Se da por descontado que, en las sesiones parlamentarias de control al president de la Generalitat, Pere Aragonès va a confrontar siempre con los tres grupos de la derecha españolista: PP, Ciudadanos y Vox. Digo confrontar y no encarar, porque Aragonès sigue respondiendo al lÃder de Vox, Ignacio Garriga, de espaldas a él, como si la realidad de la presencia de la ultraderecha en el Parlament de Catalunya se disipara cuando no se la mira a los ojos. Como magia de cuento de Lewis Carroll: el partido que desaparecÃa cuando no se lo miraba. Se trata de un gesto simbólico de dudosa utilidad, que no practican el grueso de los consellers. En fin, que todos estos choques son previsibles, y el president los despacha con la tranquilidad de quien sabe que está hablando a otro mundo distinto al suyo, desde una orilla a la otra. Incluso se permite algún chascarrillo -con contención, por supuesto-, comparando a Carlos Carrizosa (Câs) con El Club de la Comedia.
En cambio, sà hay un diputado que logra enervar al presidente de la Generalitat, hasta el punto de provocar que esa figura hierática y comedida de joven aplicado se altere. Un poco. Pero tratándose de Pere Aragonès, una leve subida de tono en el discurso puede revelar un maremoto interior. Se trata del lÃder parlamentario de Junts, Albert Batet. Este miércoles, tras su pregunta al president, el puigdemontista seguÃa cuchicheando, lo que irritó a su interlocutor: â¿Puedo responder o me ha de interrumpir, señor Batet? Porque yo le escucho siempre aunque no me guste, ¿vale?â Y ese âvaleâ acarreaba consigo una crispación Ãntima. Que va más allá de una simple cuestión de piel. Es un sÃntoma de la profunda fractura entre estas dos formaciones. No cuesta mucho encontrar otros ejemplos; prueben a preguntar a cualquier conseller, diputado o dirigente de ERC por un tema polÃtico aleatorio, y cuenten cuántos segundos tardan en arremeter contra JxC. Y es mutuo, por supuesto.
Este miércoles, el motivo del choque era el Hard Rock, ese macroproyecto de casino entre Vila-Seca y Salou que fascina a PSC y Junts -la sociovergencia rediviva-, horroriza a la izquierda -Comunes y CUP- y tiene al Govern de ERC entre dos aguas, en un sinvivir y tramitándolo con el freno puesto; Aragonés necesita aprobar unos presupuestos con el apoyo de formaciones de los dos bandos. En respuesta a David Cid, portavoz de los Comunes, ha admitido que tiene que comerse este macrocasino por el pacto con los socialistas: âno lo abrazamos con entusiasmo, pero (…) hay unas mayorÃas en este Parlament que definen clarÃsimamente, de momento, cuál es la posición de la representación del conjunto del paÃs al respectoâ. Y, pidiendo el apoyo de En Comú Podem al presupuesto, el president no sonaba ni jocoso como ante Carrizosa ni airado como ante Batet, sino cuasi suplicante: â¿De verdad que una oposición a un solo proyecto quiere decir que hemos de desaprovechar todo esto [el presupuesto] para la ciudadanÃa de Cataluña? Piénsenselo y lleguemos a un acuerdo, por favor.â
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