Se escucha y se lee en algunos foros y medios que el sanchismo está colonizando las instituciones. No es cierto. Las está saqueando. Saquear es «apoderarse violentamente de todo lo que se halla en un lugar», según el Diccionario de la RAE.
Colonizar es conquistar un territorio y allí crear universidades, hospitales, mezclarse con la población, promulgar las leyes de Indias, etc. Así lo hicimos, y estamos orgullosos los españoles. O explotar al máximo las riquezas del territorio, como hicieron los británicos. O, como hizo el rey Leopoldo II de Bélgica, esclavizar al Congo y explotar todo.
Al saquear no se muestra interés alguno por el lugar objeto del saqueo. Solamente se persigue robar y robar, desde lo más preciado hasta los símbolos. La honra de las mujeres, con violaciones en manadas, los tesoros, etcétera.
Aquí y ahora, y lleva siete años, el sanchismo no coloniza los poderes, las instituciones del Estado. Los saquea.
En la Justicia, con la violencia de una mayoría servil, roba el prestigio del Tribunal Constitucional, ensalzando una aberrante amnistía y con asquerosa y temblorosa urgencia. Prestigio ya disminuido, tras el zarpazo del Tribunal de Autogarantías sanchistas blanqueando a los ladrones de los ERE.
Así actúa el sanchismo y su mayoría saqueadora, sin escrúpulos. Y si no tienen esa mayoría, por ejemplo, en el Consejo General del Poder Judicial, con insultos-escupitajos del triministro saquean la independencia judicial, paralizan los nombramientos o intentan legislar no con leyes, sino con armas de destrucción masiva.
«Albert Rivera acertó a medias al definir al todavía Presidente y sus afines como una banda. Le faltó decir ‘banda de saqueadores’»
El saqueo abarca todo, desde las instituciones hasta el mercado. Todo es saqueo en el territorio: la decencia, robando con violencia la verdad; la economía, saqueando las empresas y sus libertades; los medios de comunicación, donde los serviles saqueadores del sanchismo roban, y sin vergüenza, la independencia, la verdad y la profesionalidad… Todo lo que hay en España y se mueve, es saqueado. Incluso lo que no se mueve, los muertos, cuya paz es saqueada en espectáculo público.
Albert Rivera acertó a medias al definir al todavía presidente y sus afines como una banda. Le faltó decir «banda de saqueadores».
«Paso de política», dicen muchos españoles con hartazgo de lo que aquí se vive. Pero no debe olvidarse que, si tú pasas de política, la política, quieras o no, vendrá a ti. Porque esto no va de izquierda o derecha; ni de conservadores o progresistas. Esto va hoy de saqueadores mentirosos y de saqueados engañados.
Hace medio siglo hicimos los españoles una modélica transición de una dictadura a una democracia. Pero, si no hay reacción, el futuro que nos espera es transitar de una satrapía, donde unos saqueadores (el sátrapa, su familia y unos siervos) viven muy bien, a la nada. Esa será, es la herencia del sanchismo, una nada nauseabunda y gigantesca como los establos del rey Augias.
Si quiere, el español, despierto y unido, sabrá ser Hércules. Y le anima y mucho el saqueo en el vivir diario. Los jóvenes no pueden independizarse y comprar ni alquilar un piso, el sanchismo les saquea, con la violencia de paguitas, su futuro y su innata rebeldía. ¿Y la compra? Ahora un billete de 20 euros (3.328 pesetas), se esfuma en la primera compra del mercado. Y hemos olvidado el kilo como unidad de medida, pues ahora no se compra un kilo de albaricoques, sino «deme cuatro albaricoques, o tres naranjas, o dos brevas…»
Un amigo, ante la grosera mentira de la bomba lapa, me dice que el sanchismo está noqueado y que da golpes al aire. No lo sé. Sí sé que hay muchísimos españoles, callados y/o durmiendo. Un ministro, hablando en nombre del Gobierno, ha dicho al director de un medio: «Nos suda la polla, vamos a aguantar lo que sea, salga lo que salga, se destruya lo que se destruya».
«Saqueo empieza por la letra ‘s’, como Sánchez. Como sudor en la entrepierna. Y como sueño. Pero también empieza por la letra ‘s’ se acabó».