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Ariel Rot a Calamaro: «’Oye, que voy a recoger mi casa y me voy para Madrid. Si te vienes, tienes aquí una banda’. Y me dijo que por supuesto»

by Marko Florentino
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Poco antes de despedirnos, medio en broma, medio en serio, Ariel Rot dice que se arrepiente de haberse acortado el apellido paterno y que ahora quisiera ser conocido como Ariel Rotenberg. El periodista le sugiere que nunca es tarde y, con una carcajada, este responde que es verdad, pero que de hacerlo se convertiría en «un alter ego» dotado de su verdadera personalidad.

Lo de cercenar el apellido es ya una costumbre familiar en el clan de los Rotenberg. Lo hizo él, lo hizo su única hermana, la actriz Cecilia Roth, y lo hizo su madre, la cantante y musicóloga Dina Rot, que además de usar como nombre artístico el Rotenberg de su marido, lo abrevió igual que después haría este rockero empedernido, guitarrista virtuoso, cantante y también amante del blues y el jazz. Ex miembro de Tequila, de Los Rodríguez, de The Rota, Ariel Rot ha desarrollado una fructífera trayectoria en solitario durante los últimos años de su carrera.

El guitarrista de Buenos Aires toma una café en la Plaza del 2 de Mayo de Madrid.

El guitarrista de Buenos Aires toma una café en la Plaza del 2 de Mayo de Madrid.Ángel Navarrete

Nos ha citado en la mítica Plaza del 2 de Mayo de Madrid. Rot acaba de finalizar la emisión en TVE de la cuarta temporada del programa que presenta, Un país para escucharlo, con el que recorre España mientras se reúne para hablar y tocar con los mejores músicos de cada lugar. Pero esta vez es él quien nos va a guiar por el barrio con el que tiene una mayor conexión emocional: Malasaña. «Fue mi primera casa verdadera, mi primera morada, porque hasta ese momento había vivido un poco más como una jam session».

En 1995 se compró una casa en la calle de la Palma, a la vuelta del mítico Siroco. «El lugar donde por primera vez puse el ancla, y ahí pasaron muchas cosas, entre ellas que fui padre o que empecé mi carrera en solitario. Todavía me siento un vecino del barrio, a pesar de que ya no vivo aquí», confiesa mientras habla de Malasaña, como todos los madrileños conocen a esta zona de la capital aunque en realidad ese no sea su nombre oficial. Este es el barrio de Universidad, en pleno distrito Centro, pero la historia de Manuela Malasaña acabó dándole su popular denominación. Esta costurera, según los relatos históricos de la época, murió a los 17 años siendo uno de los personajes más recordados del Levantamiento del Dos de mayo de 1808 contra los franceses. Pero volvamos a la música.

Ariel Rot, frente a la fachada del edificio de Malasaña donde compró su primera casa en propiedad.

Ariel Rot, frente a la fachada del edificio de Malasaña donde compró su primera casa en propiedad.Ángel Navarrete

Rot llegó a España con 16 años desde Buenos Aires en 1976, tras huir junto a su familia de la represión ejercida por la recién instaurada dictadura militar de Videla porque su padre, Abrasha Rotenberg, había fundado, junto a Jacobo Timerman, el periódico opositor La Opinión. «Era inusual, porque más que dar noticias hacían análisis editorial en un país con una violencia increíble. Los atentados, las bombas y las amenazas estaban a la orden del día», recuerda.

Por eso, tanto su padre como su madre estaban en la lista de personas contrarias al régimen militar, así que tras muchas insistencia de sus allegados y su familia, finalmente cruzaron el Atlántico hacia Madrid. En aquella ola de exiliados, Rot coincidió en la capital con su amigo de la infancia y futuro compañero de banda en Tequila, Alejo Stivel, con quien ya en tierras argentinas había compuesto algunos temas.

Aunque su acercamiento a la música ya venía de lejos, incentivado desde siempre en su casa. «Mi madre ensayaba con un guitarrista en casa, y, para mí, era un momento excitante y casi sagrado. Me sentaba ahí, no abría la boca y básicamente miraba al guitarrista, no a mi madre. Tal vez tendría que haberlo equilibrado más y cantaría mejor», afirma con sorna quien con ocho años se iniciaba al piano y a los diez, ya enamorado de la guitarra eléctrica, se pasó al rock anglosajón y argentino. Sobre todo, el segundo, «por ser en castellano», a través de grupos como Manal, cuyo guitarrista, Claudio Gabis, fue luego su profesor de guitarra y «ahora vive en Madrid»;Almendra, la banda de Luis Alberto Spinetta, o Pappo, «un guitarrista excepcional de blues que luego se inclinó más hacia el rock duro». Pero esa afición se hizo más fuerte en Madrid junto a Estivel, comprando revistas musicales, de Popular 1 a Disco Express, en las que descubrieron un local por Diego de León, el New M&M. Allí tocaba la Spoonful Blues Band, con Julián Infante y Felipe Lipe como integrantes, que acabaría siendo el germen de Tequila. «Les dijimos que queríamos un bajista para tocar con nosotros. Me pidieron mi número de teléfono y a los meses llamaron diciéndome que eran ellos los que estaban buscando un guitarrista», explica.

Rot, delante del estanco donde compraba tabaco, ahora reconvertido en bar.

Rot, delante del estanco donde compraba tabaco, ahora reconvertido en bar.Ángel Navarrete

Con el tiempo, llegó el turno de Alejo Estivel como cantante y el cambio de nombre a Tequila. Como los dos argentinos ya traían algunos temas compuestos, esos fueron los primeros del repertorio. «Ensayábamos todos los días de cuatro a nueve de la noche, y en esa época por primera vez descubrí los bajos de Argüelles, que fue donde conocí a un montón de amigos». Y, de paso, Ariel Rot, encontró un nuevo Madrid, el suyo: «Hasta entonces vivía en una especie de gueto argentino, por Plaza de Castilla, que es donde nos instalamos casi todos al principio».

Sus influencias por aquella época ya eran Faces y los Rolling. «Nuestra generación empezó a escuchar música, pero digamos que todo lo que vino luego, la Movida, la new wave y todo eso, tenía más influencias de los Ramones o de otro tipo de grupos. Para nosotros, aparte de la estética, la destreza instrumental era importante», relata el músico, que en 1978 graba su primer álbum y abre la puerta a sus grandes éxitos como Rock and roll en la plaza del pueblo, Salta! o Dime que me quieres, que aún perduran en el imaginario colectivo de la música.

El músico, frente a la puerta del Siroco, donde tocaron por primera vez Los Rodríguez.

El músico, frente a la puerta del Siroco, donde tocaron por primera vez Los Rodríguez.Ángel Navarrete

Recordando esos años abandonamos la Plaza del 2 de mayo, zona de trapicheo y de yonquis en los 80 hoy convertida en hogar de modernos: «O tenías muy claro a lo que venías o tenías que andarte con cuidado». Aunque la vida callejera madrileña la descubriría sobre todo en la zona central de Arturo Soria, la más cercana a la calle Alcalá, «que era muy barrial». Allí se estilaba la vida de bar, de botellines, del futbolín, «de comprarse medio taleguito de chocolate» o de ir a La Ventilla. «Allí éramos ciudadanos ilustres en un barrio parecido a las películas de quinquis que se ven ahora mucho. Por cierto, que fuimos un par de veces a comer a casa de Eloy de la Iglesia», rememora sobre el director de películas como El Pico (1983) o La estanquera de Vallecas (1987).

Es en 1979 cuando Rot abandona el nido familiar para irse con su hermana Cecilia a un piso que alquilaron en el Paseo del General Martínez Campos. «Íbamos y veníamos, pero lo mantuvimos subalquilando. Era un pisazo, llegando casi a la Castellana, un palacete totalmente decadente. Fue un lugar de mucha reunión del mundo de la música y el cine de esa época», detalla. Y también donde empezó su enganche a la heroína, sustancia de consumo habitual en aquellos años y que segó cientos de vidas juveniles. «Cuando estás enganchado, tu novia es sólo una», afirma el autor de letras como Me estás atrapando otra vez, centradas en esa adicción.

CALAMARO Y MARTÍNEZ CAMPOS

Con la disolución en 1983 de Tequila, Rot saca su primer álbum en solitario, Debajo del puente, que le devuelve a Buenos Aires por el gran éxito en su país natal, sumado a sus problemas de drogas. Dos años después llegará otro disco, Vértigo, y el inicio de su relación con Andrés Calamaro, al que conoce en una emisora de radio. Después, regresa a Madrid a raíz de una llamada de su amigo Julián Infante, que le dice que hay un concierto de los Rolling Stones. Eso y la necesidad de volver para no perder la nacionalidad española. Es en ese momento cuando se produce la llamada a su nuevo amigo Calamaro: «’Oye, que yo voy a recoger mi casa y me voy para Madrid. Si te vienes, tienes aquí una banda’, le dije. Y me respondió que por supuesto».

El guitarrista, en la Plaza de las Comendaroras, recuerda lo feliz que era en Malasaña y resalta la tranquilidad que se respira.

El guitarrista, en la Plaza de las Comendaroras, recuerda lo feliz que era en Malasaña y resalta la tranquilidad que se respira.Ángel Navarrete

Como el piso de Martínez Campos aún lo tenían subalquilado, lo pudieron recuperar y entre esas paredes surgieron Los Rodríguez. «Era inviable que Andrés y yo viviésemos en Madrid si no teníamos un piso donde estar, los alquileres ya eran muy caros», detalla mientras recuerda su primer concierto juntos en diciembre de 1990 en la sala Siroco de Malasaña, muy cerca de donde continúa este paseo. Al llegar a la calle de la Palma, Ariel señala la que fue su primera casa en propiedad y descubre, no sin cierta sorpresa, que el señor al que se la vendió todavía tiene puestas sus mismas cortinas rojas americanas. «Era una casa maravillosa con cuatro balcones. Me pasó algo genial, y es que mi vecino puerta con puerta era un argentino contrabajista de una filarmónica, Rubén Giorgis. Escuchaba mucho rock y se había formado en Viena», evoca Rot sobre el que fue su estudio de grabación y lugar de encuentro musical. Las jam sessions se sucedían mientras por allí pasaban los hermanos Makaroff, Federico Lechner o Andy Chango, entre otros muchos.

También en esa casa nació su primer hijo y fue su hogar hasta 2003. «Nunca estuve más a gusto en un sitio, produje muchísimo, pero se nos quedó algo pequeña porque lo había comprado para mí solo y necesitábamos una vivienda más familiar, más confortable», cuenta al tiempo que el recorrido por Malasaña empieza a llegar a su final. «Por aquí había una carnicería que ya no existe. Recuerdo que una vez, esperando mi turno, compuse el estribillo de Baile de ilusiones. Estaba bloqueado, tenía sólo las estrofas, me faltaba el estribillo y ahí me salió: ‘el que no baila está muerto…’», va desgranando por los distintos rincones desaparecidos del barrio.

Al pasar por El Cangrejero, un castizo local de la calle Amaniel, el guitarrista comenta que ese es el sitio donde mejor se tira la cerveza en toda la ciudad. Y ahí aprovechamos para pedir que nos defina Madrid en pocas palabras: «Es amigable, una ciudad fácil. No se me ocurre mejor sitio urbano donde vivir». En pocos pasos nos plantamos en la Plaza de las Comendadoras, última parada de este trayecto. «Me está dando pena haberme ido. Adoraba esta zona, por eso la elegí. Fui muy feliz en este barrio», culmina Rot.

1. Una comida. No lo como muy a menudo, pero me flipa, y es el cocido madrileño, por supuesto. Me están entrado unas ganas enormes de comerme uno ahora mismo, acompañado de una botella de vino, obviamente.

2. Un recuerdo. Mi primer recuerdo de la ciudad es mi llegada a Madrid, la primera noche que pasamos en ella. Mi madre, mi hermana Celia y yo dormimos en el Hotel Mayorazgo de la Gran Vía. Mi padre no estaba porque se había quedado en Argentina. Fue bajar a la calle para ver dónde estábamos, comenzar a caminar y a un lado de la Gran Vía estaba una película sobre un concierto de los Rolling Stones, era Ladies and Gentleman: The Rolling Stones (1973). Fue como un milagro. Y por el otro lado encontré una tienda de guitarras. Es mi primer recuerdo de Madrid. Una especie de profecía.

3. Plan de domingo. Hay algo maravilloso en Madrid que es el vermut. Tal vez uno de los mejores inventos españoles, así que el domingo es un muy buen día para disfrutarlo.

4. ¿Y por la noche? Si tengo que elegir un plan nocturno, el que más me gusta es tocar, tener un concierto. Yo antes salía, salía, salía… Ahora solamente con mis conciertos ya tengo suficiente.





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