Tras un parón de felicidad, tras las dos victorias seguidas con el brillante triunfo ante el Barcelona incluido, el Mallorca le dio un baño de realidad al Sevilla de Matías Almeyda. «Es el equipo el que se tiene que partir el alma; si no, … no alcanza», reconoció el entrenador argentino, después de un segundo tiempo en el que desapareció su equipo tras el gol del empate de Muriqi. Una derrota que obliga de nuevo al técnico a sacar su lado más psicológico, mientras le da vueltas a la pizarra para reconstruir al equipo ante las bajas de Azpilicueta y Mendy.
Entiende Almeyda que su mensaje se hace más necesario en los momentos más complicados. Así sucedió en el inicio liguero, con las dos derrotas en las jornadas iniciales, o tras el traspié ante el Villarreal. Mantener la cohesión del grupo y la confianza en el trabajo que se viene realizando, pese a las dudas que siempre surgen cuando se pierde un encuentro. «Línea media, línea media», repite el argentino, que no quiere excesos en las victorias pero que evita las depresiones tras una caída.
«Soy uno de los pocos entrenadores que después de ganarle al Barcelona no di una sola entrevista en todo el mundo, no hablé con nadie», dijo Almeyda en la previa del encuentro ante el Mallorca. Un mensaje con el quiso rebajar la posible euforia de su plantilla, como les había pedido durante la semana en los entrenamientos. No le dio resultado al argentino, pese al buen primer tiempo de su equipo, y esta semana ha insistido en los puntos positivos que se vienen mostrando en este inicio liguero.
Esa construcción de un colectivo en la que viene incidiendo Almeyda también se alimenta en las derrotas. Sobreponerse como equipo tras una traspié pero sin perder todo lo bueno que se había realizado con anterioridad. «Los cambios no aparecen de un día para otro», repite el entrenador, que es consciente de que para conseguir los objetivos marcados para la temporada se hace necesario elevar esa capacidad de respuesta ante las adversidades.
Almeyda detectó a su llegada ese falta de confianza y autoestima que impregnaba al vestuario sevillista. Gran parte del trabajo estival lo dedicó a cambiar esa mentalidad de un equipo que no se rebelaba ante la derrota, después de dos años en caída libre. Si el arranque de temporada le sirvió para virar esa dinámica negativa interna, con cada tropiezo aparece una nueva prueba para comprobar que su equipo responde con entereza al nuevo mensaje del argentino.
Los detalles tácticos
Aunque Almeyda le otorga una gran importancia a los aspectos mentales, las derrotas también dejan lecciones para el banquillo. Como ya ocurriera ante el Villarreal, el Sevilla no supo manejar los escenarios del partido. Ni con el 1-0 en el segundo tiempo ni tampoco tras el 1-1, cuando ni siquiera existió reacción sobre el terreno de juego para encajar otros dos goles en apenas diez minutos.
Aunque Almeyda intentó variar el partido con un triple cambio, el resultado fue lo contrario. Las entradas de Januzaj, Alexis y Akor Adams desequilibraron aún más al Sevilla e incluso una pérdida del belga, con Carmona fuera de sitio, le costó el segundo tanto. «No los quiero metidito atrás, hay que ir al frente. Si no, tienen que contratar a otro entrenador, mi estilo es ir hacia delante», dijo el argentino para justificar aquella derrota ante el Villarreal, cuando agotó los cambios con muchos minutos por delante y la posterior lesión de Nianzou dejó a su equipo en inferioridad.
Ante el Mallorca, esos cambios ofensivos tampoco ayudaron a variar lo que sucedía sobre el césped. La falta de equilibrio en el juego sólo favoreció a un Mallorca que había elevado su intensidad y que había incluido a un segundo delantero como Mateo Joseph para cargar el área, aunque fuera partiendo desde la banda derecha. Valorar un punto en determinadas circunstancias también ayuda al crecimiento, por más que el entrenador quisiera hacerse fuerte en Nervión. Este Sevilla todavía está en construcción, pese a la magnífica victoria anterior ante el Barcelona, y a Almeyda le queda trabajo por delante para lograr esa deseada regularidad.