No le falta retranca y anda sobrado de ironía. Tampoco usa teléfono móvil y procura moverse por Madrid en taxi y transporte público. Licenciado en Ciencias Físicas, la lucha contra la dictadura de Franco, en los años sesenta, acabó desviándole hacia el periodismo. Hace valer ciertos parecidos entre ambas disciplinas y en su libro Sobre las leyes de la física y la información (2009) explica con brillantez lo que denomina «ley de la gravitación informativa».
Para Miguel Ángel Aguilar, que se acomoda en la mesa de Fuera de Micrófono sin desprenderse de los libros y papeles que ha traído bajo el brazo, el poder es expansivo por propia naturaleza. «Es insaciable, siempre quiere más», afirma, mientras recuerda una enmarcada viñeta de El Roto, en la que queda para la posteridad la siguiente reflexión: «Toda crítica es excesiva y todo elogio insuficiente».
Su experiencia también le dice que los españoles estamos jugando con fuego, si no somos conscientes de que la democracia hubo que ganársela, que no nos tocó en una tómbola, y que la prensa tiene la obligación de defender la libertad y criticar los excesos del poder. Para este veterano periodista – que obtuvo su primer empleo remunerado en el diario Madrid en 1966 – la honradez de un presidente de Gobierno no le exime de «garantizar la honradez de su entorno».
Aunque nunca haya confesado arrepentimiento por romper con la tradición familiar, vinculada a las Ciencias y más concretamente a la Física y la Astronomía, ha tenido que pagar un alto precio por defender su libertad y su independencia. Recuerda en esta entrevista el cierre del diario Madrid y la posterior voladura del edificio o su destitución como director de Diario16 en 1980, por informar de una intentona golpista del general Torres Rojas, algo que nadie pudo desmentir.
Tras haber sido testigo presencial, desde la tribuna de prensa, del intento de golpe de Estado del 23-F, Miguel Ángel Aguilar – director de Información de la Agencia EFE y columnista de El País algunos años después – confiesa que «la democracia estuvo gravísimamente amenazada». Por su cabeza pasaron entonces las imágenes del golpe de Estado en Chile y pensaba: «Se ha acabado todo; nos van a llevar al Santiago Bernabéu, pero no creo que nos fusilen».
Después de aquello, es lógico que le parezca preocupante que el actual presidente del Gobierno se atreva a decir que está dispuesto a gobernar sin el respaldo del Parlamento.
PREGUNTA.- Sigues haciendo lo que te gusta.
RESPUESTA.- Estoy muy activo. Sigo colaborando en algunos medios – 20Minutos, Antena 3 (Espejo Público), Voz Populi y Cadena Ser (Hora25)– y tengo muchas tareas honoris causa, como la Asociación de Periodistas Europeos, la Fundación Carlos de Amberes o la presidencia de la Fundación Diario Madrid, que reúne a los náufragos de aquel periódico.
P.- Y sigues yendo a las sesiones del Congreso y el Senado.
R.- La primera vez que fui a las Cortes compareció el general Franco. Se sacó del bolsillo un texto – la Ley Orgánica del Estado -, que dio a leer al presiente de la cámara. Terminada la lectura, los procuradores puestos en pie – como se decía entonces – prorrumpieron en aplausos. Es la primera vez que estuve observando desde la tribuna de prensa lo que allí sucedía.
«El poder es expansivo e insaciable, siempre quiere más»
P.- Siempre has defendido una actitud crítica de la prensa hacia el poder. ¿Cómo andamos de salud democrática ahora? ¿Qué diagnóstico haces de lo que está pasando?
R.- Hay cosas que no cambian. Por ejemplo, las pasiones del ser humano. La gente quiere pasta, la gente quiere sexo… Hay tres o cuatro cosas que siguen ahí. Y una de las cosas que no varía tampoco es que el poder – y no sólo el poder político – es expansivo por su propia naturaleza. Siempre quiere más. Es insaciable. Hay una viñeta de El Roto que yo tengo enmarcada donde pone por arriba «toda crítica es excesiva»; y por debajo «todo elogio insuficiente». El poder quiere siempre más. Eso no lo ha inventado Pedro Sánchez. Eso viene de siempre. Los medios informativos son un contrapoder, tienen esa misión, y no pueden desertar de ella; de lo que les configura como instrumentos útiles, que es la defensa de la libertad y la distancia crítica con los poderes. Eso hay que sostenerlo porque perder eso supone el derrumbe del sistema democrático. La pérdida de la calidad del sistema democrático. Los qué están arriba, en el poder, siempre buscan la manera de conseguir la sumisión de quienes pueden criticarles o dejar de elogiarles. Esto no es nuevo, pero a veces se agudiza. Estamos en un momento en el que el designio de buscar adictos y conseguir atornillarlos está otra vez muy activo.
P.- Como dices en tu libro En silla de pista (2019), tras la muerte de Franco proliferaron los antifranquistas, que jamás lucharon contra la dictadura.
R.- Vamos a ver. El régimen era generoso con sus adictos y hostil con sus críticos. Yo padecí la orden de cierre del Diario Madrid, que nos vino dada el 25 de noviembre de 1971.
P.- ¿Fue el primer periódico en el que trabajaste?
R.- En prensa, el primer trabajo remunerado que hice fue en el Diario Madrid. Antes había terminado la carrera de Ciencias Físicas y había dado clases en una academia a preuniversitarios. Allí aprendí que los estudiantes detectaban de manera vil cuando yo no había preparado la lección. No sé cómo, pero lo detectaban y me ponían en apuros. Me incorporé al Diario Madrid en el mes de septiembre de 1966. Volviendo a tu pregunta. ¿Se multiplicaron los antifranquistas tras la muerte de Franco? Cuando era difícil, cuando existían riesgos – yo fui procesado por el Tribunal de Orden Público, en el mes de febrero de 1967 – había muy pocos antifranquistas. Muerto Franco, la irrupción de antifranquistas fue tremenda. Y a veces, solamente a veces, alguna de aquella gente te saludaba muy eufórica diciendo «te acuerdas, te acuerdas…». Yo tuve que decirles: «pero tú no estabas». La Transición se hizo a base de reconciliación y generosidad. Y hubo también sus aprovechateguis.
«La democracia no nos tocó en una tómbola»
P.- ¿Por qué crees que las nuevas generaciones, al menos en parte, la critican?
R.-Como decía en un libro José Antonio Martínez Soler, la democracia no nos tocó en una tómbola. Hubo que ganársela. Hubo que trabajarla. Hubo dificultades. Nada fue fácil. Mientras tanto, ETA seguía matando. Apareció el GRAPO, que también mataba… No fue fácil y hubo que tomar riesgos. Los tomamos y tampoco pasamos luego la cuenta. Esta gente que impugna la Transición no sabe lo que impugna, no sabe dónde está ni si lo aprenderá. Pero, no nos pueden distraer la atención. La Transición se hizo con gran generosidad. Hubo que pagar un precio muy alto. Predominó un afán de reconciliación. No se excluyó a nadie por razón de su pasado. Bueno, llegan estos que son del Arriba, el periódico de la Falange, pues que pasen y se sienten. ¿Comprendes? No, es que estos estuvieron con José Antonio Girón de Velasco. ¿Ahora qué quieren? ¿Comparten que nuestro país comience a parecerse a los países de nuestro entorno europeo? Pues, entonces, que tomen una silla y un papel y se pongan a colaborar. O sea, que no hubo sectarismo, pese a las dificultades. Ahora las dificultades no son tan grandes, pero las actitudes son pésimas. Y ese déficit de actitudes es muy grave.
P.- Un poco de autocrítica: ¿hasta qué punto los periodistas somos culpables de la crispación que se ha producido en los últimos años?
R.- Entre nosotros, la especialidad de la prensa es envenenar las cosas. La prensa tiene esa capacidad y la utiliza. Muchas veces vive de fomentar lo peor. Todo lo que son problemas, para la prensa suelen ser ventajas. Dices: carestía del pan; se venden más periódicos. No ha habido ningún conflicto bélico que se haya planteado sin una preparación mediática previa. La prensa tiene la doble capacidad de influir en favor de la reconciliación o en favor del envenenamiento. Nadie puede comparecer ileso. Las cosas lamentables que ha hecho la prensa se compensan cuando se hace lo contrario. O sea, es el único ecosistema que necesita holgura para funcionar. Todos en línea, todos en formación, en régimen cerrado, prietas las filas. Puede ser muy ordenancista, pero letal para la libertad.
«En el 23-F yo pensaba: nos llevarán al Bernabéu, pero no creo que nos fusilen»
P.- Cierran el Diario Madrid, te echan luego de Diario16, del que eras director… Con esta experiencia, ¿no te arrepentiste de haber cambiado la Física por el Periodismo?
R.- Las mayores satisfacciones intelectuales que yo he tenido me las ha dado la Física y las Matemáticas. Muchas veces, satisfacciones incomunicables. Pero, satisfacciones profundas. ¿Por qué degenero en periodista, cuando yo estaba bien enfocado hacia la Física y, en particular, hacia la astronomía por razones de afinidad familiar? El hermano mayor de mi padre, que era mi padrino, era astrónomo, y mi bisabuelo, Antonio Aguilar Vela, fue quien recuperó el Observatorio Astronómico de Madrid que había sido destruido por los franceses.
P.- Fuiste testigo directo del 23-F. En aquel momento dijiste: «Esto se ha acabado»
R.- Algunos han dicho que todo era una farsa, que no había nada. ¿Cómo que no había nada? Aquellos tíos no disparaban balas de fogueo, disparaban balas de verdad. La democracia estuvo gravísimamente amenazada. Yo pensaba: se ha acabado todo. ¿Cómo salimos de aquí? Tenía la imagen de lo que había pasado en Chile y pensaba: nos van a llevar al Bernabéu, pero no creo que nos fusilen. No dirán: «Señores, quedan en libertad, pero ocúpense de otras cosas, porque a esto del periodismo ya no se van a poder dedicar». «Pueden dedicarse a la albañilería, hacerse médicos, enfermeros o labradores, pero el periodismo se acabó». Yo me veía viajando a Colombia para contar que vivía en Madrid y nos cerraron el periódico.
«Las aportaciones del rey Juan Carlos a la democracia han sido decisivas»
P.- Te doy algunos nombres y me das tu opinión. ¿El rey Juan Carlos?
R.- Yo no soy fiscal ni trabajo en la Agencia Tributaria. Todo eso me sobrepasa. Pero, como personaje de la vida pública, sus aportaciones a la democracia española han sido decisivas. Él recibe unos poderes similares a los de la monarquía alauita, como Mohamed V, todo para él. Se lo había dado Franco y su trayectoria consiste en desprenderse de todos esos poderes. El éxito del rey Juan Carlos es la renuncia a ellos. Hace una cosa que no consiguió hacer Manuel Azaña: cambiar las lealtades de las Fuerzas Armadas, trasladarlas de la monarquía de la Restauración a la II República. Azaña fracasó y en ese fracaso está incoada la Guerra Civil. ¿Qué consigue el rey Juan Carlos? El cambio de lealtades de las Fuerzas Armadas del franquismo a la democracia. Y eso permite que tú y yo estemos aquí sentados ahora.
«Adolfo Suárez fue un tipo muy valiente, una valentía que a otros les ha faltado»
P.- ¿Adolfo Suárez?
R.- Fue absolutamente decisivo. Nadie mejor para desmontar el régimen que alguien que lo conocía desde dentro. Y este señor había sido Secretario General del Movimiento. Además, conocía el tema de los medios de comunicación porque había sido director general de RTVE. Era un tipo muy valiente, justo lo que a otra gente le ha faltado. Era valiente, era decidido y fue capaz – saliendo de donde salía -, de darle la vuelta a la situación. Capaz de promover y promulgar la Ley de la Reforma Política, momento en el que el régimen se hace el harakiri. Eso permite tener las primeras elecciones libres y redactar la Constitución de 1978. Para mí, una de las aportaciones más importantes de Adolfo Suárez es que todo gobierno tiene una responsabilidad muy importante en el comportamiento de la oposición. Desde el gobierno se puede inducir el comportamiento de la oposición. Suárez, desde el Gobierno, indujo el comportamiento moderado del Partido Socialista. Encabezó una derecha progresista y eso permitió que hubiera una izquierda moderada. Cuando Felipe González pierde su propuesta de eliminar la definición marxista del PSOE en el 28 Congreso y se forma una gestora, a esa gestora Suárez no le da ni agua. Mantiene su relación privilegiada con Felipe González, hasta que recupera el liderazgo en el Partido Socialista. Ese partido socialista moderado de Felipe González tenía muchas más posibilidades de ganarle a Suárez las elecciones, pero apostó por tener una izquierda que estuviera dentro del sistema. Una izquierda exaltada y radical le hubiera permitido a él mantenerse unos años más en el poder.
P.- El perfil de Felipe González es muy distinto al de Zapatero y Sánchez. ¿Qué opinas de este último?
R.- Sánchez lo sacrifica todo al poder. En la noche electoral no dijo «hemos ganado»; dijo: «somos más». Somos más, contando con partidos que no son socialistas, pero que se van a sumar a nosotros. Explicó: usted, señor Feijóo, no ha ganado porque esto es una democracia parlamentaria y aquí la presidencia la ostenta quien tiene más apoyos en el Parlamento. Pero, luego, nos dijo una cosa más preocupante: que iba a gobernar con o sin el apoyo del Parlamento. Oiga, le hemos acompañado a muchos sitios, pero a ese sitio no le vamos a acompañar. El respaldo parlamentario es improrrogable.
«Zapatero me parece un verdadero desastre»
P.- ¿Suscribes el contenido del artículo de The Economist en el que se decía que «Sánchez se aferra al poder, a costa de la democracia»?
R.- Qué interesante que cites al semanario The Economist. ¿Por qué en España la prensa extranjera vuelve a tener tanta influencia? ¿Tendría el mismo efecto que ha tenido la información de The Economist, si un medio español publicara algo parecido sobre el Reino Unido, Francia, Bélgica o Suecia? En la época de Franco pasaba eso. Cuando la prensa española no tiene libertad, aparece la prensa extranjera. Cuando cerraron el Diario Madrid, yo reuní a los corresponsales extranjeros para que prestaran eco a esa barbarie del régimen. Les leía el preámbulo de la Ley de Principios del Movimiento, que empieza diciendo: «Yo, Francisco Franco Bahamonde, caudillo de España, responsable ante Dios y ante la Historia…». Y yo añadía: «Y ante la prensa extranjera». Porque Franco no respondía ante la prensa española, pero sí ante la extranjera. Era la única capaz de pedirle cuentas. El eco excepcional que ha tenido el artículo de The Economist me parece que refleja las dificultades que tiene la prensa española. La falta de calor en el elogio a Sánchez se paga. Y la precariedad es el camino más corto hacia la sumisión.
P.- No te he preguntado por José María Aznar…
R.- Tampoco hemos dicho nada de Zapatero, que me parece que se va a ir de vacío y me parece un verdadero desastre. Las últimas intervenciones de Zapatero en Venezuela me parecen absolutamente deplorables y nefastas.
«No vale la honradez personal, el jefe tiene que garantizar la honradez de su entorno»
P.- ¿Aznar tuvo una legislatura buena y otra mala?
R.- No le he seguido mucho. Tuve bastante distancia crítica con él. No simpatizaba nada con su manera de comportarse. Mal el bigote y peor cuando se lo quitó. Eso, desde el punto de vista del aspecto, pero fue la comprobación de que era posible la alternancia. Aznar, como otros presidentes, han sido más vigilantes de las corrupciones ajenas que de las propias, que las han tenido muy cerca. Bueno, este presidente no se ha llevado ni un euro. ¿Y su entorno? También se decía que Franco no se había llevado nada, pero a la sombra de Franco se enriquecieron muchos. Pasemos revista al entorno familiar; al marqués de Villaverde, etc. En el entorno de El Pardo se hicieron fortunas interesantes. El primer deber no es solo la honradez personal. El jefe tiene que garantizar la honradez de su entorno.
P.- Fuiste miembro de una tertulia – Tertulia de la Taberna del Alabardero -, que otorgaba el premio de Tonto Contemporáneo. Entonces, como ahora, no faltarían candidatos.
R.- Eso fue una genialidad de Luis Carandell y otra gente. Nos reuníamos los lunes por la noche en La Taberna del Alabardero. Se hicieron unas bases para el premio y valdría la pena que se les diera publicidad, porque son geniales. Yo las tengo recogidas, si no recuerdo mal, en el libro En silla de pista. Nos parecía una manera inteligente e irónica de entrar en la zona más caliente. Primero, el tonto no podía ser un tonto obvio. Tenía que ser un tonto que añadiera algo a la historia de la tontería.
P. ¿Un tonto con fundamento?
R.- Eso, con fundamento. En segundo lugar, tenía que ser un tonto de ámbito nacional. Había cantidad de cosas muy bien traídas. La discusión sobre los candidatos duraba meses. Porque los que se enteraban que eran candidatos intentaban infiltrar algún adicto en el jurado. Entonces, estos adictos que querían salvar a su patrocinador decían: bueno, en fin, «fulanito sí es tonto, yo no lo discuto, pero no es contemporáneo». De esa manera, se salvó alguno. Buscábamos tontos del bloque del cambio, cuando gobernaban los socialistas. No elegíamos a los que estaban en la oposición, sino a los que estaban en la pomada. Eso requería ciertas dosis de valor que no encuentro ahora. Como para darle ahora ese premio al presidente de Telefónica, al gobernador del Banco de España y al máximo representante de la nobleza.
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