Somos, a veces, tan rigurosos con el Florero de la Moncloa, según lo ha definido Feijóo, que cuando hace algo bien es de gente honrada darle la razón. Sepa el lector que en esta columna uno va a admitir que a veces ese personaje actúa correctamente. Átense los machos.
Sabido es que, en España, para trabajar en la administración del Estado hay que pasar unas oposiciones duras y trabajosas que a veces consumen años. Si no recuerdo mal, aquí estas oposiciones las diseñó e impuso la orden de los jesuitas, en copia a los concursos chinos de méritos para entrar en la corte del Emperador. No sé si es verdad, pero me temo que sí.
Pues bien, el Florero ha simplificado enormemente estas costosas y fatigosas oposiciones, para ayudar a las juventudes. Ahora basta con jurar los principios del movimiento sanchista y lealtad al Florero para que te hagan funcionario. Según cifras oficiales, hay ya tres millones de burócratas, de los cuales miles y miles han sido designados a dedo por el Florero. Eso si eres medio tonto, pero si eres más listo, o, mejor dicho, más lista, se ha abierto ahora un camino realmente progresista para trabajar en la administración.
Primero, eso sí, has de gozar de un cuerpo sexualmente apreciable, lo que ya constituye un mérito, pero de amplio espectro: a unos le gustan las flacas, a otros las gordas, y los hay también que las buscan contrahechas. Se puede decir que esta es una condición bastante igualitaria y progresista, como corroboran las ministras de género que no han abierto la boquita. En segundo lugar, es cierto que has de hacer ejercicio, gastar una pasta en cosméticos y mantenerte bastante estiradita. Porque, y admitimos que es algo lamentable, en esta sociedad heteropatriarcal del capitalismo tardío a las mayores (antes llamadas «viejas») no las elige ni dios y carecen de catálogo. Hay otras sociedades que no caen en tan repugnante vicio: al parecer, según Evans-Pritchard, algunas tribus de Nueva Guinea tienen por el súmmum de belleza a las hembras de 80 años en adelante.
Una tercera condición es contratar a un grafista, a un fotógrafo y quizás a un proxeneta, para realizar el excitante catálogo antes mencionado, con el fin de distribuirlo entre los ministros y altos cargos socialistas. A lo mejor también lo hojea una alta carga o ministra, pero seguramente prefiere gastar el dinero público en proteger a los lobos que son tan bonitos.
«Una vez elegida la prostituta por el alto cargo y ministro correspondiente, será registrada como proba funcionaria del Régimen»
Una vez elegida la pretendiente o prostituta por el alto cargo y ministro correspondiente, es casi seguro que entrará en alguna entidad pública en donde será registrada como proba funcionaria del Régimen. Y allí irá cobrando de los impuestos de los españoles hasta que la desarbole la edad, la competencia, un accidente de coche o un juez de esos capitalistas tardíos y heteropatriarcales, que de todo hay y alguno de ellos no respeta ni siquiera el trabajo enorme que hay detrás del catálogo.
Así, por ejemplo, la Jesi de Ábalos (recuerden que este progresista era el jefe máximo de los socialistas y quien empujó hacia el mando al Florero), muchacha que fue contratada por dos empresas pagadas por los españoles: Ineco y Tragsatec, cuyos directores o jefes aún no han devuelto el dinero, ni siquiera en forma de favores sexuales a su patrón.
Y lo que es aún mejor, según la reforma socialista, a estas funcionarias es muy probable que sus celestinos les paguen un piso, quizás una casa, unos viajes y las chucherías que les apetezcan de la Milla de Oro, pañuelito de Hermés, bolsito de Carolina Herrera, zapatitos de Loboutin, y así sucesivamente. Una vida estupenda, social y progresista, pagada por todos los españoles, encantados de haber solucionado el problema de las oposiciones y de las calenturas socialistas, como ya sucedió en Andalucía.
Es muy alentador el silencio que mantienen las ministras más luchadoras por los derechos de la mujer (no de las mujeres, ojo, de La Mujer, o sea, la platónica), las mismas que dictaron una ley que va lanzando a la calle a los violadores en manada. Ellas nos dan esperanzas sobre el futuro de las hembras socialistas y progresistas que deseen mejorar la administración del Estado.