Ser vengativo y rencoroso es una emoción que muchas personas sienten, en un primer momento, ante una injusticia. Sin embargo, estas emociones pueden tener efectos negativos a largo plazo en nuestra salud mental, emocional e incluso física, y por supuesto con la persona sobre la que se ejerce la venganza. La venganza puede dar una sensación de satisfacción, pero en realidad, alimenta un ciclo de odio y resentimiento que puede ser difícil de romper, aún habiendo sido la causa una cosa tonta… En lugar de buscar venganza, es más constructivo optar por la comunicación. Siempre la recomiendo, la tengo presente y la practico. Es esencial, como siempre, antes y después de cualquier situación que se anticipe u ocurra y que nos haga sentir mal. Las personas que guardan rencor a menudo no tienen esta costumbre tan imprescindible de hablar y proyectan sus sentimientos en los demás, lo que puede llevar a malentendidos y conflictos innecesarios. Al intentar la empatía y hablar del tema, no solo mejoramos nuestro bienestar personal, evitando así el rencor. Ésta, es una emoción acumulada por cosas que sentimos que nos han hecho, sin pensar en nosotros o incluso para dañarnos, adrede, y a veces es así, que nos hacen daño sabiéndolo y otras veces nos sentimos dañados sin intención de la otra persona, pero sí dañados por nuestra interpretación de esas situación a veces errónea. Por eso la importancia de hablar lo antes posible, para no acumular «rencor». Es importante recordar que dejar ir el rencor no significa que aprobemos el comportamiento que nos hirió, sino que elegimos no dejar que esa herida controle nuestras vidas.Hay que tener verdadero interés en esa otra persona para intentar que esto no suceda, y así debe ser, porque puede convertirse en una daño irreparable si no se habla. Si la otra persona no muestra intención de resolver, solo podemos trabajar por la paz interior. Pero insisto que hablar, sin reproches, hace que la unión con esa otra persona, compañera, amiga, pareja vuelva a la normalidad evitando los cimientos de la toxicidad y un camino que ya no será jamás de rosas. La venganza, solo nos ata más a las antiguas heridas y resentimientos haciendo que ese sentimiento no retroceda y que implemente en el otro sentimientos de malestar que también son incompatibles con la complicidad entre quienes se importan. Y aunque no se importasen, imaginemos una separación, donde no hay nada que hablar con el otro, ¿qué resolvemos? ¿Para qué sirve ser vengativo y rencoroso? A primera vista, la venganza puede parecer un camino natural para recuperar el control o el equilibrio después de haber sido agraviado. Este deseo puede surgir de un sentido primario de justicia, donde la persona dañada siente que la única forma de recuperar su dignidad y tranquilidad es infligir un dolor similar al causante del daño. Ser rencoroso, en esencia, significa aferrarse al dolor y la indignación por un daño pasado y que básicamente a quien hace daño es a nosotros mismos. Además, la venganza rara vez proporciona la satisfacción esperada, por eso existe el rencor! En lugar de resolver, la venganza perpetúa el dolor, y el rencor puede dar lugar a una mente atormentada que, al final, se convierte en un propio destructor emocional! uff, ¿qué mal, no?
Si estas emociones nos tienen prisioneros, si nos impiden ser felices y estar tranquilos porque sentimos que aún no se ha concluido el castigo que buscamos, debemos consultar con un profesional.
Cuando hablaba antes de la comunicación, también he de decir (aunque este sería otro artículo entero) que «jugar a adivinar», pensar algo así como «seguro que lo ha hecho por tal, seguro que piensa cuál, qué se ha creído, se va a enterar…» solo fomenta la distancia, el malestar personal y del otro, porque nos alejamos y se empeora la situación. Repito: comunicación, si la otra persona te importa, si no, fuera. Si hay empeños reales en hacer daño, hay que salir de ahí, pero sin venganza. ¿Para qué? un dicho dice que el mejor desprecio es no hacer aprecio. Pues ahí está, céntrate en ser tu, feliz contigo, feliz con lo mínimo que no ves y que ahí está…..
¿Qué podemos hacer para controlar la venganza?
Tenemos en cuenta otra vez, que la venganza se define como la reacción instintiva de infligir daño o sufrimiento a otra persona en respuesta a un daño real o percibida. Esta respuesta, que puede ser física, verbal o emocional, nace de la necesidad de justicia. Y el rencor es la persistencia de sentimientos negativos y heridos que se mantienen en el tiempo. Mientras la venganza suele estar ligada a un acto puntual o a una situación específica, el rencor es una carga emocional continua, alimentada por la memoria de lo ocurrido, la frustración y el deseo de reparación. Hay que ser más inteligentes emocionalmente. Lo peor es que estos estados emocionales, según se sientan, pueden mezclarse con el orgullo personal, el miedo a ser vulnerables y la creencia de que el sufrimiento ajeno equilibrará el dolor propio. Sin embargo, aunque actúen como mecanismos de defensa, estas emociones pueden volverse tóxicas y distorsionar nuestra percepción de la realidad, impidiéndonos disfrutar del presente y tener ya una relación con esa persona basada en la defensa, en la desconfianza y en el predominio de la autoprotección patológica, como pueden ser los celos.
Vivir en un estado de venganza o rencor genera una constante presión emocional y se suele experimentar ansiedad, depresión, irritabilidad. La mente se consume en pensamientos negativos recurrentes, y cada recuerdo de daño se convierte en un ancla que impide avanzar hacia sentirse bien con uno mismo y con la otra persona si se es amigo o pareja.
En el plano físico: problemas para dormir, tensión muscular y trastornos relacionados con el estrés son comunes en estas situaciones. En términos psicológicos, la energía que se invierte en alimentar estas emociones podría redirigirse hacia el fortalecimiento de la autoestima, para transformar el dolor en aprendizaje y resiliencia, en lugar de permitir que se conviertan en el centro de nuestra existencia.
Es fundamental recordar que el deseo de venganza rara vez conduce a la verdadera satisfacción y que la liberación personal radica en renunciar a la obsesión por el pasado. Al hacerlo, se abre la puerta a la posibilidad de vivir una vida más plena, en la que el perdón (tanto hacia los demás como hacia nosotros mismos) se convierte en la base para alcanzar la paz interior y tener relaciones interpersonales saludables.
Hay que aprender a ver las heridas como oportunidades para crecer y evolucionar. Liberarse del peso del rencor es un acto de amor propio que nos permite abrirnos a nuevas experiencias y a la posibilidad de una vida llena de empatía, paz y desarrollo personal. Porque lo más importante para nosotros, una vez que nos han hecho daño, es pensar en nosotros mismos sin rencor.