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Despertar en mitad de la noche sin poder moverse, sintiendo una presencia en la habitación o una presión insoportable en el pecho, no es solo una escena de película de terror. Para quienes han experimentado la parálisis del sueño, se trata de una vivencia tan real como desconcertante. En su canal de divulgación científica La Hiperactina, la biomédica Sandra Ortonobes desentraña este fenómeno en el vídeo Las parálisis del sueño según la ciencia, explicando por qué ocurre y a quiénes afecta con más frecuencia.
Dormir no es solo descansar: es un proceso vital donde el cuerpo pone en marcha mecanismos de reparación física, regulación hormonal y consolidación de la memoria. El cerebro elimina toxinas acumuladas durante el día y refuerza nuevas conexiones neuronales. Pero también el cuerpo se beneficia: durante el sueño profundo se activa la síntesis de proteínas, la regeneración de tejidos y la producción de hormonas clave como la del crecimiento. «Dormir bien es tan importante como entrenar si se quiere ganar músculo”» explica Ortonobes. Y es que, sin un sueño de calidad, ni el rendimiento físico ni el mental pueden optimizarse.
Ciclos del sueño
El sueño humano se divide en dos grandes fases: el sueño REM (movimientos oculares rápidos) y el sueño no REM, que a su vez comprende tres etapas (N1, N2 y N3).
- N1: transición entre la vigilia y el sueño. Es común sentir espasmos musculares.
- N2: sueño ligero, representa el 50% del tiempo total de descanso.
- N3: sueño profundo, donde el cuerpo entra en modo de reparación celular y fisiológica.
Tras completar estas etapas, el cuerpo entra en la fase REM, donde ocurren los sueños más vívidos. Aquí, para protegernos, el cerebro desactiva la función motora voluntaria mediante el bulbo raquídeo, provocando una parálisis temporal conocida como atonia REM. Esta medida de seguridad evita que representemos físicamente lo que soñamos.
La parálisis del sueño ocurre cuando, por algún motivo, el cerebro se activa abruptamente antes de que el cuerpo recupere la conexión con los músculos. El resultado: una persona despierta, consciente de su entorno, pero completamente inmóvil. Este fenómeno puede durar desde unos segundos hasta varios minutos, y en muchos casos viene acompañado de alucinaciones visuales, auditivas o sensoriales. La experiencia puede resultar angustiosa. Muchos reportan sentir presencias malignas, escuchar ruidos o percibir presión en el pecho. Estas manifestaciones se deben a que la mente aún permanece parcialmente inmersa en la fase REM, proyectando fragmentos del sueño sobre la realidad.
Alucinaciones en la parálisis del sueño
Según la literatura científica, existen tres tipos principales de alucinaciones durante estos episodios:
- Presencias amenazantes: percepción de una figura humana o sombra en la habitación.
- Presión torácica y asfixia: sensación de que algo se sienta sobre el pecho, dificultando la respiración.
- Sensaciones vestibulares o extracorpóreas: como si el cuerpo flotara o saliera de sí mismo.
Lo más inquietante es que pueden manifestarse simultáneamente, intensificando el terror del episodio.

Factores que provocan parálisis del sueño
Aunque cualquiera puede experimentar parálisis del sueño de forma ocasional, hay ciertos factores que aumentan significativamente su probabilidad. Estudios realizados en adolescentes de China y Japón, con muestras representativas de hasta 90.000 personas, revelan patrones claros. Según estos trabajos, tienen mayor riesgo quienes:
- Sufren trastornos del sueño, como insomnio o apnea.
- Presentan problemas de salud mental, especialmente ansiedad y depresión.
- Consumen alcohol o sustancias psicoactivas de forma habitual.
- Realizan siestas prolongadas o con horarios irregulares.
- Son varones, según ciertas estadísticas epidemiológicas.
¿Por qué estos factores influyen?
El denominador común es la fragmentación del sueño. Cuando el ciclo normal se ve interrumpido o alterado por estrés, consumo de sustancias o falta de higiene del sueño, aumenta la probabilidad de que la fase REM se vea afectada. Esto puede provocar un desacople entre el cerebro y el cuerpo. Por ejemplo:
- El estrés activa el sistema nervioso simpático, alterando el ritmo del sueño y facilitando despertares abruptos.
- El alcohol, aunque induce somnolencia, interfiere en la calidad del sueño REM, provocando interrupciones irregulares.
- Las siestas largas, especialmente por la tarde, pueden desplazar o fragmentar el sueño nocturno, favoreciendo que entremos en fases profundas de sueño en momentos inusuales.
Según Ortonobes, solo entre el 5% y el 10% de la población sufre parálisis del sueño de forma recurrente, pero más del 50% podría haberla experimentado al menos una vez. Aunque no se considera peligrosa, sí puede ser un indicador de que algo no está funcionando bien en nuestra rutina de descanso. Adoptar hábitos de sueño saludables, reducir el estrés y mantener horarios regulares puede ayudar a prevenir estos episodios.