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Antonio Hernández Mancha : «Aznar no tomó la iniciativa de refundar el PP, fue un proceso que inicié yo»>

by Marko Florentino
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Antonio Hernández Mancha (Guareña, Badajoz, 1951) fue un efímero líder de la oposición a finales de los años ochenta, entre Manuel Fraga , al que sucedió en 1987, y el propio Fraga, que le sucedió de nuevo. Todo antes de que el expresidente de la Xunta cediese el testigo a José María Aznar en el célebre congreso de refundación de 1990 en Sevilla, con su no menos célebre «ni tutelas ni tutías», mientras rompía con estruendo una carta de dimisión que le había escrito el que andando el tiempo sería presidente del Gobierno. La historia suelen escribirla, según es fama, los vencedores, aunque en ocasiones sea más compleja de lo que se ve a simple vista. Así, Hernández Mancha reivindica en sus recién publicadas memorias, editadas por Almuzara con el título de ‘Secretos de mi partido’, que fue él quien inició el proceso de refundación que provocó el cambio de nombre, de Alianza Popular (AP) a Partido Popular (PP) ; una profunda renovación generacional, que incluyó entonces al propio Aznar como líder y presidente autonómico de Castilla y León; el abandono de la alianza con los Tories de Margaret Thatcher para integrarse en el Partido Popular Europeo y el borrado de errores pasados como la abstención en el referéndum de la OTAN, que mermó gravemente la relación con el Partido Republicano de Estados Unidos. Sin olvidar el saneamiento financiero del partido y la reorganización de su departamento de tesorería y gerencia con el despido, entre otros, de un tal Luis Bárcenas. Además de todos esos suculentos ingredientes, el lector del libro, y de esta entrevista, encontrará reflexiones de calado sobre cuestiones de rabiosa actualdad como el papel del poder judicial o la guerra en Ucrania. –Usted remarca que desde su llegada al liderazgo de AP en 1987, y hasta la llegada a Génova muchos años después de Pablo Casado, no ha habido un líder del partido elegido por los militantes en un proceso competitivo. Usted derrotó a Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, uno de los padres de la Constitución. Nada menos.–Hay que tener en cuenta que Casado fue elegido en segunda vuelta [en la primera, en las primarias de 2018, se impuso Soraya Sáenz de Santamaría, luego derrotada en la votación final] y yo fui elegido en primera, por los compromisarios directos del partido. No hubo una votación de militantes y una de compromisarios, como sí hubo con Casado. Yo fui a cara de perro, como se dice vulgarmente, a una sola vuelta y directamente por los representantes de todas las provincias españolas. Eso tiene un valor añadido sobre la elección de Casado. Y hay otro valor añadido, que no es lo mismo hablar de una elección democrática, dentro de mi partido, en 1987, que a partir del año 2004. El que da primero da dos veces [sonríe] pero nosotros nos anticipamos mucho. Fíjese usted que entonces ni se hablaba de primarias, y nosotros ya las estábamos haciendo. –Derrotó a todo un padre constitucional, siendo casi un outsider en ese momento.–Completamente. No era fácil. Le tuve que ganar cuando él ya era presidente del partido, un detalle que pocas veces se comenta. Cuando don Manuel Fraga renuncia a la presidencia, después de las elecciones de diciembre del año 86, cuando vamos al congreso de febrero del 87 que me elige a mí, Miguel Herrero ya era presidente por norma estatutaria, al renunciar Fraga, ya que él era entonces vicepresidente de AP. Yo tuve que romper, al ganarle, lo que suele llamarse la tiranía del statu quo. –Usted se reivindica como refundador del partido.–La historia que se ha escrito es que la refundación la hace Aznar. Y yo creo que es verdad que la hizo él, pero la inicié yo. Aznar no tomó la iniciativa de refundar el partido, se encontró con un hecho consumado como consecuencia de un enfrentamiento mío con Margaret Thatcher. Abandoné el grupo parlamentario europeo conservador que dominaba ella de algún modo, que incluía también al partido conservador de Dinamarca. Yo pedí el ingreso en el Grupo Popular Europeo, donde estamos desde entonces. Si yo no hubiera hecho eso no se hubiera refundado el partido a nivel nacional. La refundación no es una iniciativa que salga de Madrid hacia fuera, sino que viene desde fuera hacia Madrid, porque yo empecé la reforma en el Parlamento Europeo, y a consecuencia de asumir la herencia mía se desarrolla luego la refundación, con los mismos principios que yo había dejado por sentado, en base a mi acuerdo con los populares del continente, básicamente con los alemanes de Helmut Kohl.–Apostó por Aznar como candidato a la Junta de Castilla y León en 1987 y él tuvo muchas dudas.–Yo no lo nombré, él ya estaba en Valladolid y era presidente del partido [a nivel autonómico] pero una cosa es ser presidente y otra candidato. Yo como presidente nacional del partido tenía enormes presiones para poner a otra persona, que decían que era mucho más experta, que era Rodolfo Martín Villa. Yo, como he comentado, una de las cosas más importantes que hice fue el recambio generacional. Ya cuando yo entré con personas de 28, de 30 o de 36 años al frente del partido, empezando por mí, que tenía 36, o mi vicepresidente Ruiz-Gallardón [Alberto] que tenía 28… ¿qué hago con eso?, demostrar que es verdad el relevo generacional, ya no vamos a ser los siete magníficos [como se denominó a AP en La Transición, en referencia a Fraga y sus colaboradores] herederos del franquismo… no, hay una ruptura generacional muy importante. Entonces para mí, y aunque Martín Villa es muy inteligente y era muy conocido, era un leonés de reconocido prestigio… yo tengo que jugármela a favor de Aznar por dos razones: porque es joven, es decir, que me viene bien para el recambio generacional que yo postulo, y además había sido derrotado por mí, porque él iba de número dos con Miguel Herrero. Yo mataba dos pájaros de un tiro, el relevo generacional y demostrar que yo no les cortaba el cuello a los derrotados, sino que los incorporaba al nuevo partido que bajo mi mando se iba a ir desarrollando. Que yo actuaba con gentileza con el vencido y no con la arrogancia de decir: ‘El que no ha estado conmigo está contra mí’. No lo hice nunca. E insisto, yo recibí presiones muy fuertes de CEOE, de medios de prensa, de bancos, de todo, para que no fuera Aznar. Todo el mundo decía que no tenía carisma, que no lo conocía nadie… fíjese que luego todo se ha demostrado falso, fue un buen presidente de Castilla y León y ha sido un buen presidente del Gobierno. –¿Cómo era Aznar?–José María Aznar desde que es presidente del Gobierno de Castilla y León empieza a ser otra persona. Él hasta entonces era un hombre muy discreto, muy de trabajar en la trastienda. A él no le gustaba intervenir en los plenos del Congreso siendo diputado nacional -cosa que yo no fui nunca, por cierto- prefería el trabajo en comisión… él estaba más cómodo en ese perfil grisáceo, y luego cuando alcanza el poder es el hombre que ya conocemos, muy seguro de sí mismo y con un espíritu de iniciativa grande. «Recibí muchas presiones, hasta de la CEOE, para que el candidato en Castilla y León fuese Martín Villa, pero aposté por Aznar»–El libro retrata varias sombras de Manuel Fraga, entre ellas y singularmente el de una gestión económica del partido que describe en términos muy negativos.–Don Manuel era un político puro. Él, y a mí me pasa también un poco, huimos del dinero. El dinero es imprescindible, es necesario, pero hay quien lo ama y quien lo odia. Y yo creo que Fraga y yo somos del grupo B [sonríe]. Eso tiene sus consecuencias, porque don Manuel lo que hacía era confiar en el equipo de tesorería que tenía, que yo cesé. Encabezado por don Ángel Sánchís y que tenía como puntal importantísimo a otro señor que se llamaba Luis Bárcenas. Prescindo de ellos porque cuando yo accedo a la presidencia nadie me había informado de que solamente había un billete de mil pesetas en la caja fuerte y más de seis mil millones de pesetas [cerca de 40 millones de euros] de deuda, que era la quiebra técnica del partido. Eso yo no lo achacó a Fraga, sino que, por así decirlo, él había subarrendado el servicio de tesorería a grupo de Sanchís, de Naseiro [Rosendo], de Bárcenas, etc. Y a mí eso no me gustaba. Faltaba transparencia. Nadie sabía cómo eran los gastos y los ingresos… tenga en cuenta que cuando yo llegué no existía ley de financiación de partidos políticos, sino que cada uno le pedía dinero a los amiguetes, el que tenía más dinero te daba más y el que tenía menos te daba menos, los militantes pagaban su cuota… andábamos un poco manga por hombro hasta que se hizo esa ley.Yo cesé a Luis Bárcenas sin saber siquiera que era un empleado por cuenta ajena, que tenía un contrato de trabajo. Yo pensaba que era un cargo de confianza de los que el presidente puede disponer. Me llevó a magistratura y yo vi que nos ganaba el pleito. Entonces se negoció en el acto de conciliación con él, por el secretario general mío, Arturo García Tizón, se le indemnizó y se fue a su casa. Puse a un tesorero que se llamaba José Ramón del Río García de Sola, abogado del Estado de Cádiz y que había sido presidente del Monte de Piedad de Cádiz, y de gerente a un señor de Toledo, Juan Ávila, que había sido un distinguido empleado de la Caja de Ahorros de Toledo. Ni usted ni nadie ha oído hablar de estos señores. Será porque lo han hecho bien, porque si lo hubieran hecho mal…–Asegura en el libro que acontecimientos posteriores ligados a Bárcenas no le sorprendieron.–Todo eso es a posteriori. Yo cuando llego cambio al equipo de tesorería y gerencia porque sus métodos no me gustaban. Yo no sabía lo que iba a suceder luego. Cuando vi las noticias de Gürtel no pensé que llegara a tanto, pero hay que reconocer que algún olfato tuve para eso. –La medida por la que más se le recuerda es la moción de censura contra Felipe González, fue la segunda de la historia de la democracia después de la que el propio González presentó contra Adolfo Suárez en 1980.–Yo la hice para defender que a pesar de que Fraga hubiera renunciado, AP seguía teniendo el liderazgo de la oposición. ¿Por qué? Porque la sensación de orfandad que se produjo a nivel nacional cuando Fraga anuncia su retiro fue grande. ¿Ahora a quién vamos a votar? Decían algunos de nuestros votantes, que pensaban que como mal menor, votaremos a Suárez, con tal de que no ganen los de izquierdas. En aquella época yo llegué a decir que votar Suárez era votar socialismo. Eso ahora parece una herejía, pero es porque el tiempo pasa y cambian los escenarios. En aquel momento, Alianza Popular hubiera desaparecido si Adolfo Suárez, que con el CDS [Centro Democrático y Social] volvía a retomar el vuelo, nos hubiera hecho el sorpasso. Por eso puse la moción de censura. Yo además no era diputado, necesitaba tomar una posición que viera la gente, la gente la vio, nos mantuvimos firmes y le quité a los socialistas la mayoría absoluta por ejemplo en Madrid, cosa que fue la primera vez que ocurrió en la historia. Hernández Mancha, en un momento de la entrevista ernesto agudo–Usted señala como un gran error histórico de Fraga, y por extensión del centro-derecha, la abstención en el referéndum de la OTAN de 1986. Dice además que lastró la relación con Estados Unidos y, en concreto, con el Partido Republicano.–Lo pudimos comprobar rápidamente, porque para todo occidente el referéndum en España era una cuestión de geoestrategia, no era una cuestión de política bilateral. Estamos hablando de la guerra fría, en sus tiempos más complicados. Claro, para Estados Unidos que tenía en España, como sigue teniendo, las bases de Morón, Rota o Zaragoza, y entonces tenía también Torrejón de Ardoz, la actitud de España era determinante de la propia defensa de occidente. Fíjese que entonces no tenía la presencia que luego tuvo en el norte de África. Además de Rota sólo tenía la base de Aviano en Italia y la base de Ramstein en Alemania. Eso la gente no lo sabe y no lo comenta, ni siquiera los políticos, y es fundamental, porque si tú no ves qué necesidades tiene un colaborador tuyo como es Estados Unidos… hay que conocer la posición de la otra parte para poder sacar tus propias conclusiones. El error fue garrafal, los americanos para eso son muy prácticos, y dicen, como también nuestra vieja religión [sonríe] que el día que un arrepentido entra en el reino de los cielos hay más fiesta que cuando entra una persona que siempre ha sido devota. Ese arrepentimiento de Felipe González requería el apoyo nuestro y nosotros no se lo dimos.–No se lo dieron, ¿por política de regate corto?–Política interior. Sí. Yo no puedo decir que estuviera en contra entonces de la postura de Fraga. Nunca discutí a mi líder, y como él era además de catedrático de derecho político un eminente diplomático de carrera, no en vano fue embajador en Londres, como usted sabe. Y yo dije: ‘Doctores tiene la Iglesia’, y lo ayudé. Reconozco que me confundí, igual que se confundió él. –Fraga catedrático y diplomático, usted abogado del Estado, Aznar inspector de Hacienda, Mariano Rajoy registrador de la propiedad, Alberto Ruiz Gallardón fiscal de carrera y número uno de su promoción… Aquel centro-derecha ponía una barrera de entrada muy exigente, había una meritocracia de partida, ahora los dirigentes del PP no tienen esa preparación, guste o no. ¿Ha influido en eso la captación mediante Nuevas Generaciones?–Yo creo que tenemos una ventaja grande la derecha, porque tenemos mejor preparación, no es petulancia, pero usted lo acaba de decir…«Fraga subarrendó la gestión económica al grupo de Naseiro y Bárcenas, y me encontré un partido en quiebra»–Pero hoy no es así.–Se ha producido en los últimos años una enorme decadencia en la calidad de los cuadros de los partidos. Usted debe saber que yo, para ser abogado del Estado, tuve que estudiar 6.227 horas, que es todo el ordenamiento jurídico español interrelacionado sistemáticamente. Eso te da un conocimiento del funcionamiento del Estado que creo que para un político es imprescindible. Si llega un aficionado, puede estar lleno de entusiasmo, pero si no conoce el mecanismo puede pasar lo que vemos todos los días, unos errores de bulto terroríficos. Se dice que está mal pagada la política, pero no es por eso, es por el miedo al escrutinio público al que hoy en día las redes sociales y los medios someten a cualquiera que se dedique a la política. Te da pánico que te digan que cuando tenías doce años fumaste un pitillo en misa. Por eso cada vez pasa que la gente que se dedica a la política es porque no vale para otra cosa, por desgracia. No siempre, pero muchas veces.–¿Cuándo sintió que su etapa iba a terminar?–Pues mire, cuando yo decido dar el paso atrás, Fraga me dijo: ‘¿Qué quieres que te ponga?’. Él se creía que yo podía aceptar el servicio de presidente u otra cosa. Yo le dije: ‘Mire usted, don Manuel, yo he nacido para lo que he hecho hasta ahora. Como esto no ha fructificado, yo he hecho ya mi recorrido, mi labor está hecha. El partido sigue vivo’. Él, y lo recojo en el libro, me decía: ‘Es que el partido está un poco mal’. Yo le contesté: ‘Peor me lo dejó usted, don Manuel. Ahora ya lo hemos enderezado, a partir de ahora yo prefiero irme a mi casa’ [sonríe] Por eso me fui a mi casa y he estado callado treinta y cuatro años. Carmena y «el guerrero del antifaz»–La cuestión de los jueces está de rabiosa actualidad. Ahora se habla, incluso lo denuncia el presidente Pedro Sánchez, de ‘lawfare’ o guerra sucia. Usted denuncia actitudes de algunos jueces de izquierdas que conoció muy de primera mano. En concreto un episodio con la que luego fue alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.–Yo recibo una citación judicial para comparecer en los juzgados de la Plaza de Castilla por una querella que se me pone por vulneración de derechos y falta de democracia interna en Alianza Popular. Cuando recibo la citación no se me hace llegar ni el texto de la querella ni nada, solo se me dice que a las diez y media de tal día tiene que estar usted en el juzgado. Allí me presenté, con el pasillo de periodistas y fotógrafos diciendo ‘el líder e la oposición subiendo a los tribunales’… te reciben con una larga cambiada, como se dice en los toros [ríe], como diciendo que este hombre, lo primero que le toca hacer, como líder de la oposición, es sentarse en el banquillo. Cuando la juez lee la querella, ve que el querellante es, nombre y apellido: el guerrero del antifaz. Se ve que era un gracioso, por no decir otra cosa. Pero lo peor es que la jueza no se había leído la querella, si no no la hubiera admitido a trámite. Lo primero es identificar al querellante, lo segundo identificar al querellado, lo tercero ver hasta qué punto tiene razón el querellante y hasta qué punto se puede citar al querellado. Pero cuando el querellante es el guerrero del antifaz, hay que inadmitir sin consultar al fiscal, obviamente. –¿Le pidió perdón Carmena?–Nada, nunca. Ni en aquel momento, que la vi incluso un poco molesta consigo misma, pero sin mirarme, dijo: ‘Se levanta la sesión’. Ni se despidió, ni me llamó por teléfono. Yo no he vuelto a ver a esa señora.–Usted acusa al juez José Ricardo de Prada, autor de la sentencia sobre Gürtel que provocó la moción de censura de Sánchez contra Rajoy en 2018, de haber hecho política con esa sentencia.–No lo digo yo, lo dice el Tribunal Supremo (TS), que al analizar la célebre sentencia dice que el comentario que había introducido el juez de Prada era un comentario metajurídico. Que era decir que Rajoy se había aprovechado de su partido a título gratuito, aunque no había participado en la comisión de ningún fraude ni de ningún delito. Hay un invento de la izquierda, y más en concreto de Antonio Gramsci, que ya en sus cartas desde la cárcel, cuando Mussolini le mete en la llamada retirada al Aventino, Gramsci, que es muy inteligente, piensa, como todos los marxistas, que el derecho, que la ley, que la enseñanza, que el deporte… son una superestructura de la burguesía que hay que cargarse. Entonces dice que la ley no hay que aplicarla en sus propios términos, sino que el juez, consciente de una militancia ideológica determinada, tiene que aplicar su criterio. –¿Cómo se posiciona en la polémica sobre la renovación y/o reforma del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)?–Creo que mi partido se equivocó, y no me importa decirlo, al admitir que la designación de los jueces del CGPJ se hiciera con la ratificación del Parlamento y no por los propios jueces. Ahora es Europa la que nos dice que hay que volver, para respetar la independencia del poder judicial y la separación de poderes al sistema de que sean los jueces los que elijan a los jueces. Se dice: ‘No, la soberanía está en el pueblo’. Ignorancia de la izquierda española. Cuando dicen eso no se dan cuenta de que tan mala es la dictadura de una persona como el despotismo de una asamblea, aunque haya sido elegida popularmente. Eso rompe el esquema de Montesquieu, precisamente la separación de tres poderes es para que se equilibren recíprocamente los tres, no para que haya uno que a base de elegir jueces controle al poder judicial y que a base de sus propias normas legales controle al poder ejecutivo, tiene que haber una separación. Ese fallo lo cometimos entre todos, cuando se hace el cambio de las normas para elegir el CGPJ, y es lo que ahora Europa nos dice que tenemos que retroceder.–Hablemos de Estados Unidos y de su especial relación con los Bush. Usted conoció al padre cuando era vicepresidente de Reagan en los ochenta, y luego ha trabado una buena amistad con Jeb Bush, hermano del expresidente, quien ha fracasado en su intento de ser candidato presidencial. Usted alberga la esperanza de que su hijo, George Prescott Bush, cuya madre es mejicana de orígen, llegue algún día a la Casa Blanca. ¿Qué ha ocurrido para que esa élite republicana se haya visto desplazada por un hombre ajeno a la tradición republicana como Trump?–Es algo imprevisto. Ya hubo un intento en EE.UU. de quitar a la familia Bush cuando se presentó Ross Perot [candidato independiente que concurrió a las elecciones presidenciales de 1992] para rivalizar con Bush padre. Eso hizo que no pudiera repetir un segundo mandato, sino que le adelantara y ganara Bill Clinton. Hace ya tiempo que dentro del Partido Republicano ha habido un ala demasiado radical. Sin duda inducida por el tema de la inmigración. Yo he tenido debates importantes con ellos, diciéndoles que exageraban. Me decían: ‘Mire usted, es que esto está llenándose de mejicanos, de hispanoamericanos…’ Claro, todo esto te lo dicen los blancos anglosajones y protestantes. Me decían que nosotros teníamos la misma queja, por el Estrecho. Y yo les dije: ‘Qué prefieren, que quien cruce el Río Grande venga con un sombrero mejicano o con un turbante’. Y me contestaron: ‘Touché’. Era justo después de las Torres Gemelas.«Estados Unidos, y yo soy americanista, necesitaba un enemigo para justificar su gasto en armamento sin que el pueblo americano proteste»–En el libro habla de la guerra en Ucrania en términos bastante a contracorriente.–Yo veo próximo el fin de la guerra. Es un conflicto alimentado desde fuera, ya que Ucrania si no fuera por el apoyo de armamento inglés y americano, pues no habría podido hacer frente a ninguno de los ataques rusos. Para Putin es un fracaso…–Usted dice que le va a costar el liderazgo.–Estoy convencido. La cuenta atrás de Putin empieza el día que se eterniza la guerra, y él mismo lo sabe. Yo le veo que tiene ya algunos temores, incluso con su Estado Mayor, porque va cesando jefes, y eso es muy peligroso para un líder civil, aunque haya sido un agente importante del KGB. Pero eso es colateral. Yo creo que su posición es muy fuerte superestructuralmente, pero en el fondo muy frágil, como se vio con el asunto Wagner, que acabó yéndose a Finlandia. Entonces una persona que busca la salvación en la huída, como decía Homero, está reconociendo una cierta debilidad. Por eso yo no tengo miedo de que venga a conquistar Europa, cosa que ahora, al obligarnos al rearme, es como si estuviéramos a punto de ser invadidos. Como digo, va a terminar la guerra creo que pronto, y lo ideal sería que con Putin vencido a medias, porque aquí no va a haber un muerto y un vivo, sino que se va a quedar con Rusia una parte del Este, la zona limítrofe con Crimea, con Sebastopol, donde está la base de navíos de guerra de la flota del Mar Negro, y la parte occidental, que linda con la vieja Lituania, con Polonia, seguirá siendo Ucrania independiente. Un Estado que algún día puede ser miembro de la Unión Europea (UE), no así de la OTAN, yo no lo aconsejaría. Creo que a corto plazo termina esa guerra, y entonces es cuando Europa tiene que plantearse que nuestra dependencia de Rusia es objetiva. Lo mismo da que allí gobierne un Zar, que gobierne un dictador soviético y criminal como Stalin o un autócrata como Putin. Mientras Europa dependa de las maderas, del gas, del petróleo… de la enorme cantidad de materias primas que sobran en el imperio ruso, estaremos dependiendo por relaciones de vecindad. Es como la relación que tengo con el del noveno y con la del séptimo. Si yo vivo en esta casa tengo que tener algún tipo de relación con ellos, no podemos estar a bofetadas con aquel de quien dependemos. Él dependerá también de nosotros. Pero hasta ahora Europa no ha tenido un criterio propio, han sido los Estados Unidos y fíjese que yo soy americanista al 100%, pero como los conozco, sé que a ellos les venía muy bien tener un enemigo teórico, que es Rusia, porque saben que es débil. Pero con eso alimentan tener 800.000 millones de dólares cada año para renovar su armamento y que el pueblo americano no proteste. –¿Qué opina de la ayuda española?–Ha sido puramente testimonial, muy poco valiosa y no ha añadido ni restado valor a la defensa de Zelenski. El papel de España en Ucrania ha sido o muy pequeño o nulo. España no tiene más amparo que obedecer lo que hace Europa. Hay mucha gente que no se da cuenta que ya a España sólo le queda un 20% de soberanía. –Usted dice que las sanciones a Rusia son una caricia.–Esa es otra inteligente jugada norteamericana. Estados Unidos pone sanciones a Rusia que consisten en prohibirnos a los españoles venderle tomates a Rusia. Es decir, las sanciones las reciben primero los tomates españoles [ríe] y luego Rusia se salva, porque España está vendiendo tomates a Marruecos, y Marruecos los lleva a Rusia. Por ponerle un ejemplo. Si Estados Unidos mirase con detenimiento, vería que estamos importando ahora, en el actual Gobierno, mucho más gas ruso que nunca, sobre todo después de haber perdido el gas argelino que teníamos. Y sin embargo, a eso no se le aplica sanción, hay una excepción cuando se trata de productos energéticos. Con lo cuál a Putin no le esta faltando dinero para financiar su guerra, se lo estamos dando nosotros, los mismos que le llamamos dictador, y que decimos que hay que luchar contra él para evitar que ataque a occidente. –¿Qué futuro le espera a Europa con el ascenso de la derecha radical? Estamos viendo la crisis del gaullismo en Francia con un líder, Éric Ciotti, atrincherado en su idea de abrirse a pactos con Le Pen que otros sectores del partido rechazan.–Cuando no tienes votos suficientes para mantener tu posición tienes que acudir a otros. Otros que te pueden gustar más o menos, pero que han sido elegidos por el pueblo igual que tú. Entonces buscas no el que más te gusta, sino el que menos te disgusta. Pasa también en Italia, seguro que a Meloni no le gusta apoyarse en Salvini, pero es lo único que tiene para sacar a flote su Gobierno. En España qué ocurre, que hay quien gobierna con lo peor de cada casa, y no pasa nada. Y sin embargo, porque formamos nosotros gobierno en Castilla y León con Vox ya dicen que somos de extrema derecha. Es notorio que no es así. Aunque todo esto no depende de mí, que ya estoy fuera de la política.



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