Mire usted el cartel de la Macarena. Abstráigase de buscar la firma. Me dirán los esnobs que las obras hay que mirarlas en su conjunto y en su contexto, y tienen razón. Pero aquí, a simple vista, cualquiera que observe esa pintura desconociendo su autor … piensa que es propia de un concurso escolar.
Estos pedantes consideran que están en un nivel de erudición superior que les otorga la patente de la opinión artística. Algo así como si los aficionados al fútbol no pudiéramos criticar el juego de nuestro equipo por haber estudiado para entrenador. Pero valoremos su contexto. En primer lugar, el objeto y el fin del encargo del cartel. No es un marchante quien lo contrata ni está hecho para una galería de arte. Es una hermandad y la obra va intrínsecamente dirigida al pueblo que la forma, no a especialistas en arte de vanguardia o figurativo.
Esto no quiere decir que no quepa este estilo en la Semana Santa, ni mucho menos. Cuando la Macarena encarga a Luis Gordillo un cartel sabe, o al menos debe saberlo, qué representa esa firma reconocida internacionalmente. Otra cosa es el resultado y el impacto mismo de la obra. Los 30 segundos de silencio incómodo nada más descubrirse, la difusión en los grupos de Whatsapp, los memes…
Se ha prestado a ello. Porque, como el cartel de la Semana Santa del año pasado de Salustiano, hay un punto de provocación buscada. Y no por rompedor. No vean aquí ningún ápice de crítica en cuanto al valor religioso de la imagen o una supuesta irreverencia, que no es el caso en absoluto. Aquí hemos visto hasta una vagina en la barbilla de Cristo en lo alto del paso del Nazareno del Valle.
La crítica al cartel de Gordillo en la Macarena es legítima. No por ser figurativo, sino por su excesiva simpleza, con un trazo infantiloide que lo convierte en objeto de mofa porque su audiencia es la que es. Y es el riesgo que corre el autor y la hermandad al buscarlo.
La Macarena podrá decir que tiene un Gordillo en su pinacoteca, con todo el valor que esto supone. Pero sus hermanos y la Sevilla en general también pueden decir, en posesión de la libertad de expresión, que lo que Cabrero ha obtenido es un garabato muy caro de la Virgen de la Esperanza a la que, eso sí, todos reconocemos en el cartel.