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Cuando la crtica cultural no tena piedad: «Se ha perdido la frescura, ahora todo est consensuado con las editoriales»

by Marko Florentino
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«Deja ganas de ms. Una muy buena novela. Original propuesta en la que los eventos narrados van hacia atrs en el tiempo. Nueva novela de Martin Amis. Anagrama nos presenta su nuevo catlogo para le rentre de este ao. Perdnenme de antemano la broma que les voy a gastar», escribe Rafael Castillo sobre La flecha del tiempo en Revista asterisco en el ao 1991.

«La debutante Lola Beccaria debuta en la literatura con su nueva novela, La debutante, y, como no escriba mejores frases, el reseista Guillermo Talavera va pronto a ser despedido del peridico en el que trabaja, me temo yo», escribe Guille Talavera en La crnica de Murcia el ao 1996.

«De un tiempo a esta parte se ha venido produciendo cierto cachondeo, dndose cierta sorna sobre mi supuesta recada en la cocana […] Bien, ms de uno querra estar ahora en mi lugar, pues dudo mucho que alguien timorato respecto a la Diosa Blanca pueda disfrutar de esta nueva novela del enfant terrible estadounidense tanto, tanto, como la he disfrutado yo», resea Lino Valverde Glamourama, de Bret Easton Ellis, en 1998, en Informacin 16.

Los nombres de los crticos literarios han sufrido modificaciones. Igual que las cabeceras. Son seudnimos que esconden a los periodistas y los peridicos. Lo nico real son los entrecomillados, las reseas escogidas por el fillogo Miguel Alczar en La crtica literaria en los noventa (Ediciones la ua rota). La antologa sirve de ojo de buey al lector. De un vistazo puede observar el mundo perdido de la honestidad brutal, los ajustes de cuentas literarios, la adolescencia del sector. Todo lo que se ha perdido en la transicin entre la llanura analgica de entonces y la esfera digital contempornea.

Alczar ha colocado un antifaz al puado de hombres y mujeres insolentes, mal educados, brillantes, cnicos, dipsomanacos, cocainmanos, vacilones, talentosos y descacharrados distribuidos por las pginas literarias de los diarios, revistas y suplementos de la dcada de los 90, cuando el lector todava era solo un lector. Alczar prefiere no ponerse estupendo. «No tengo una opinin fuerte. Mi objetivo era hacer un trabajo filolgico, compilador y antlogo. Te das cuenta del cambio sociolgico que se ha producido. Lo que en una poca se considera polticamente correcto ya no lo es. La figura del crtico tena ms poder. Ahora, con Internet, se ha democratizado la crtica. Todo el mundo tiene algo que decir. Antes los crticos eran ttems culturales. Daban su opinin. Se sentan legitimados a contar sus vidas. Interesaba saber qu pensaban en temas extraliterarios».

Ahora resulta todo ms previsible. «Los autores tienen cuidado con la literatura que se publica. Es menos salvaje y transgresora. En este momento, tanto la prensa como los escritores cuidan las formas hasta llegar a la autocensura. Se cuidan mucho estos aspectos«, aade el autor. Miguel Alczar teste primero en Twitter el posible xito del libro. A travs de @critica_lit_90s ha compartido los hallazgos. «Interesa a mucha gente. Creo que existe la sensacin de que antes podamos expresarnos ms libremente. Los 90 son mi patria chica. Empec volviendo a las novelas de esa dcada, como Nadie conoce a nadie o Historias del Kronen, y pas a interesarme por las crticas de entonces».

La antologa pone de manifiesto la disolucin de la crtica literaria. A Alczar le ha motivado, entre otros impulsos, la nostalgia. No es que la antologa tuviera como objetivo coger de las pecheras a quienes mantienen una relacin de connivencia con las editoriales, pero al mostrar los comentarios de entonces, la comparacin resulta inevitable. «Se ha perdido la frescura que asociamos con los 90», un tiempo considerado por algunos de los crticos seleccionados como «revanchista». Alczar da clases en una universidad de Escocia. «Puede ser una consecuencia de echar de menos a Espaa. He tenido hace poco un par de hijos. Me acuerdo de mi infancia. Es el caldo de cultivo perfecto. Puede que el resultado sea un homenaje a esa dcada. Antes exista la crtica de la sensibilidad, en la que no se exponan los argumentos tcnicos. Boyero es el ltimo exponente«.

«Se ha perdido la frescura. Antes exista la crtica de la sensibilidad. Ahora todo est consensuado»

Miguel Alczar, autor de ‘La crtica literaria en los noventa’

Todo lo que escriba puede ser utilizado en contra de nuestra propia seccin. La crtica literaria cida ha desaparecido, sin ms, con el paso del tiempo. Un fenmeno por el que se ha ido domesticando a los peridicos, ya que existe la sensacin de que ningn libro es tan importante, por mal escrito que est, como para tirarlo a la piscina de la opinin pblica. «La crtica es muy importante porque es la forma de validar la importancia de lo que estamos criticando», defiende Alczar la posicin de sus crticos. «La crtica hace que publicar novedades sea importante. Si en filologa es importante leer clsicos, la crtica literaria nos recuerda que es importante publicar literatura y si importa, debemos ser honestos y realistas y hablar de lo positivo y lo negativo«, ahonda.

Las hijas de la criada: el fallido folletn de Sonsoles nega y la autoinmolacin del Premio Planeta fue el cometa Halley de la crtica corrosiva. «Puede que est volviendo, aunque sea de manera superficial. Las novelas que se publican son muy convencionales, todo de tipo muy comercial. Aqu en Reino Unido es imposible una crtica as. Llama mucho la atencin cmo est todo consensuado con las editoriales. Todo est rebajado. Siempre es positivo. En Espaa hemos acabado imitando al mundo anglosajn».

Cambi el nombre a los periodistas y a las cabeceras de los medios para ahorrarse un problema judicial. «Era complicado conseguir todos los derechos de autor. Es una labor ingente. Habra sido genial tenerlos, pero no los podamos tener. La editorial no puede permitrselo». La crtica literaria en los noventa pas por las oficinas de uno de los dos grandes grupos editoriales del pas. «Estuvieron a punto de publicarlo. Se echaron para atrs en el ltimo momento por miedo. Hubo presiones para retirar reseas a autores de la casa, que no eran beneficiosas, aunque hayan pasado ms de 30 aos«.

«Obra pesadillesca, absurda, confusa, inquietante, surrealista, siniestra, perturbadora, paranoica, chiflada, espeluznante […] Vamos, como esa noche en la cena de Navidad del peridico en la que el fillo de puta del redactor jefe me ech psicotrpicos en el cubata del ron», escribi Xoel Ferreiro en La opinin gallega sobre Como un guante de seda forjado en hierro, en el 93. La crtica preferida de Alczar es la primera. En la que se hace una analoga entre los msicos de jazz y los crticos literarios, ahondando en la leyenda, en el mito acerca de las vidas disolutas que confluan en los peridicos. Esa concepcin de la redaccin como un after con ordenadores y no una oficina con imprenta. «Es una buena deficin del conjunto del libro. Era una columna de opinin, pero me parece un buen resumen del libro».

La nica intervencin de Miguel Alczar se encuentra en las primeras pginas. Escribe sobre las casas de los 90, recuerda el lugar en el que sus padres guardaron los recortes de los peridicos, los cajones en que se encontraban algunas revistas. «Era un mobiliario tan caracterstico. Ha desaparecido todo eso». Como las reseas, los hogares tampoco son lo mismo. «En este siglo XXI se ha homogeneizado todo. Hemos perdido los sonidos, los ruidos de los patios interiores». El ejercicio de nostalgia a veces resulta agotador. «No es pasiva», aclara. «Incita a cambiar al presente. Mirar al pasado moldea el futuro. A lo mejor al volver a las crticas de ahora y compararlas con la de los 90 a alguien se le ocurre cambiarlas».

Que el libro fuese breado en los medios redondeara la propuesta. «Me halagara».





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