Hace justo un año, en Estambul, tras ganar el City su primera Champions de la historia, tras años de dispendio con un gasto de más de 1.500 millones, Guardiola comentaba, con su habitual ironía, que el Madrid no debía confiarse, que ya solo estaban a trece. Desde hoy vuelven a ser catorce. Sí, otra vez, el Madrid campeón de Europa. Y ya van quince. La niña bonita.
Lo hizo un día después de que Alcaraz eliminara a Korda en la tercera ronda de Roland Garros, sucesión de hechos similar a la ocurrida hace dos años, donde el murciano también se deshizo del americano 24 horas antes de que el Madrid ganara la Decimocuarta en París. Déjà vu.
Ganó el Madrid una final bipolar, sujetada por Courtois en la primera mitad y desencadenada por Carvajal en la segunda. Un chaval que hace veinte años puso la primera piedra de Valdebebas le dio la Decimoquinta al Madrid dos décadas después. La Fábrica y tal.
El partido tuvo un inicio bochornoso, con la seguridad de Wembley en modo invisible. A los dos minutos, tres espontáneos saltaron al terreno de juego sin que ningún ‘steward’ saliera a por ellos. El primero le pidió un selfi a Bellingham y, luego, otro a Vinicius. El segundo simuló la icónica celebración de Cristiano y el tercero se recorrió durante treinta segundos medio campo sin que nadie pudiera atraparle, sobre todo porque nadie le perseguía hasta que por fin un par de miembros de seguridad espabilaron y acabaron placándolo.
Fue un aviso de la inesperada primera mitad que se le venía encima a un Madrid irreconocible. Un par de disparos de los blancos, uno de Valverde y otro de Vinicius con destino a Picadilly Circus, el único argumento ofensivo de los de Ancelotti, superados por completo por el Borussia, que se pudo ir al descanso con un par de goles de ventaja.
En el 21, un mano a mano de Adeyemi no lo finiquitó Courtois con un penalti de milagro. El delantero se echó el balón a su izquierda y el belga retiró la mano a tiempo. El balón se le fue largo a Adeyemi y Carvajal llegó a tiempo para tapar el disparo.
Dos minutos después, Füllkrug remató al palo, y quince segundos Carvajal le limpió un balón cuando estaba a punto de fusilar a Courtois. El belga volvió a ser decisivo en el 27 con una mano dura abajo, a disparo de Adeyemi, que le había ganado la carrera al espacio al lateral madrileño.
Cinco minutos de pánico de los que el Madrid salió vivo, como volvió a hacerlo en el 35, en un disparo desde la frontal de Emre Can que botó justo delante de Thibaut. El belga reaccionó a tiempo para mandar el balón a córner. Terzic, orgulloso de lo que veía, se fue al descanso aplaudiendo a su equipo. Ancelotti, cabeza abajo. Kroos, también. Un par de pérdidas de balón y un balón a nadie del alemán, que había completado uno de los 45 minutos más flojos con la camiseta del Madrid. Luego se redimiría con una asistencia. La del 0-1. Como Bellingham, pasador del 0-2.
El inglés también mostró en la primera mitad su versión light del final de temporada. Sin chispa y errático. Ni siquiera en una de sus especialidades, la llegada desde atrás, logró sacarse la melancolía de encima. Le faltó fe para impactar con su cabeza en balón al espacio de Vinicius.
Carvajal, héroe inesperado
La fe que sí tuvo Carvajal, que este curso se ha especializado en los remates de cabeza y acabó doctorándose en Wembley. Había avisado en el minuto 50, en un córner botado por Kross al primer palo que mandó por encima del larguero el lateral. La jugada la fotocopió el Madrid en el 73, pero esta vez Carvajal apuntó a la red. 0-1.
Fue el premio a un Madrid totalmente distinto en la segunda mitad. Ancelotti puso a Bellingham de falso nueve, tiró a Vinicius y Rodrygo a los costados, centró la posición de Valverde y bajó la de Kroos, incrustándolo como tercer central. Cambios tácticos que frenaron el asedio del Borussia, que ya solo llegaba en sus clásicas transiciones, pero no tuvo demasiadas. En una, once minutos antes del tanto de Carvajal, Füllkrrug volvió a poner a prueba los guantes de Courtois, inmenso, como en París.
El gol de Carvajal rompió por completo el partido. Bueno, más bien lo puso cuesta abajo para el Madrid, que por fin le quitó el tapón a la bañera. Camavinga y Kroos hicieron volar a Kobel. Nacho desde el primer palo, en otro saque de esquina botado por Kroos, obligó a Hummels a sacar el balón bajo palos. Se cocinaba el segundo, y lo puso en la mesa Maatsen, el lateral neerlandés.
En el 84 regaló un balón en salida a Bellingham, el inglés le puso el lazo antes de asistir a Vinicius, solo en su banda, y el brasileño colocó el balón en la oreja izquierda de la portería germana. El Madrid echaba la llave a la Champions y el brasileño, seguramente, al Balón de Oro. Quince orejonas. Qué barbaridad.