La semana pasada escuché a una periodista reprochar a un escritor que dedicara un libro al catolicismo. La acusación de Marta Nebot, comentarista de RTVE, era que la obra resultaba repudiable porque «blanqueaba» dicha religión. No entraba a valorar la calidad literaria o el análisis que Javier Cercas, el autor, hacía de la Iglesia cuando estaba en manos del papa Francisco. Su crítica del libro se debía a que ella prefería una Europa sin cristianismo ni otras religiones porque «al ser humano le iría mejor». Cercas, que no me cae ni bien ni mal, contestó como cualquier académico, preguntándole si había leído el libro. Nebot negó con arrogancia, asumiendo que podía sentenciar sobre algo que desconocía.
Sé que es complicado para algunos distinguir entre opinión y conocimiento, así que busqué en internet las obras de Marta Nebot por si acaso se trataba de una experta en la materia. Tenía curiosidad por saber si había publicado algo sobre teología, sociología de las religiones o geopolítica. Nada. Las columnas en Público no cuentan, lo siento. Indagué en webs de libros por si quizá había publicado algún ensayo político, posiblemente sobre lo mala que es la «ultraderecha» y el gustirrinín que da cancelar a los fachas para llegar al paraíso ecofeminista y socialista. Tampoco. Vi su perfil. Periodismo, interpretación, mucha tele y poco más.
Está bien, pero con ese currículum a mí me daría vergüenza criticar a un escritor profesional de reconocido prestigio sin haber leído la obra, y negar la conveniencia de una religión que tiene 2.000 años y 1.400 millones de fieles en todo el mundo. Sé que el pudor cotiza muy poco cuando vives de tertulias que pretenden llamar la atención a casi cualquier precio y te debes a unos jefes que cantan la Internacional en la hora feliz del cuñado, pero un poco de recato siempre viene bien.
No me interesa aquí Marta Nebot. De hecho, no veo la tele, como la mayoría de españoles, especialmente las nuevas generaciones, así que no sabré nada más de ella hasta el próximo escándalo. Lo relevante es la mentalidad que reflejó Nebot en su crítica al libro de Javier Cercas. Me llamó la atención que no le importara la verdad, la documentación, la experiencia vivida, el análisis basado en el conocimiento e, incluso, el debate que podía suscitar. Le escandalizaba que el libro pudiera ofrecer una imagen positiva de algo que ella y los suyos rechazan: el catolicismo. Con esto dejó al descubierto el mecanismo del censor progresista, revelando que prefiere la mentira y la ocultación, la tergiversación y la cancelación, si con ello consigue un fin político.
Si el objetivo es descristianizar Europa y que los europeos sean ateos hay que hablar mal del cristianismo o hacerle luz de gas. Este método se aplica al resto de cuestiones identitarias de nuestra Europa y de Occidente. Recordemos que esta izquierda piensa que nuestra civilización es opresora de otras y que debe pedir perdón y redimir a los oprimidos. El resultado es que desechan todo aquello que no encaja con su relato partidista, mientras que solo admiten lo que contribuye a apuntalar su proyecto político.
«La periodista/actriz hubiera preferido un libro anticatólico sin documentarse ni vivir la experiencia de acompañar al Papa»
«¿Tú prefieres que el catolicismo crezca o no?», preguntó Marta Nebot al sorprendido Cercas, reprochándole que no había escrito el enésimo libro anticlerical. En su mentalidad, la periodista/actriz hubiera preferido un libro anticatólico sin documentarse ni vivir la experiencia de acompañar al Papa en su viaje. O hubiera aplaudido un libelo contra la Iglesia solo por coincidir con su propósito de descristianizar Europa. Es un desprecio al método académico y una exaltación de la manipulación. Es más; es tratar a la gente como si fuera idiota y ellos, el nuevo clero, una especie de progresistas sacerdotales empeñados en extirpar una fe para inculcar otra.
Quizá esto sea dar demasiada importancia a los voceros de la izquierda iletrada en los medios, pero no lo creo. Casi el 60% de los votantes españoles tiene más de 55 años, y en esa franja de edad son las mujeres las que deciden más que los hombres ir a las urnas. Esta tendencia es idéntica a la que ve la televisión en España, y especialmente TVE. Por tanto, hablamos de influir en la opinión del grupo de votantes más importante de este país. En consecuencia, tener a periodistas de izquierdas en los programas más vistos por esa franja electoral es decisivo. Es vital proporcionarles una visión del mundo y un modo de actuar en él, lo que explica, por ejemplo, la presencia de Intxaurrondo, Nebot, Antón Losada y otros que desconozco porque, como dije, no veo la tele.
Voy a contar un detalle que muestra el mecanismo de manipulación. A esta izquierda mediática le incomoda que se «blanquee» el catolicismo, pero al mismo tiempo blanquea el terrorismo etarra, el comunismo, la dictadura venezolana o la corrupción sanchista, entre otras lindezas. Con esta crítica no pretendo negar el derecho a opinar en igualdad de condiciones que el resto. Faltaría más. A diferencia de esta gente, yo defiendo el pluralismo igualitario. Lo molesto es que me insulten utilizando mi dinero, y que un medio público no quiera transmitir argumentos de autoridad basados en el conocimiento para educar a la audiencia, sino que dé voz a portavoces políticos disfrazados de analistas con el propósito de adoctrinar.
