pues, desde diferentes facciones ideológicas, para unos soy una malvada comunista, para otros soy fachísima, falangista, lo que más me suelen llamar es rojiparda, que no deja de ser una etiqueta punitiva y una descalificación.

Entonces, al final, yo creo que en cada tema del que hablemos hay que tener una postura fundamentada en base a razones, en base a datos, en base a criterios. Yo, como jurista, por ejemplo, quiero seguir criterios técnicos-jurídicos cuando hago el análisis de lo que fuere, y no criterios políticos.

Y, si hablamos de política, creo que también hay otro tipo de cuestiones que deben ser analizadas desde el materialismo, desde el análisis realista de la realidad, antes que desde el sesgo ideológico. Independientemente de que, obviamente, todos tenemos nuestra ideología.

Pero el problema que veo es que las ideologías, en muchas ocasiones, funcionan como vendas, y lo que hace muchísima gente, tanto de izquierda como de derecha –pero esto se ve muchísimo en el progresismo–, es tratar de retorcer la realidad para hacerla encajar en su ideología. Y eso no puede ser así. Tú primero tienes que ver la realidad y después, desde tu ideología y desde los principios desde los que operes –ideológicos o políticos–, ya trataremos de dar esas soluciones.

Pero, como digo, las ideologías a veces funcionan como vendas. Hay muchísimo sectarismo, muchísima falta de criterio propio. Y, claro, al final, esta es una conclusión a la que he llegado, y sobre todo lo que me empuja es a utilizar ante todo el pensamiento crítico, pues escapo a etiquetas. Porque mucha gente, cuando digo una cosa, les parece rojísima y les parece que soy «súper comunista».

Y yo vengo de la tradición marxista, de la filosofía materialista marxista. Pero, claro, yo no entiendo nada como dogma. No quiero respuestas o soluciones de hace 250 años para ahora. Entonces hay que adaptar tus principios, tu filosofía, a la realidad y no al contrario.

«Podemos-Sumar irán al basurero de la historia por destrozar el movimiento obrero»

P.- Cuando se habla de izquierda y derecha en España, a veces tenemos –o eso es lo que yo noto– una sensación permanente de que en nuestro país todo lo que hace Pedro Sánchez es de izquierdas per se, y todo lo que hace, por ejemplo, Ayuso es de derechas per se, y todo lo que plantea Feijóo es de derechas, y lo que plantean Illa en Cataluña, es de izquierdas. ¿Por qué? Porque son PP y PSOE.

Esta es una idea que intento combatirla desde mis pocos espacios de altavoz. Claro, cuando se habla de amnistía… ¿Qué parte de izquierda hay en la amnistía? Ahora parece que la amnistía es de derechas. Bueno, básicamente era la misma postura que tenía Pedro Sánchez y todo el PSOE hasta que hubo las elecciones del 23 de julio y pasó lo que pasó con los votos, o sea, que no les llegó.

No sé si notas esto: que en España depende mucho de lo que, para la mayoría, es de izquierdas o de derechas, dependiendo de lo que defienda el Partido Popular, lo que defienda el PSOE, lo que defienda Sánchez o defienda Feijóo.

R.- Sí, claro. Y ese es uno de los problemas que tenemos sociológica y políticamente. Estamos en un momento muy desesperanzador, nefasto y de muchísima corrupción: corrupción ideológica, de confusión de ideas, de corrupción a todos los niveles, de polarización, entre un posmodernismo nihilista totalmente desaforado, y luego también estamos viendo reacciones a la contra, cada vez más ultras y más hiperbólicas.

Entonces, claro, estamos en esa pinza. La gente ya no tiene claro qué es la izquierda y qué es la derecha. Es que no se están manejando criterios eminentemente político-económicos. O sea, los patrones de referencia de la izquierda y la derecha, y sobre todo del progresismo, son más patrones extrapolíticos: culturales, sociológicos. Entonces está todo absolutamente desdibujado.

La verdad es que tanto PP como PSOE son socialdemocracia, es decir, son proyectos socialdemócratas que se diferencian en cuestiones de matiz. El PP –yo me harto de decirlo– es el PSOE cinco minutos después. Entonces, al final, no vemos unos criterios políticos que rijan a unos y a otros, y sociológicamente la gente está muy perdida sobre qué es la izquierda y qué es la derecha.

Se cree que ver un programa de televisión u otro te hace de izquierdas o de derechas. El origen de la izquierda clásica está en principios fundacionales como el universalismo o el racionalismo, y todo eso se ha abandonado por parte de las izquierdas. Universalismo, y ahí tenemos las grandes nociones que nos acogen a todos, como es la patria, como es la clase social. Todo eso ha sido abandonado y sustituido por luchas identitarias posmodernas, por cada vez más grupúsculos enfrentados entre nosotros. Así es imposible hacer una izquierda eminentemente y verdaderamente transformadora.

Entonces, si ni siquiera se tienen claros los principios, la gente está muy perdida entre qué es una cosa o qué es la otra. Y, sobre todo, que la izquierda… los principios marxistas, los principios de acogimiento de todos, se han sustituido por el progresismo. ¿Qué es el progresismo? El progresismo es un mito fundacional de esta izquierda posmoderna que no transforma absolutamente nada y que, como digo, está centrada en luchas cada vez más particularistas. En el particularismo, por ejemplo, están los nacionalismos fragmentarios.

Entonces, para mí, este progresismo posmoderno absolutamente nihilista que tenemos hoy es la tumba absoluta de cualquier izquierda transformadora, universal, materialista. Y, desde luego, ha sido el destrozo del movimiento obrero y también de un feminismo racionalista sensato.

Paula Fraga en El purgatorio. | Kevin Borja

P.- ¿Tenemos una izquierda, tanto PSOE como partidos a su alrededor, que ha abandonado la idea de un proyecto común para España?

R.- Sí, absolutamente. Si es que están centrados en los nacionalismos fragmentarios, como decimos. Tal y como se conformó este gobierno de coalición, fue un acto meramente corrupto. Su acto fundacional para esta legislatura fue pura corrupción política: vender la patria, más cesiones a los nacionalismos fragmentarios, amnistías y además dictadas por el propio delincuente que cometió el delito. Eso es la ruptura de la igualdad ante la ley. Estos días veíamos la cesión de Hacienda por parte de este gobierno de coalición «superprogresista» a Cataluña.

P.- El llamado nuevo pacto fiscal para Cataluña. La financiación ‘singular’.

R.- Sí, y tan singular y tan particular para privilegiar a un territorio. Entonces vemos cómo es la ruptura de la igualdad entre territorios, cómo es la ruptura de la solidaridad interterritorial que recoge nuestra Constitución. Vemos cómo, al final, en nombre del progresismo y de la igualdad, se están haciendo cosas esencialmente contrarias. De ahí que hable yo de que estamos en un momento de corrupción ideológica, de no entender nada sobre qué es la izquierda y qué es la derecha.

Por eso, en este momento tan nefasto, vemos una corrupción económica y material. Lo estamos viendo: Ábalos, Koldo, Cerdán; bueno, en fin. Lo hemos visto también con otros partidos, por supuesto. En fin, defectos del sistema que tenemos, porque deberíamos tener un sistema que no permita que cualquier sátrapa pueda hacerse con él. Estamos viendo todas las cesiones a los separatistas, estamos viendo esta corrupción absolutamente galopante y no hay manera de echarlo. Y, como desde luego vergüenza no tiene, no va a dimitir.

Debería haber mecanismos constitucionales que supusieran un mayor control por parte de la ciudadanía a los poderes. Además, los poderes de verdad deberían vigilarse entre ellos. Esa es otra de las cosas que estamos viendo: ataques al Estado de derecho. Toda la legislación que se está haciendo es un ataque al Poder Judicial. Ya no tenemos un Poder Judicial independiente, porque tenemos un órgano de gobierno, el Consejo General del Poder Judicial, que es elegido por los políticos, lo cual es una anomalía y no debería ser. Y ahora quieren venir con más ataques a la independencia judicial, que es uno de los principios que debe regir cualquier Estado democrático de derecho.

Por eso decía que hay corrupción ideológica, corrupción política, corrupción institucional, con esa colonización de todos los organismos. Vemos, por ejemplo, el Tribunal Constitucional, un órgano constitucional que está al servicio del PSOE ahora mismo, u otras instituciones. Las propias instituciones, el propio Poder Ejecutivo, están más al servicio del PSOE y de los partidos que de los propios ciudadanos. Entonces, claro, la situación es absolutamente denigrante.

P.- Un fenómeno que estamos viendo estas semanas es cómo los partidos que apoyan al gobierno, la coalición progresista-separatista que algunos llamaron, todos ellos, menos Podemos que ahora intenta salirse un poco de la foto, han abrazado el discurso de Pedro Sánchez y han delegado esa función crítica que podía tener antes la izquierda a la izquierda del PSOE. Lo que han dicho es: «No, no, si no es con Sánchez, no es con nadie».

R.- Hombre, claro, porque Podemos-Sumar se van a ir al basurero de la historia y entonces tienen que decir sí y amén a absolutamente todo lo que diga el PSOE, porque es que ya ni siquiera llegan a muletas. Entonces, claro, con esos mimbres o aceptan todo calladitos… Luego te hacen algún numerito y alguna declaración encendida de «esto no puede ser», pellizcos de monja, pero ahí se quedan.

Como decía, Podemos-Sumar acabarán yendo al basurero de la historia, pero el problema es que, hasta que lo hagan, han sido uno de los grandes factores del destrozo del movimiento obrero y de las izquierdas en España. Y encima, lo problemático es que el PSOE ha asumido algunas de las tesis de Podemos-Sumar, que son las tesis más absolutamente desquiciadas respecto al feminismo o al lawfare, por ejemplo. Entonces, el PSOE ha asumido todas esas tesis, así que ya no les hace falta Sumar o Podemos, que acabarán desapareciendo.

P.- Es curioso, porque también a veces, cuando ya se cumplen efemérides y van pasando años de todo lo que hemos vivido, es curioso ver a gente que estuvo en el 15M, que estuvo protestando, que montó un partido político que dijo no a la casta, que «PP y PSOE son lo mismo» y «no hay pan para tanto chorizo». Reivindicaban la solución a una serie de problemas de curro, de vivienda, de jóvenes –que hoy ya no son tan jóvenes–.

Ahí están, y siguen siendo los mismos problemas: una juventud desencantada con la política, una juventud que también, en parte, ha cambiado su postura hacia posiciones más conservadoras, hacia partidos más de derechas. ¿Cómo valora todo ese movimiento, toda esta más de una década –desde el 15M en 2011 hasta hoy–, en lo esencial todo sigue meramente igual?

R.- Igual o peor. Porque date cuenta de que en aquellos años ser mileurista era una vergüenza y ahora tienes que dar gracias al cielo por ser mileurista, por estar con 30 años compartiendo piso con desconocidos. Ahora el acceso a la vivienda aún es peor. Está habiendo una devaluación de los salarios, inflación, condiciones laborales cada vez más indignas.

Al final vemos que lo importante –las cosas del comer, como decía Julio Anguita: pan, techo, trabajo– no está garantizado. No tenemos un Estado capaz de garantizar esos derechos, algunos fundamentales y otros recogidos en nuestra Constitución. Son incapaces de garantizar eso.

Y mientras tanto, aparece este movimiento que al principio podía ilusionarte, parecía que venían a impugnar algo y al final se centraron en cuestiones identitarias, en darles la turra a los jóvenes con que son machistas, con que son nazis. Simplemente por ser conscientes de la realidad y explicarla –decir que hay un problema con la vivienda, con el modelo migratorio, con tantas y tantas cuestiones– ya, bueno, «eres nazi, fascista, falangista».

Claro, vemos todos esos problemas y que cuando desde las izquierdas o desde la juventud –o gente que empieza a padecerlo en su propia piel– se denuncian, encima somos machacados. ¿Cómo no se van a ir al otro extremo y a la derecha? Y digo al otro extremo porque también está habiendo reacciones ultra.

«El porno es prostitución filmada, un mundo terrorífico»

He visto una reacción al feminismo de Irene Montero que es un antifeminismo furibundo. Yo soy la primera que hace crítica al feminismo –al pseudofeminismo, porque en fin, eso es transgenerismo–, soy la primera que critica el feminismo institucional hegemónico, y también puedo hacerle alguna crítica al feminismo en general. Pero eso es una cosa, y otra muy distinta es defender tesis directamente conservadoras, de «las mujeres aquí, los hombres aquí», tesis misóginas, que cada vez veo más entre gente joven.

Y en parte –no todo se explica por esto, claro– es una reacción a ese feminismo que viene del 15M y que ha abandonado el feminismo para acoger las tesis decoloniales, multiculturalistas y transgénero, que por cierto vienen de la academia norteamericana. Luego, ellas son las primeras en llamarnos colonialistas, en decir que tenemos un sesgo blanco-europeo, y sin embargo están colonizadas culturalmente por las tesis estadounidenses, que se han comido y traído aquí, destrozando el feminismo y las izquierdas.

Entonces, claro, yo comprendo el fenómeno de chavales jóvenes haciéndose de derechas o incluso acudiendo a la religión occidental. ¿Por qué? Porque estamos en un momento, como decía antes, de desesperanza total, con unas condiciones laborales indignas, con gente de 30 años compartiendo piso, que no puede tener un proyecto de vida.

No hay un proyecto de vida estable, sin ninguna certidumbre. Entonces, los chavales buscan asidero: buscan asidero moral, buscan asidero ideológico… Pues muchos encontrarán consuelo, sentido, trascendencia, sentido de vida en Dios, por ejemplo, o en tesis más conservadoras. Eso es lo que está pasando. No es que, de repente, se hayan vuelto todos nuestros jóvenes súper creyentes por providencia divina –nunca mejor dicho–, sino por una serie de cuestiones sociológicas, políticas y, sobre todo, económicas que lo explican.

Paula Fraga en El purgatorio. | Kevin Borja

P.- Si hablamos sobre feminismo, uno de los datos que más llamó la atención en las últimas semanas fue una bajada del porcentaje de voto del PSOE, que generalmente suele mantener un apoyo estable. Es cierto que venía del desgaste por casos de corrupción, pero se observaba, y así lo decían algunos analistas, que una buena parte de ese voto perdido era voto femenino.

Por primera vez, parecía que el Partido Popular podía disputar o incluso superar al PSOE en voto femenino. El PSOE casi siempre ha ganado entre las mujeres, ha tenido un apoyo mayoritario. Muchos señalaban que el PP estaba captando ese voto también a raíz del escándalo sobre prostitución, de los audios que hemos escuchado todos. No sé si incluso el PP utilizó el asunto de las saunas del suegro de Sánchez para hacer más daño en ese terreno.

Después, mucha gente comentaba que el PSOE cometió un grave error al ceder el Ministerio de Igualdad a Irene Montero. Ahora se ven los efectos: mujeres que antes apoyaban ese ministerio y el feminismo más próximo al PSOE, y no tanto al PP, han abandonado el voto socialista. ¿Comparte esa tesis?

R.- Sí, por supuesto que la comparto. El Ministerio de Igualdad en manos de Irene Montero no solo ha provocado que se pierda voto femenino para la izquierda –PSOE y Podemos–, sino que ha generado consecuencias nocivas desde el punto de vista social y de los derechos de las mujeres. Si alguien merece perder el voto femenino –y no digamos el voto feminista–, es el PSOE, y también Podemos, Sumar y toda esta izquierda antifeminista que presume de feminista mientras aprueba leyes que vulneran los derechos de mujeres y de la infancia.

Lo que estamos viendo últimamente es grotesco: escándalos de prostitución, mujeres prostituidas y pagadas con dinero público, audios que tratan a las mujeres como mercancía. Esa es la idea que sostiene la prostitución: que las mujeres somos objetos vendibles y consumibles. No hay nada más opuesto a los derechos de las mujeres y de niños y niñas –porque en prostitución hay menores–. Con estos mimbres, ¿cómo no van a perder voto femenino?

O una Ley Trans que, como dijimos, ha vulnerado derechos de las mujeres: hombres autoidentificados como mujeres en categorías deportivas femeninas, en prisiones femeninas, eludiendo agravantes de la Ley Integral de Violencia de Género, metiéndose en oposiciones para mujeres… Todo lo que advertimos que ocurriría, ha pasado.

Y luego la ley del solo sí es sí: me gustaría ver a Irene Montero y compañía en mi despacho cuando atendía a mujeres a las que esa ley puso en la calle a su violador o les rebajó la condena. Eso es revictimizar a las víctimas. En nombre del feminismo y de la igualdad han desprestigiado el feminismo. Seguirán perdiendo voto femenino y yo, políticamente y en todos los altavoces que tenga, seguiré diciéndolo: no merecen que ni una mujer los vote. El PSOE siempre ha traicionado a la clase trabajadora. La historia del PSOE es la historia de la traición a la clase trabajadora, ahora también ha traicionado al feminismo.

«Lo primero que hay que defender, sea cual sea tu ideología, es la patria»

P.- Mucha gente se preguntaba en qué círculo íntimo, en qué círculo personal se movía el presidente del Gobierno. Vimos, como respuesta a todas las informaciones y a todo el tema de los audios, vimos ese acto de partido que tuvo Sánchez con mujeres del PSOE.

R.- Simplemente, es lamentable. Las mujeres del PSOE… de verdad, ¿qué principios tienen? Se dejan instrumentalizar, utilizan el nombre del feminismo para lavarle la cara a Pedro Sánchez. ¿Cómo no se iba a enterar de nada? Llevas meses haciendo la gira con esta gente –puteros, corruptos– y no sabes nada.

Para lavarle la cara al PSOE y a esa gente, te dejas instrumentalizar como mujer y usas al feminismo de esa manera. Desde el punto de vista moral, no puede ser más bajo. Y ya en cuanto a la forma, aquello parecía un grupo de mujeres aplaudiendo al amado líder. Grotesco. Vergonzoso. No lo sé… espero que cobren muy bien, porque desde luego principios no tienen ninguno.

P.- Pero decía lo del círculo íntimo de Pedro Sánchez. Se habló y se sigue hablando, claro. Cuando Sánchez, como respuesta a toda esta serie de escándalos, de desgaste que puede tener el voto femenino por los audios, por el asunto de las prostitutas, de las chicas que después trabajan en empresas públicas… En el fondo de todo esto, lo que él dice, o sea, lo que el PSOE dice, es: «Cualquiera que consuma prostitución que sepa que va a estar fuera del partido».

Claro, y ahí es donde el Partido Popular ataca, con respecto al asunto de las saunas de esa Sabiniano, que es una persona ya fallecida, el que fuera suegro de Sánchez. El asunto de estas saunas donde, digamos, hay testimonios –que se han escuchado en medios de comunicación– de episodios de proxenetismo o de prostitución, en ese caso sería, prostitución masculina. ¿Cómo ve el asunto de las saunas?

R.- Es una muestra más de cinismo e hipocresía del PSOE de Pedro Sánchez. A ver, Pedro Sánchez no tiene ningún tipo de principio cuando habla de que es abolicionista y que va a abolir la prostitución. En fin, ahora recordamos la trayectoria del PSOE en ese caso.

En todo caso, yo respecto a las saunas, desde luego, si es cierto lo que está diciendo el PP –que ha participado a título lucrativo porque la mujer era la contable de las saunas donde había prostitución y él se benefició económicamente–, eso choca absolutamente con los principios que dice tener. No te puedes decir abolicionista y estar casado con una persona que se está lucrando de esa explotación sexual. A cualquiera con un mínimo de decencia le explotaría la cabeza y no podría dormir tranquilo. Es una muestra más de cinismo.

Y respecto a la prostitución, me río yo absolutamente de todo lo que están anunciando. Llevan veinte años diciendo que son abolicionistas y que van a hacer una legislación abolicionista. No se lo cree ya absolutamente nadie. De hecho, cuando el PSOE dice: «Nosotros siempre estuvimos en contra de la prostitución», ¿qué están diciendo? Si eliminaron la tercería locativa –que es una forma de proxenetismo, la habilitación de los espacios para la prostitución, como puticlubs o pisos–, jurídicamente se llama así. Bueno, pues fue el PSOE de Felipe González quien eliminó del Código Penal la tercería locativa. Tenemos España y las carreteras llenas de prostíbulos por culpa de Felipe González. Entonces, ¿qué me está contando el PSOE de que ellos son siempre abolicionistas?

Luego, también el PP ha hecho las suyas, porque cuando modificaron el Código Penal en materia de proxenetismo, lo que hicieron fue impedir la persecución efectiva de este delito. Pero en este caso estamos hablando del PSOE, y no tiene ninguna lucha ni historia abolicionista. Llevan veinte años con lo mismo.

Ahora dicen que van a expulsar a los puteros del partido. Mira, a vosotros no os importa tener puteros en el partido, no os importa defender la prostitución, no os importa nada, el machismo de esta gente. Lo que os importa es simplemente que se sepa, nada más. Entonces yo no me creo absolutamente nada. No creo que de esta izquierda y de este PSOE vaya a salir una legislación abolicionista, porque llevan veinte años diciéndolo y no ha pasado.

Yo, desde luego, como mujer de izquierdas y como mujer que cree en la igualdad entre sexos, por supuesto abogo por esa legislación abolicionista, porque la prostitución es la peor aflicción que puede sufrir una mujer, y también niños y niñas, porque siempre se olvida eso y hay muchos en prostitución. No se nos puede olvidar que la media de entrada en prostitución son trece años. ¿Por qué? Porque está nutrida, por un lado, de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, y por otro, de condicionantes socioeconómicos terroríficos.

Tampoco se habla de cuántos niños y niñas, víctimas de abuso sexual infantil y de agresiones brutales durante la infancia, reproducen eso que han aprendido en la prostitución. Ahí también tenemos un factor de entrada. La gente habla de prostitución con una ligereza terrorífica. Quien ha estudiado el fenómeno y ha escuchado a mujeres prostituidas que han salido de ahí sabe que es una esclavitud terrible, la deshumanización más tremenda.

Por eso hay que abogar por una legislación abolicionista para tratar de erradicarla en lo posible, porque obviamente no se puede erradicar todo el crimen. Una de las cosas que te dicen es: «No puedes abolir los asesinatos». Claro que no, pero tienes un Código Penal que lo castiga debidamente. Se trata de hacer política criminal y una buena legislación para tratar de erradicar la explotación sexual de las mujeres y de los niños.

Paula Fraga en El purgatorio. | Kevin Borja

P.- Cuando los que están a favor de legalizar o hacer una serie de modificaciones para que la prostitución sea considerada una especie de trabajo, los que defienden esa idea –esto de regularizar la situación de las mujeres y hombres que ejercen la prostitución–, siempre surgen muchas preguntas sobre el libre consentimiento, sobre el consentimiento viciado que hay cuando alguien le paga a alguien por tener una serie de relaciones sexuales. ¿Se puede llegar a un punto de encuentro en eso o eso es irremediable?

R.- Yo, desde luego, no tengo ningún punto de encuentro con las regulacionistas. Porque regular o legalizar la prostitución supone normalizar y legitimar jurídica y socialmente la explotación sexual de las mujeres. Y además, cuando hablan de libre elección… bueno, ¿qué libre elección hay en estar siendo prostituida, estar siendo penetrada por todos tus orificios veinte veces al día por hombres que no te atraen y con los que no quieres estar? ¿Qué libre elección hay ahí?

Como digo, además, hay unos determinantes de entrada que son la trata, los condicionantes económicos, las agresiones durante la infancia… y, desde luego, todos son condicionantes de pobreza y absoluta miseria. No se puede normalizar esto. Manejan una serie de falacias, como que regularlo va a dar derechos a las mujeres prostituidas. Es que no queremos derechos dentro de una situación de explotación, lo que queremos es acabar con la situación de explotación. Y lo hemos visto: en Alemania y otros países donde se ha regulado, ha aumentado la trata de seres humanos con fines de explotación sexual.

No es que «si no hay un mercado negro…», que no, que no: se va a alimentar aún más ese mercado de trata. Cuando lo normalizas cultural y jurídicamente, hay una mayor demanda, y es lo que ha pasado. En Alemania, por ejemplo, te llamaban del paro y a la segunda vez que decías que no a una oferta de trabajo como mujer prostituida te sacaban del paro. ¿Por qué? Porque se había dicho que eso era un trabajo. Quien diga que es un trabajo, que se ponga una tarde en una rotonda a ver qué agradable debe ser. No se puede tratar con esta alegría la prostitución.

P.- Cuando se habla del porno y del impacto que puede tener –o que tiene– en la educación sexual de los jóvenes, ha habido voces dentro del PSOE, Carmen Calvo era una de ellas, que abogaban por, no sé si limitar –no quiere decir prohibir–, pero sí hacer una legislación más dura contra el porno.

Es decir, cuando se habla del porno y del impacto que pueda tener en las personas más jóvenes que están empezando su educación sexual, ¿para usted qué debería hacerse con el porno? ¿Debería regularse más? ¿Debería protegerse más la educación sexual de los niños? ¿Qué deben hacer los gobernantes con el porno?

R.- Hombre, para empezar, debería limitarse totalmente a menores. Vemos otros países donde se están empezando a tomar este tipo de medidas, porque la educación –entre comillas– en el porno no es ninguna educación. No estás viendo relaciones sexuales realistas ni sanas, sino una serie de ideas y prácticas que luego vas a poner en práctica en la realidad y que pueden dañar tanto a ti como a la persona que tienes enfrente.

La pornografía no es más que prostitución filmada. Y si indagamos sobre ese mundo, es terrorífico: hay muchísima trata, muchísimo maltrato a las mujeres, sobre todo en la pornografía. La media de duración de las actrices –entre comillas– pornográficas es de entre cuatro y seis meses. ¿Por qué? Porque las prácticas son durísimas: enfermedades de transmisión sexual, prácticas violentas… Muchas actrices han contado después que fueron engañadas: iban a hacer una cosa y acababan siendo prácticamente violadas en escenas que no habían consentido.

Las problemáticas, tanto en prostitución como en pornografía, son gravísimas a nivel físico y psicológico. Un alto porcentaje de mujeres prostituidas –y también hombres– acaba con toxicomanías, porque es imposible hacer frente a esa realidad diaria sin anestesiarse. Las «estrellas» porno que vemos son las pocas escogidas: hacen unas cuantas películas, saben dar entrevistas y son la cara amable de la industria. Pero detrás hay explotación sexual absoluta. Y como factor de educación para chavales, es una escuela de desigualdad.

Además, las mujeres, hagan lo que les hagan en pornografía, siempre aparecen como si disfrutaran, como si no pasara nada. Puedes ver a una mujer rodeada de cinco o seis hombres haciéndole barbaridades que todo el mundo lo puede imaginar. Y ella fingiendo que no pasa nada, que es algo normal. Eso luego lo reproducen los chavales. Hay chicas que cuentan: «Hay prácticas que no quiero hacer, pero mi novio las ha visto en porno y por no parecer mojigata las hago». Y luego acaban en el hospital con prolapsos anales, por ejemplo, entre otras muchas consecuencias.

P.- Si le dicen «hermana, yo sí te creo», ¿qué le sale pensar?

R.- Me sale decir «te creeré si hay fundamentación para que te crea». Porque lo que no puede ser es creer que las mujeres son seres de luz, y ese uno de los errores del feminismo institucional, el más hegemónico –el que culturalmente se escucha más–.

Y ahora te puntualizan, te bautizan… «Bueno, es que tampoco se quería decir eso», «no se quería decir eso». Pero, ¿os habéis hartado de hacer señalamientos públicos? ¿Os habéis hartado con el Me Too, y ese Me Too, por supuesto, tiene fundamentación de justicia? Maravilloso, claro que sí.

Pero yo siempre lo digo: a donde hay que acudir es a comisaría, y donde tenemos que mejorar –mejorar la asistencia a las víctimas– precisamente es en comisaría, en juzgados. Bueno, pues vamos por ahí. Pero esto de las denuncias públicas anónimas es «hermana yo sí creo», única y exclusivamente porque lo dice una mujer, y entonces, ¿entonces tiene que ser verdad?

Bueno, todo eso para mí es un error garrafal del feminismo, que le resta credibilidad, que le resta prestigio y que le resta validez a un movimiento de impugnación social que tiene toda la razón de ser.

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