A finales del siglo pasado se acuñó la expresión “ámbito vasco de decisión” cuando los nacionalistas vascos pretendieron arrogarse en exclusiva la última palabra sobre el futuro del País Vasco. Fue una bandera que se ondeó, con profusión de discursos políticos y titulares de prensa, como una aspiración soberanista que finalmente se quedó en nada. Casi tres décadas después, el verdadero ámbito vasco de decisión llegará el próximo 21 de abril, cuando se abran las urnas y se pronuncien, voto en mano, 1,8 millones de ciudadanos de esta comunidad autónoma. Van a decidir, y ya son 13 veces desde la restauración democrática, la composición del nuevo Parlamento que elegirá al sexto lehendakari desde 1980. No se había conocido antes un pronóstico tan incierto y abierto en Euskadi. El PNV y EH Bildu llegan a esta cita más igualados que nunca. Pero “hay mucha tela que cortar”, ha advertido este jueves el candidato socialista, Eneko Andueza, para sacar la cabeza en una campaña eclipsada por el previsible duelo sin cuartel entre nacionalistas.
La cita del 21-A ya ha sido calificada de histórica. E histórico sería que por primera vez el PNV no ganase unas elecciones en su casa y se viese superado por EH Bildu, su eterno rival. La posibilidad de un cambio de ciclo político toma cuerpo en la mayoría de las encuestas publicadas y es una sensación que ha llegado a calar en el electorado. Estas dos formaciones inician la campaña, a las doce de la noche de este jueves, con las fuerzas más igualadas que nunca. La supremacía política y el liderazgo en el campo nacionalista están en juego a poco más de dos semanas de las votaciones. Las tendencias apuntan en la misma dirección. Los últimos procesos electorales —las municipales y generales de mediados de 2023— ponen de manifiesto que las diferencias son estrechas, fruto de la pérdida de confianza que sufre el PNV y del empuje que muestra una izquierda abertzale que ha tratado de soltar lastre desde el fin de la lucha armada de ETA.
La batalla entre las dos grandes formaciones nacionalistas ha sido palpable desde el minuto uno. Otxandiano y Pradales han coincidido en Vitoria en el inicio de la carrera electoral y han constatado que representan modelos divergentes. El primero ha reafirmado su compromiso de liderar “la marea del cambio que viene con fuerza” y plantea una “regeneración política” en Euskadi que pasa por “poner de nuevo en pie [el servicio vasco de salud] Osakidetza”, “dar solución a la problemática de la vivienda” y “paralizar la decadencia de los servicios públicos” tras los 12 últimos años en los que ha gobernado el PNV. Por contra, el aspirante de este partido, arropado por el lehendakari Urkullu, ha puesto sus siglas como garantía de “bienestar y calidad de vida”, frente a los “discursos vacíos y de laboratorio” de EH Bildu: “Hay que elegir entre experiencia y capacidad de gestión o riesgo, ocurrencias de última hora e incertidumbre. Hay que elegir entre dos modelos: entre un futuro mejor o un futuro peor para Euskadi. Hay muchísimo en juego”.
El escenario electoral vasco es tan novedoso como imprevisible. Todo se juega en un nuevo decorado donde la imagen cuenta mucho. El PNV ha desterrado casi por completo los trajes (“menos corbatas y más camisetas”, reclamaban sus afiliados en una reflexión interna del partido), y los líderes de EH Bildu han sustituido las marcas de montaña por las americanas. Han confeccionado unas listas que dan paso a una generación nueva. Imanol Pradales (48 años, profesor de universidad y hasta hace poco al frente de la cartera de infraestructuras de Bizkaia) toma el relevo de su “maestro” Iñigo Urkullu como el candidato llamado a recuperar el terreno que su partido, el PNV, ha ido perdiendo durante la pasada legislatura. Y Pello Otxandiano (40 años, ingeniero e ideólogo de Sortu), sin experiencia institucional, es la apuesta de Arnaldo Otegi para mostrar la cara más amable de los independentistas.
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En Bildu aseguran que se cierne un nuevo tiempo en Euskadi (“Decide el cambio” es su lema) y tienen la convicción de que serán primera fuerza, se escucha en el equipo de Otxandiano. El PNV obtuvo 31 escaños en las autonómicas de 2020, 10 más que su adversario nacionalista (sumó el 39% de los votos, frente al 28% de EH Bildu), pero la demoscopia reduce ahora esa diferencia a la mínima expresión, sin descartar un empate técnico o incluso el sorpasso. Otra cosa es lo que sucederá al día después al 21-A. En esto también han asumido que, salvo un vuelco electoral mayúsculo, no tienen opciones de acceder a la Lehendakaritza, la presidencia del Ejecutivo vasco. EH Bildu dice tener la maquinaria preparada para dar el salto a medio plazo, quizás en 2028.
Nadie discute que los socialistas vascos serán de nuevo la tercera fuerza (podría pasar de 10 a 11 escaños) y el partido que decidirá el nuevo Gobierno vasco. Su candidato, Eneko Andueza (44 años), no da ninguna opción a los abertzales porque los votos del PSE-EE, ha insistido, nunca facilitarán la investidura de un lehendakari de Bildu ni servirán para gobernar con esta coalición. El eslogan elegido, “Cambia el guion”, no contempla un giro radical en su política de alianzas, como ha adelantado el propio presidente del Gobierno al decantarse por reeditar la “alianza estratégica” con el PNV.
La precampaña ha servido para confirmar que la independencia no toca. Los principales partidos han dado prioridad en sus discursos a los asuntos socioeconómicos sobre los identitarios. El deterioro sufrido por la sanidad pública tras la pandemia, los malos resultados que el Informe PISA otorgó al sistema educativo, el aumento de las huelgas y la conflictividad laboral… están marcando la discusión política. La independencia, una preocupación que pierde peso entre los vascos (solo un 13% defiende un Estado soberano, según la encuesta de 40dB. para EL PAÍS), es una reivindicación que tanto el PNV como EH Bildu mantienen en sus idearios pero que aparcan para un mañana sin fecha. El camino hacia la independencia es “gradual”, ha dicho este jueves Otxandiano al presentar un programa “con vocación de Gobierno”.
El PP vasco también se renueva a costa de rescatar a Javier de Andrés (56 años), un dirigente de la máxima confianza de Alberto Núñez Feijóo y que quiere ofrecer una imagen moderada, aunque estos días ha aprovechado para atizar al presidente Sánchez por “blanquear a Bildu” y valerse de sus votos para sacar adelante la ley de amnistía, sobre la que apenas se oye hablar durante la previa electoral.
El cisma en el seno de la izquierda confederal, que en Euskadi (como pasó en Galicia) concurrirá con Podemos y Sumar por separado, podría condenar a estas fuerzas a la irrelevancia, con riesgo incluso de desaparecer ambos del arco parlamentario. Los votos que reclaman Miren Gorrotxategi y Alba García, respectivamente, para aquellas fuerzas podrían escaparse en masa hacia EH Bildu y para el PSE-EE en menor medida, según los sondeos. En ese espacio hay en juego seis escaños que la marca morada consiguió en las pasadas autonómicas. En el flanco contrario, la extrema derecha que se estrenó en el Legislativo en 2020 con un solo escaño tampoco tiene asegurada su continuidad.
La capacidad para movilizar al votante que en 2020 dio la espalda a los comicios celebrados durante la pandemia (la participación cayó a mínimos históricos al situarse en el 50,8%) y atraer a los indecisos (un 40%, según el Deustobarómetro de diciembre pasado) serán determinantes en el resultado final, y ahí se dirige principalmente la estrategia de campaña que ha diseñado el PNV. Su presidente, Andoni Ortuzar, lo ha hecho explícito esta noche en el mitin inaugural de la campaña. Ha pedido a afiliados y simpatizantes que salgan a la calle a “buscar un indeciso cada día” para “convencerle de que vote al PNV”.
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