Las elecciones de la primavera de 2024 han sido calificadas como las más importantes en la historia moderna de la India porque estaba en juego la democracia misma. La polarización religiosa impulsada por el partido gobernante, el BJP, había llevado al sistema a su límite. Y Amitav Ghosh, uno de los escritores famosos del subcontinente, autor de bestsellers como El palacio de cristal y Mar de amapolas, se sumó al llamamiento de otros intelectuales por el fin de la política de odio utilizada para dividir al país y crear miedo. Ghosh, como muchos colegas suyos, llamó a votar por una India diferente. Y en parte funcionó: el primer ministro nacionalista, Narendra Modi, ganó las elecciones y pudo empezar su tercer mandato. pero su mayoría salió debilitada.
Ghosh, aliviado, habla ahora del «peligro esquivado» por su país, pero lo hace con un regusto agridulce. En el gran maratón electoral indio, el cambio climático ha estado ausente de los debates. A pesar de las evidencias: 640 millones de votantes indios (dos veces y media el censo de los 27 países de la Unión Europea combinados) sufrieron temperaturas superiores a los 45 grados durante su ciclo electoral. La ola de calor se cobró más de 30 vidas sólo entre los miembros de las mesas electorales. Y hubo declaración de zona catastrófica en varios estados debido al ciclón Remal.
Sin embargo, el desastre medioambiental apenas merece menciones vagas en los programas de los dos partidos políticos principales, en el de Modi y en la coalición liderada por Rahul Gandhi. «No hay ningún país en el mundo que se enfrente a una situación más terrible que la India, no sólo en lo que afecta al clima sino también a todo tipo de impactos ambientales», dice Ghosh. Su interpretación es que la política climática no entrará en la agenda política de su país mientras tenga en contra los poderosos lobbies industriales, cuyos intereses se perciben como los intereses de la nación. Las preocupaciones de la gente no es el clima sino la inflación y el desempleo, sobre todo.
Ghosh está en EEUU y prefiere no insistir mucho en el análisis político: «He estado fuera durante meses. Las elecciones indias son un proceso complicado, hay que estar en el terreno para poder hacer análisis precisos». Su preocupación es menos coyuntural porque se dirige a ese «negacionismo colectivo frente al colapso climático» que, en su opinión, es también una crisis cultural: hasta los escritores se sienten incómodos al describir el desastre inminente en sus novelas.
Para Ghosh, todo empezó hace más de 20 años, en un viaje a Sundarbans, el bosque de manglares más grande del mundo. Un manglar es un ecosistema basado en un tipo de flora muy resistente a las aguas marinas que funciona como barrera natural contra los ciclones y las tempesatadas marinas. Sundarbans protegía Bengala Occidental, la tierra de Ghosh y el escenario de sus libros. «Fui allí para hacer algunas investigaciones para mi novela La marea hambrienta.Fue el bosque de Sundarbans lo que me abrió los ojos al cambio climático«.
El deterioro de ese ecosistema, explica, tiene ya consecuencias terribles. El mar ha subido de nivel, la fauna se ha empobrecido, las mareas se han vuelto cada vez más destructivas y Calcuta, a 60 kilómetros del océano, «se ha convertido en una ciudad vulnerable. No solo Calcuta. Toda Bengala está amenazada ante la furia devastadora de los ciclones. La degradación de la costa, la mayor frecuencia de fenómenos climáticos impredecibles y la deforestación están creando una profunda sensación de inseguridad. Calcuta es una llamada de atención para toda la India. Debemos romper el tabú y exigir prioridad a los problemas ambientales y a la conservación de los manglares».
Bengala Occidental tiene una tasa de emigración muy alta, pero no es por miedo al cambio climático. «El estado está gobernado desde 2011 por Mamata Banerjee, tras más de treinta años de liderazgo comunista. El sector industrial no ha crecido tan deprisa como otras partes de la India. Hay menos oportunidades laborales y los trabajadores calificados se marchan en busca de mejores empleos».
Ese fenómeno está bien descrito en Líneas de sombra (1988) y en la más reciente Gun Island. «En ellas, Calcuta no es sólo un telón de fondo; es un personaje. Desde las bulliciosas calles de la ciudad antigua hasta las orillas del río Hugli, cada rincón es una historia, es el eco histórico de la época colonial, por ejemplo, que permanece en la arquitectura y el tejido social. Sin embargo hay un presente vibrando y pulsando por debajo de la superficie. Calcuta siempre ha sido una ciudad de contrastes. Los icónicos taxis amarillos y los tranvías comparten las carreteras con los coches modernos. Hay casas art-déco junto a mercados repletos de gente. Hay una energía palpable, un espíritu de resiliencia que continúa inspirándome… La ciudad se enfrenta a más problemas: pobreza, congestión, infraestructura. Sin embargo, Calcuta se resiste. Su espíritu indomable está siempre presente. Es esta mezcla única de pasado y presente, que continúa abriéndose camino en mi trabajo».