Han pasado 165 años desde que lo ideó Ildefons Cerdà, el padre del Eixample de Barcelona. Y ha supuesto 20 años de obras, con un coste de 640 millones de euros (incluido el túnel para soterrar el tráfico de la Gran Via). La capital catalana estrenará, por fin, el próximo sábado, el que será el segundo parque más grande de la ciudad: Glòries, con nueve hectáreas. El primero es el de la Ciutadella, que tiene 18. El Ayuntamiento lo celebra como un nuevo “oasis” y “pulmón verde”, aunque los vecinos recuerdan que los equipamientos acordados en el Compromiso de Glòries no están terminados: falta la parte norte de la plaza, equipamientos y vivienda pública. Porque más allá del espacio público, el ámbito de intervención urbanística (con el súper edificio de vivienda pública, los pisos en contenedores marítimos, la zona contigua al museo del Diseño, el intercambiador del tranvía o los Encants), comprende hasta 18 hectáreas.
En una ciudad densa, donde cada palmo cuadrado de espacio público y verde que se gana es utilizado de forma entusiasta y mostrado en Instagram (véase la Clariana), no hay que ser adivino para vaticinar que a partir del sábado la ciudadanía lo tomará. Y que habrá críticas: que si falta sombra, que si los árboles todavía son pequeños, que si el carril bici está poco señalizado, que si en verano los toboganes metálicos igual cogen demasiada temperatura… Nada nuevo en Barcelona. La apertura de los magníficos espacios de juegos infantiles, un chiringuito, zonas de biodiversidad cerradas al público, un umbráculo, jardines, zonas para perros, y vegetación por todos lados, se celebrará durante el sábado con una fiesta organizada por el Ayuntamiento.
La arquitecta jefa del consistorio, Maria Buhigas, señala que Glòries “no es un parque de nadie, es de todo el mundo”, que ha tardado 20 años y con sus correspondientes alcaldes (socialistas, de Convergència y comunes), en ser realidad. “Nueve hectáreas en una ciudad como la nuestra tiene mucho mérito”, defiende Buhigas y constata que “un plazo de dos décadas es razonable en operaciones transformación urbana potentes como esta: hay que pasar de la idea, al consenso, a la firma del consenso, hacer modificaciones urbanísticas, proyectos, concursos y la obra”.

De las vías del tren al túnel, pasando por el anillo viario
En este caso, la mayor complejidad ha sido soterrar el tráfico de la Gran Via con dos túneles (uno por sentido). Porque Cerdà concibió Glòries en el siglo XIX como el centro de la ciudad en la confluencia entre las tres principales calles de Barcelona: la citada Gran Via, la Meridiana y la Diagonal. Y justo fueron las comunicaciones, las vías de tren, lo que impidieron en origen crear la plaza imaginada. Rodeada entonces de fábricas (la Farinera, la Hispano-Olivetti) y talleres, por cierto, y con los vecinos y obreros cruzando vías como buenamente podían. En 1953, con el incipiente tráfico presionando para ganar espacio en la ciudad, se ideó una reforma de la plaza con un anillo viario elevado, por encima de las vías y el barrio de barracas (el Camp del Sidral, se llamaba). Pero el anillo elevado no fue realidad hasta la Barcelona Olímpica, con una plaza en el interior que nunca funcionó y aparcamientos debajo del asfalto. Tras el compromiso de Glòries de 2007, todavía hubo que esperar a 2014 para asistir al derribo del anillo viario, y las complejas y controvertidas obras de los dos túneles. Complejas porque bajan hasta 25 metros de proximidad, por debajo de túneles de Renfe y del metro. Y controvertidas porque la ex alcaldesa Ada Colau paró las obras por los retrasos y sobrecostes que acumulaban (además de la investigación en el marco del Caso 3%), anuló el primer contrato y volvió a licitar la obra, troceada.
Con los coches bajo tierra, en la nueva plaza el protagonismo en materia de movilidad lo tendrán las bicicletas, con generosos carriles bici que siguen el trazado de Meridiana y Diagonal; y transporte público. Por un lado, un nuevo acceso al metro de Glòries (L1) y por el otro, la irrupción del tranvía, con el intercambiador y la prolongación hacia Francesc Macià.
Lo que queda pendiente
Pasada la inauguración, los vecinos retomarán las reivindicaciones sobre la culminación de la plaza en la zona de Consell de Cent y las promesas de equipamientos pendientes, como suelen recordar las asociaciones vecinales del entorno de la plaza (Sagrada Família, Fort Pienc, Poblenou y Clot-Camp de l’Arpa). Falta construir la escuela Gaia (ahora en barracones) en el interior de la antigua fábrica de paraguas (calle de Consell de Cent), un espacio para jóvenes y para otras entidades en la antigua fábrica del Sucre (calle Cartagena), un ambulatorio en el solar del antiguo Bingo Billares y otro en el barrio de La Llacuna, un polideportivo en la zona de la Meridiana, una residencia para mayores al lado de la Farinera, donde también se ubicará un edificio administrativo, y 240 pisos protegidos que se suman a los ya construidos en el entorno. Sobre el 15% de parque que falta, que requerirá derribar edificios de vivienda, fuentes de Urbanismo explican que las 20 familias que habrá que realojar (seis propietarias y el resto inquilinas) entrarán a vivir en verano en el edificio Illa Glòries. Los derribos se materializarán a finales de año. Y están también ya en marcha las obras del edificio singular de vivienda de mercado al final de la calle Dos de Maig.
En el caso de este gran espacio público, es de justicia también recordar los sucesivos desalojos de campamentos de chabolas de personas vulnerables o migrantes que en las dos últimas décadas se han instalado en solares o fábricas y espacios vacíos del entorno.