Home » Calibán 2.0, por Carlos Granés

Calibán 2.0, por Carlos Granés

by Marko Florentino
0 comments



En el discurso con el que asumió su segunda presidencia, Trump rescató del olvido a un expresidente, William McKinley, a quien recubrió de elogios. A su lado estaban los cuatro hombres que lo habían antecedido en el cargo, Biden, Obama, Bush y Clinton, pero a ellos los ignoró con desdén. Sus palabras de admiración fueron exclusivamente para ese presidente asesinado por un anarquista en 1901, que pasó a la historia no sólo por ser el tercer presidente que recibía un balazo en el ejercicio de su mandato —faltaría el cuarto, Kennedy—, sino porque su política internacional tuvo dos elementos fundamentales: los aranceles y el imperialismo

McKinley le trae muy malos recuerdos a España y a América Latina. Fue él quien encabezó la guerra hispano-estadounidense de 1898, con la que expulsó a España de América y de Asia y puso una garra en el Caribe. Se quedó con Puerto Rico y se adjudicó la potestad para intervenir en Cuba. Los acorazados yanquis vomitaron fuego, y la respuesta latinoamericana fueron poemas. Cañones contra poetas. Ellos tenían lo primero, nosotros lo segundo. Las palabras de los poetas, poco más.

Rubén Darío salió a la carga y escupió el desprecio que sentía por los yanquis en un artículo que tituló «El triunfo de Calibán». Sin impacto físico, pero sí moral, los adjetivos del poeta transformaron al yanqui poderoso que había humillado al mundo hispano con su técnica y su fuerza, en una bestia informe, rastrera y vil. Eso era Calibán, así lo había creado Shakespeare en La Tempestad, como bípedo palurdo y salvaje, refractario a las nobles creaciones del espíritu y a los ideales que desafiaran su instinto primitivo y sus ambiciones más procaces. 

Calibán era un bárbaro y eso fue lo que Rubén Darío —y también Paul Groussac, José María Vargas Vila y Rufino Blanco Fombona— le dijo a los yanquis. Que eran unos aborrecedores de la sangre latina, incapaces de apreciar las cosas por las que de verdad valía la pena vivir. El espectro de Calibán parecía un mal recuerdo del siglo XX, pero ahora que JD Vance viaja a Groenlandia a decirles a los isleños, como si fuera un mafioso, que el mundo es un lugar muy peligroso y que sólo ellos pueden protegerlos; y ahora que Trump le pide al Pentágono que evalúe opciones militares para garantizar su acceso al canal de Panamá, la pesadilla resurge. 

«Quiere frenar el ascenso de China, y en ese juego el resto de los países parecen ser sólo fichas que se mueven en un tablero»

¿Es Trump la reencarnación de McKinley, un Calibán 2.0 más vulgar y más asilvestrado? En otras palabras, ¿hay que tomar las amenazas de Trump no como una butade o como la estrategia del «hombre loco», sino de forma literal? El problema es que la simple formulación de esa pregunta, al igual que en 1898, produce angustia y pánico existencial. Porque hoy, como ayer, sólo podríamos reaccionar con palabras, con versos. Si con el debilitamiento de la alianza atlántica Europa ha empezado a sentir el peso de la soledad, ¿qué decir de América Latina? La absoluta indefensión del continente, que no contaría con la ayuda de nadie, ni siquiera de España, y que debido a su inveterada desvertebración no podría ni amagar con una reacción conjunta, lo deja a la deriva, expuesto a los vaivenes del capricho trumpiano.

Todo es incierto por ahora, pero lo que sí parece claro es que Trump piensa el mundo de una forma muy parecida a la de Putin. No sólo defiende el nativismo y el tradicionalismo anticosmopolita —el recelo a razas y costumbres foráneas—, sino que tampoco cree en el internacionalismo liberal. Cree en las potencias y en la fuerza. En la capacidad militar y técnica que le permite a una nación dominar su región del mundo, su zona de influencia. Cree, como McKinley, en los aranceles que forzarían la reindustralización de Estados Unidos, y cree en el poder fuerte, no en el blando, que desmontó por completo anulando USAID y cambiando los programas de intercambio cultural por los programas de expulsión y encarcelamiento en celdas salvadoreñas. No le interesa que el mundo admire o se sienta seducida por Estados Unidos. Quiere que le teman y le obedezcan. Sobre todo, quiere frenar el ascenso de China, y en ese juego el resto de los países parecen ser sólo fichas que se mueven en un tablero.  

Es el regreso de Calibán, del gringo patán y atrabiliario que no oculta el desprecio que siente por los países débiles o pacifistas. Su primera aparición produjo más de un siglo de antiyanquismo y una coartada antiimperialista para todos los tiranos latinos del siglo XX y XXI. Su vuelta al escenario internacional no parece que vaya a ser menos dañina. Bien porque los líderes de la región lo imiten o lo rechacen, bien porque busquen su favor o le manifiesten animadversión, la presencia de Trump volverá a enturbiar la siempre ambigua relación de América Latina con la democracia liberal. En 1898 Calibán se quedó con Puerto Rico; hoy tontea con Canadá y Panamá. Ojalá sólo sea parte del espectáculo de la política contemporánea, pero ¿y si no? 





Source link

You may also like

Leave a Comment

NEWS CONEXION puts at your disposal the widest variety of global information with the main media and international information networks that publish all universal events: news, scientific, financial, technological, sports, academic, cultural, artistic, radio TV. In addition, civic citizen journalism, connections for social inclusion, international tourism, agriculture; and beyond what your imagination wants to know

RESIENT

FEATURED

                                                                                                                                                                        2024 Copyright All Right Reserved.  @markoflorentino