Los vecinos de Puentes Viejas (760 habitantes) vieron cómo el agua arrasaba con una zona de parque. Y los de Alameda del Valle (255 residentes) han perdido un puente, arrastrado por las fuertes corrientes. En Mejorada seguían desalojadas decenas de personas, como ocurrió en el poblado de Las Sabinas, en Móstoles. Y cientos de hectáreas de cultivos –unas 400, según las primeras estimaciones de la Delegación del Gobierno– quedaron anegadas al desbordarse el Tajo, el Jarama o el Tajuña. La primera factura del tren de borrascas que han hecho saltar todos los récords de pluviosidad en la Comunidad de Madrid se estima en unos 10 millones de euros, además de 111 municipios -de un total de 179- afectados.
Y la situación no estaba del todo controlada, aunque el sol que se disfrutaba ayer en la región contagiara optimismo. Por el contrario: de acuerdo con los datos de estaciones de aforo de la Confederación Hidrográfica del Tajo, aún permanecían por encima del umbral de aviso rojo siete de ellas en la tarde de ayer: las de Henares en Espinillos, el Jarama en Mejorada-San Fernando, el Jarama en San Fernando de Henares, y estaciones de Algete, Puente Titulcia, Puente Algodor y Aldea del Fresno.
El consejo de Gobierno va a solicitar este miércoles de forma oficial la declaración de zona gravemente afectada por una emergencia de Protección Civil, que es como se llama ahora a la anteriormente conocida como declaración de zona catastrófica. Porque catástrofe ha sido para personas como Jesús, que veía sus cultivos de alfalfa, maíz y trigo inservibles, tras desbordarse el Tajo. O Sergio, en Titulcia, donde se habían perdido cosechas enteras de cebollas, puerro, repollo o brócoli, arruinados y encharcados por el efecto de la salida de cauce del Tajuña. «Hubo que sacar los animales en plena madrugada, porque el agua subía un metro; si no llego a hacerlo, se me ahogan», relataba a ABC Alfredo Ruano.
El delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, visitaba ayer la zona de Titulcia –tras hacerlo días antes en otras áreas afectadas, como Mejorada o San Fernando de Henares–, y aseguraba que «el Gobierno de España ha estado, está y va a estar con los afectados». Una declaración que llega justo antes de que los municipios empiecen a hacer balance de las pérdidas sufridas, y eleven sus cálculos a la Comunidad de Madrid para que ésta solicite la declaración oficial que permitirá que el Gobierno central se haga cargo de los gasto.
De momento, se han puesto en marcha ayudas regionales, de hasta 200.000 euros por municipio, para pequeñas localidades de menos de 20.000 habitantes. El dinero puede destinarse a trabajos de mantenimiento, conservación y reparación de las infraestructuras dañadas. La mayor parte de los desperfectos ocasionados por el agua caída están relacionados con desprendimientos de cornisas y goteras en edificios, aunque también se han presentado daños en caminos, carreteras, parques y algunos puentes secundarios. Ayer se publicaron estas ayudas en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid. Las reformas tendrán que hacerse en un máximo de 12 meses, y el dinero lo anticipa, al cien por cien, el Gobierno regional.
La Delegación del Gobierno en Madrid trabaja ya en la evaluación de los daños y su titular recordaba que también están disponibles las ayudas de Protección Civil del Ministerio del Interior, por lo que cualquier ciudadano y Administración que haya tenido por una situación de emergencia que realizar algún tipo de inversión, de gasto o de obra.
Atentos al deshielo
Pero si las lluvias han sido terribles –desde el 5 de marzo, los servicios de emergencias han tramitado más de 900 expedientes y los bomberos han sumado medio millar de intervenciones–, y los embalses del Canal de Isabel II han recibido el doble de las aportaciones de todo lo recibido desde octubre, ahora que se van las nubes y llega el sol, también trae consigo la preocupación por el deshielo.
Con los embalses casi al 90 por ciento, y todas las presas soltando agua de manera controlada, ahora se mira con mucho interés el estado de la nieve en las cumbres, para vigilar el efecto que el aporte extraordinario de agua procedente del deshielo puede tener sobre los embalses ya repletos y en puntos como las cabeceras del Jarama y del Manzanares.