Nadie estaba en Congosto cuando el pueblo ardió. Pero esas llamas, que obligaron a desalojar «a toda leche», hacían presagiar que no iba a quedar nada en pie. Por una viga cree Aureliano que entró el fuego a destrozar su casa. La de su vecino Manuel se salvó, aún no se explica cómo, por apenas un palmo Leer
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Aureliano, 75 años, lo perdió todo en la lotería del fuego: "Mi casa se quemó, la de al lado no. ¿Y ahora, qué hago yo con esta cruz?"
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