nBeatriz Larrotcha Palma falleció el pasado día 3 en Madrid a los 65 años, dejando un hueco grande y una huella indeleble en todos sus amigos y compañeros de la carrera diplomática. Desempeñó todas sus funciones a lo largo de su carrera con pasión, dedicación y rigor y realizó una labor espectacular como coordinadora de la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea en 2010.
En la gestión de asuntos patrimoniales, su legado perdura en buena parte de las circulares y estándares de excelencia y vanguardia que estableció como subdirectora general y subsecretaria. En este último cargo, como jefa de la carrera diplomática, no siempre pudo tener un sí para todos, pero su sensibilidad, empatía y comprensión son ampliamente reconocidas.
No era de medias tintas. Su sentido del deber, su nivel de exigencia, su integridad y liderazgo ejemplar, y su amor por España le impedían conformarse con menos. Valiente y firme, a la vez que generosa. Los cónyuges, parejas, familiares de los funcionarios que sirvieron con ella recordarán siempre su manto inclusivo y respetuoso. Así también la recuerdan quienes la conocieron en su esfera más personal.
🇪🇸🖤🇧🇪 Con gran pesar comunicamos el fallecimiento de la ex Embajadora en Bélgica, Beatriz Larrotcha Palma. Sus allegados y quienes tuvimos el honor de trabajar con ella lamentamos profundamente su partida, recordando su profesionalidad y dedicación al servicio de España. pic.twitter.com/UP9IaKhZfK
— Emb. España Bélgica (@EmbEspBelgica) December 3, 2024
Como embajadora de España en el Reino de Bélgica (2018-2022), tuvo que enfrentarse a dos retos sin precedentes: el envite reputacional derivado de la crisis de Cataluña y la pandemia. Para superar el primero, combinó inteligencia, creatividad y firmeza, mediante una amplia y sostenida campaña de diplomacia pública para contrarrestar la propaganda y mostrar la realidad de nuestro país, haciendo gala de un diálogo crítico, tenaz cuando fue necesario, pero constructivo, con las autoridades y creadores de opinión. Los resultados de su gestión hablan por sí solos.
Durante la pandemia, movilizó a todos los efectivos de la Embajada para apoyar la labor consular y dedicarse a la comunidad española, especialmente a los más vulnerables. Así lo han rememorado estos días las autoridades de Saint-Gilles (municipalidad histórica de acogida de la migración española) y las mujeres de la Hispanobelga, en la celebración del 60 aniversario de esa asociación solidaria a la que tanto apoyó.
Recordarla y mantener su legado no solo rinde justo homenaje a su figura. Si somos capaces de honrar y mantener su memoria como ella hizo por el legado de compañeros diplomáticos que dejaron también especial huella en Bélgica y más allá, como el Marqués de Villalobar (“el protector de los belgas”) o Josep Carner (“el príncep dels poetes”), entonces nosotros y quienes nos sucedan tendremos la fortuna de seguir contando con otro referente de ejemplaridad, tangible, interpretable y aplicable.
Beatriz Larrotcha encarnaba los principios del servicio público que ensalza el artículo 103 de nuestra Constitución, cuyo aniversario conmemoramos en estos días, ejerciéndolo con objetividad e independencia, defendiendo la dignidad de la función pública contra viento y marea.
Hay personas, como Beatriz Larrotcha, a las que quienes la tratamos en Bruselas no podemos imaginar abatidas por ninguna circunstancia, ni tan sólo por la muerte. Porque sin ellas se desordena, aún más, el mundo. Quizás honrando su legado con la dignidad de nuestro trabajo cotidiano de servicio público podremos sentir que el mundo, aun sin ella, está un poco menos desordenado.
