Europa y África están conectadas por apenas 14,4 kilómetros de agua en la parte más cercana del Estrecho de Gibraltar. Es un dato geográfico que suelen invocar como mantra los policías que se afanan por estrechar el cerco al narco del sur, y que recuerdan así que la lucha contra el tráfico de hachís desde Marruecos va para largo. La distancia es tan exigua que las bandas organizadas usan todos los medios posibles para cubrirla. Y una de las últimas operaciones contra el narco lo ha vuelto a constatar: los diez traficantes detenidos en la reciente Operación Ciclón usaban narcodrones fabricados en Ucrania para transportar la droga desde el país norteafricano, cruzando el Estrecho, hasta España.
La ocurrencia les funcionó. La Policía Nacional calcula que, solo en el año que se ha mantenido abierta la investigación, el grupo trató de enviar “hasta mil kilos de hachís sirviéndose de este método”, según ha explicado la institución en una nota de prensa enviada este jueves. Cada aeronave era capaz de mover unos 10 kilos de hachís en cada vuelo, y tenía una autonomía de unos 50 kilómetros. Más que suficiente para mover la mercancía desde el norte de Marruecos hasta el Campo de Gibraltar, uno de los puntos donde estaba asentada la mafia, junto con la Costa del Sol.
Las pesquisas comenzaron hace más de un año, después de que la policía tuviese constancia de la existencia de una organización criminal que se dedicaba a mover hachís por vía aérea usando drones de fabricación artesanal de grandes dimensiones. Los aparatos, de unos dos metros de largo, eran capaces de sobrevolar el Estrecho sin problemas y soltar la carga ya en suelo español, sin ni siquiera tener que aterrizar. La fabricación de los drones se realizaba en Ucrania. Posteriormente eran trasladados por carretera hasta Cádiz y Málaga.
Una vez en Andalucía, los aparatos eran operados por individuos de países del Este de Europa; de hecho, la operación ha contado con la colaboración de Europol y las autoridades policiales de Ucrania y Polonia. Los operadores extranjeros llegaban a acuerdos con organizaciones criminales locales asentadas tanto en el Campo de Gibraltar como en la Costa del Sol. La explotación de la operación se centró en dos municipios de estas zonas, Algeciras y Marbella, en las que se han practicado seis registros en diversos domicilios.
Durante esos registros, los policías consiguieron dar con nueve de los diez detenidos. Además, decomisaron tres drones, uno de ellos en fase de montaje. A eso se suman dispositivos para su control remoto, útiles para su reparación e importantes cantidades de dinero en efectivo y de estupefacientes, en una cifra no precisada por la Policía Nacional. El Juzgado de Instrucción Número 5 de Algeciras, encargado de dirigir la investigación, ha decretado el ingreso en prisión de siete de los diez detenidos.
Los narcos de distintas partes del mundo llevan años usando drones para transportar distintos tipos de drogas, y el Estrecho no ha sido una excepción en esta tendencia. La elección de este tipo de aparatos prioriza la discreción y la mayor seguridad de que los portes no sean intervenido. Las clásicas narcolanchas son capaces de transportar toneladas de hachís, pero también más fáciles de interceptar por la policía.
En julio de 2021, la policía de Málaga consiguió decomisar a una organización francesa asentada en la Costa del Sol un narcodrón de importantes dimensiones que era capaz de mover hasta 150 kilos de hachís. La aeronave, con una autonomía de siete horas y una velocidad máxima de 170 kilómetros y capaz de llegar a alturas de unos 7.000 pies (unos 2.000 metros), era usada para portear hachís desde el norte de Marruecos hasta una pequeña localidad malagueña, Almáchar.
Un hombre y su hijo acabaron detenidos justo un año después por dar una vuelta de tuerca más al uso de vehículos no tripulados para el transporte de droga. Ambos habían habilitado una nave de Castellar de la Frontera (Cádiz) para crear drones submarinos que eran capaces de mover entre 150 y 200 kilos de droga. La ocurrencia, de gran sofisticación, hizo que el taller de fabricación se convirtiese en punto de peregrinaje de distintas organizaciones internacionales interesadas en conocer el artilugio y usarlo para sus portes de droga. De hecho, también vendían drones adaptados y un variado catálogo de elementos caleteados o falsos fondos para ocultar sustancias: furgonetas, remolques e incluso tablas de surf.